Estas plantas pueden convertir a las orugas en caníbales para evitar ser devoradas

Para protegerse de estos hambrientos herbívoros, las plantas ponen en marcha un mecanismo de defensa que las hace tener un sabor repugnante.

Por Hannah Lang
Publicado 9 nov 2017, 4:19 CET
Oruga caníbal
Las orugas privadas de alimento pueden recurrir rápidamente al canibalismo.
Fotografía de Brian Connolly

Algunas plantas utilizan un retorcido recurso natural en su beneficio para obligar a los herbívoros a convertirse en caníbales cuando estas se sienten amenazadas por el apetito sin fin de las orugas.

Un nuevo estudio publicado en la revista Nature Ecology and Evolution ha descubierto que cuando las plantas se sienten atacadas por herbívoros hambrientos, emiten defensas que hacen que su sabor sea increíblemente repugnante para las orugas, lo que propicia que las orugas se devoren entre ellas.

«Las plantas pueden defenderse hasta tal punto que hacen que el herbívoro se vea privado de alimento, y es entonces cuando el este determina que en vez de tener una dieta a base de plantas, van a incluir a otras orugas en su menú», explicó John Orrock, autor del estudio e investigador en el Departamento de Zoología de la Universidad de Wisconsin, Madison.

Sembrando el caos

Orrock y su equipo de investigadores rociaron plantas de tomate con metil jasmonato, una sustancia producida por las plantas en respuesta al estrés medioambiental, para poner en marcha sus mecanismos de defensa. Este agente químico permite que la planta cambie su propia química, volviéndose menos apetecible para las orugas de la esparraguera que colocaron sobre las plantas que trataron.

Este fenómeno ha sido documentado en diversas plantas y las investigaciones sugieren que estas pueden sentir cuándo las plantas que les rodean se sienten atacadas, lo que puede dar lugar a la producción de metil jasmonato en comunidades enteras.

«Lo que para mí es más interesante es esa idea general de que la mayoría de las plantas utilizan la información de su entorno para destinar de forma efectiva sus recursos, ya sea para defenderse o para otros fines», explica Orrock.

Y el metil jasmonato tiene más consecuencias, además de provocar el mal sabor en las plantas.

«Estas sustancias químicas pueden atraer a enemigos naturales como los depredadores o los parasitoides que se comen a los herbívoros», afirma Orrock.

Cuando las orugas ven que la planta que están devorando no tiene buen sabor, se encuentran ante una elección que, según Orrock, es muy simple.

«O bien te comes esta planta o bien te vuelves contra tus camaradas», explica. «La elección está clara».

El equipo de investigación observó el ritmo de crecimiento de las orugas y descubrió que las orugas que consumían una dieta a base de plantas y las orugas que se convertían en caníbales crecían al mismo ritmo, lo que significa que pueden compensar su dieta vegetariana de baja calidad.

«Se convierte en un análisis de beneficios y costes para la oruga, el hecho de que la materia vegetal se convierta en algo de tan baja calidad que, para mantenerse y sustentar el metabolismo, la oruga necesita encontrar la fuente alimenticia de mayor calidad que se encuentre en torno a ella», explica Brian Connolly, investigador postdoctoral que también trabajó en el estudio.

Las orugas más grandes tienden a alimentarse de las más pequeñas, siguiendo la filosofía de «comer o ser comido», afirma Orrock.

Sigue aprendiendo: Canibalismo animal: cinco ejemplos

Razones desconocidas

En este experimento, las orugas no tuvieron la opción de intentar alimentarse de otra planta antes de recurrir al canibalismo, pero Orrock y Connolly están llevando a cabo investigaciones en entornos más amplios en los que las orugas tendrán esa opción.

Sin embargo, en un nuevo espacio más grande, la tendencia al canibalismo parece ser similar.

«Incluso pudiendo moverse más lejos y especialmente escapar de tus compañeros hambrientos, acaban devorándose entre ellas siguiendo más o menos los mismos patrones», explica Connolly.

La razón por la que las orugas son tan rápidas a la hora de comerse entre ellas si pueden simplemente moverse a una planta diferente todavía no está clara, pero Orrock y Connolly esperan averiguarla.

«Como puedes imaginar, esto es algo que nos ha hecho cambiar de ritmo y se ha convertido en una prioridad, así que ahora mismo estamos en el proceso de evaluar estos datos», concluye Connolly.

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