Los «polizones» que dificultan la vida de las arañas de mar de la Antártida

Algas, percebes y muchos más organismos pueden crecer sobre las arañas de mar de la Antártida. ¿Pueden convertirse estos compañeros en una carga demasiado pesada?

Por Megan Chen
Publicado 26 nov 2018, 12:35 CET
Araña de mar de la Antártida
Una araña de mar de la Antártida (Ammothea glacialis) de unos 15 centímetros de largo experimenta dificultades bajo el peso de varios percebes que crecen sobre ella. Estas protuberancias no son solo pesadas, sino que también aumentan las probabilidades de que la araña de mar se vea arrastrada por las fuertes corrientes oceánicas.
Fotografía de Steven J. Lane

En el océano, una amplia variedad de «polizones» se aferran a otros animales. Los percebes son unos de los más destacados, pero en realidad existen cientos de criaturas que optan por esta estrategia vital. En general, estos gorrones —que cubren de todo, como ballenas, tortugas marinas y cangrejos herradura— se consideran inofensivos e incluso beneficiosos en ciertos casos.

Pero ¿y si se convirtieran en una carga demasiado pesada?

Las arañas de mar, un grupo enigmático de criaturas que se distribuyen por todo el mundo, no son inmunes a estos polizones. Una nueva investigación demuestra que los organismos incrustados o que sobresalen sobre su superficie pueden afectar a su movimiento e interferir con su respiración, dada su falta de pulmones y branquias y a que absorben oxígeno a través de su exoesqueleto.

El estudio, publicado en la revista Marine Biology, determinó que los polizones más grandes, como los percebes, aumentaban el doble o el triple la carga de las arañas de mar antárticas, lo que aumentaba la cantidad de energía necesaria para caminar. El área superficial aumentada también generaba un efecto paraguas de Mary Poppins: las arañas de mar tenían más tendencia a verse arrastradas por corrientes oceánicas fuertes.

Los organismos incrustados como las algas y los briozoos, cuyo nombre significa «animales musgo», podían reducir en gran medida la respiración local hasta en un 50 por ciento. Sin embargo, la cobertura total en la mayor parte de las arañas de mar no era suficiente como para afectar a la respiración de forma considerable.

El estudio, llevado a cabo por un equipo de científicos liderado por Steven Lane, profesor de la Universidad de Loyola Maryland, analizó cómo se enfrentaban a sus inquilinos tres tipos de arañas de mar.

Una de las especies más grandes de araña de mar (Colossendeis australis) presenta briozoos incrustados que crecen en sus patas y partes bucales. Esta tiene una envergadura de 30 centímetros. También se ven dos apéndices especiales, denominados ovígeros, que en los machos tienen espinas para transportar los huevos y que ambos sexos utilizan para acicalarse las patas.
Fotografía de Timothy R. Dwyer PolarTREC 2016, Courtesy of ARCUS

Dos de las especies estudiadas (Ammothea glacialis y Colossendeis megalonyx) miden de 17 a 30 centímetros de largo y se parecen a los fólcidos, con cuerpos diminutos y patas largas y delgadas. La otra especie, Nymphon australe, mide unos cinco centímetros de largo y tiene una constitución más robusta.

A lo largo de dos veranos en la Estación McMurdo, un centro de investigación estadounidense que Lane describe como una combinación de localidad minera y universitaria, los científicos pasaron días sumergidos en las aguas gélidas del estrecho de McMurdo, una región biológicamente abundante. Durante las inmersiones, Lane y su equipo se sumergieron de 30 a 40 minutos cada vez. «El factor limitador era el frío», afirma Lane. Los científicos recopilaron unas 200 arañas de mar en aguas tanto superficiales como de profundidades de hasta 30 metros.

También grabaron en vídeo los casos de arañas de mar con organismos creciendo sobre ellas y lo rápido que las arañas de mar con o sin organismos se alejaban de las luces brillantes, una conducta que podría minimizar su exposición a los depredadores.

Una vez en el laboratorio, los científicos midieron la cantidad de oxígeno que podía atravesar los organismos incrustados hasta la superficie del exoesqueleto empleando un sensor de oxígeno en arañas de mar vivas. A continuación, colocaron un sensor de oxígeno dentro de los segmentos de las extremidades de las arañas de mar para comprobar la cantidad de oxígeno que se difundía dentro de sus cuerpos.

Galería: Criaturas de las profundidades marinas

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    Para calcular la carga que aportaban los polizontes protuberantes, dejaron caer a las arañas de mar en un pequeño tanque frente a cámaras GoPro y registraron su velocidad de caída. Retiraron las protuberancias de esas mismas arañas de mar y las dejaron caer de nuevo.

    James McClintock, profesor de biología marina y polar en la Universidad de Alabama en Birmingham que no participó en la investigación, dice que le ha «sorprendido que los [polizones] que crecían en la [superficie] exterior de estas arañas de mar no afectasen negativamente la capacidad de estos animales únicos para sostener su metabolismo».

    El estudio sugiere que las arañas de mar con percebes se distribuían en zonas con flujo escaso para alimentarse y aparearse, pero no está claro qué efecto tendría esto en la ecología antártica en su conjunto.

    «Estoy seguro de que [las arañas de mar] hacen algo importante, pero no sabemos demasiado al respecto para determinar el qué», afirma Lane.

    Se han producido casos raros de peces y cangrejos que se alimentan de arañas de mar y, sobre el terreno, observaron algunos peces que atraparon a una araña de mar, pero los posibles depredadores cedieron y las escupieron.

    Pero las arañas de mar macho, que transportan los huevos empleando apéndices especializados denominados ovígeros, son más vulnerables. Lane explica que algunos tipos de camarones atrapan a los machos, les dan la vuelta y devoran los huevos, pero dejan marchar a los adultos.

    Claudia Arango, investigadora del Museo de Queensland y del Museo Americano de Historia Natural, explica que, al parecer, algunas arañas de mar son capaces de acicalarse y deshacerse de dichos restos, mientras que otras son incapaces o parece que no les molestan tanto.

    Según Arango, aún queda mucho por descubrir sobre las arañas de mar. «No sabemos nada respecto a su papel en el piélago en general», afirma. Estos animales están poco estudiados en el océano Antártico, que posee los mayores niveles de abundancia y diversidad de arañas de mar.

    A medida que los polos se calientan y se acidifican más rápido que el resto del mundo, las arañas de mar y otras criaturas podrían verse drásticamente afectadas. Por ejemplo, la tasa de crecimiento de algas y briozoos suele aumentar con la temperatura, provocando una posible mayor densidad de polizones indeseados.

    «Las arañas de mar llevan existiendo muchísimo tiempo», explica Lane, y sus fósiles más antiguos se remontan a hace 400 millones de años, como mínimo. «Creemos que esta especie antártica será la primera en verse afectada por el cambio climático porque han vivido en entornos muy fríos durante mucho tiempo, de forma que, a medida que el océano se calienta, no les quedará otro lugar al que ir», afirma Lane.

    «No existe ningún grupo de animales vivos que esté estrechamente relacionado a las arañas de mar», añade Arango. «Si las perdemos, perderemos una rama entera del árbol de la vida».

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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