Los zorros voladores mueren en masa ante el calor extremo de Australia

Los tres días antes de Navidad, miles de zorros voladores fallecieron con temperaturas de 43 grados en un parque de Melbourne.

Por Natasha Daly
fotografías de Doug Gimesy
Publicado 8 ene 2020, 13:00 CET
A finales de diciembre, decenas de zorros voladores de cabeza gris se agrupan para intentar sobrevivir ...
A finales de diciembre, decenas de zorros voladores de cabeza gris se agrupan para intentar sobrevivir a los sofocantes 43 grados en el parque Yarra Bend, a las afueras de Melbourne. Unos 4500 zorros voladores, entre ellos muchos de los de la foto, fallecieron en el parque en el transcurso de tres días.
Fotografía de Doug Gimesy
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Los 30 000 zorros voladores de cabeza gris del parque Yarra Bend, a las afueras de Melbourne, Australia, habían vivido una primavera temprana y normal.

En septiembre y octubre —primavera en Australia y temporada de parto principal de estos pteropódidos de casi 30 centímetros—, muchos de los zorros voladores habían vuelto al parque tras haber migrado durante el invierno. Las hembras daban a luz a sus crías con normalidad, según el biólogo Stephen Brend, que se encarga de supervisar a los zorros voladores de cabeza gris de la provincia de Victoria, incluidos los del parque Yarra Bend, que alberga una colonia considerable. Todo era rutinario.

«Entonces empezó el horror», afirma Brend. «El calor aumentó demasiado rápido».

La rescatadora de murciélagos Tamsyn Hogarth sostiene a un zorro volador de cabeza gris rescatado en el parque Yarra Bend. Hogarth dirige Fly By Night, una clínica de rescate y rehabilitación de zorros voladores. Ella y otros voluntarios rescataron a 255 crías de zorros voladores del parque en diciembre.
Fotografía de Doug Gimesy

Los zorros voladores estaban sucumbiendo al calor extremo e incesante que asedió Melbourne en diciembre. Durante los tres días previos al día de Navidad, cuando las temperaturas superaron los 43 grados, perecieron en el parque 4500 zorros voladores de cabeza gris: el 15 por ciento de la población de la colonia.

La tragedia para los zorros voladores del parque refleja las escenas de la fauna que sufre por todo el país y pone de relieve los peligros del calor extremo, que para algunas especies puede resultar tan letal como el fuego. Grandes o pequeños, rápidos o lentos, los animales endémicos de Australia son víctimas de las olas de calor y los incendios que arrasan el país a una escala sin precedentes. Este es el verano más caluroso y seco en Australia desde que se tienen registros. Conforme el planeta se calienta, aumenta la frecuencia de los incendios a gran escala y las temporadas de incendios se alargan.

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    Los bomberos de la Cuerpo Metropolitano de Bomberos de Melbourne rocían con agua a los murciélagos acumulados en los troncos de los árboles del parque Yarra Bend para intentar refrescarlos a finales de diciembre.
    Fotografía de Doug Gimesy

    Para los zorros voladores de cabeza gris, clasificados por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza como especie vulnerable a la extinción, el de Yarra Bend no es un fenómeno aislado. «La colonia de Adelaide sufrió aún más», afirma Brend. Según Justin Welbergen, profesor adjunto de ecología animal de la Universidad del Oeste de Sídney y presidente de la Sociedad de Murciélagos de Australasia, miles de crías de zorro volador fallecieron allí entre noviembre y enero debido al calor extremo. El 4 de enero, miles de crías de zorro volador murieron en varios nidos en la región de Sídney en Nueva Gales del Sur, donde se alcanzaron temperaturas récord de 49 grados Celsius. El equipo de Welbergen, que supervisa las condiciones de estrés térmico de los zorros voladores, aún está calculando el número total de víctimas.

    El calor y los incendios extremos de este verano, que han puesto en peligro toda la costa oriental australiana —uno de los hábitats principales de los zorros voladores—, «podrían acabar con toda la generación de 2019» de murciélagos recién nacidos, según Brend. En torno al 80 por ciento de las crías de zorro volador nacen en octubre. Eran jóvenes y vulnerables cuando comenzaron las olas de calor y los incendios a finales del año pasado.

    Kate Chamberlain, rescatadora de animales salvajes, proporciona fluidos a un zorro volador de cabeza gris en el parque Yarra Bend.
    Fotografía de Doug Gimesy

    El calor extremo hora a hora

    Un día en la vida de un zorro volador durante una ola de calor es implacable. A las 5:30 de la mañana, cuando amanece, los murciélagos han regresado a los árboles tras haber pasado la noche alimentándose de néctar y frutas. Brend indica que, para las 8 de la mañana, sus nidos empiezan a calentarse. Los murciélagos baten las alas para refrescarse, pero no pueden hacerlo mucho tiempo, ya que se cansan. Al mediodía, están agotados y las temperaturas siguen subiendo. Los murciélagos empiezan a jadear, lo que acelera la deshidratación.

    Llegados a ese punto, podrían volar al río para beber (el río Yarra atraviesa el parque de casi 260 hectáreas), «pero es como si nosotros corriéramos hasta el súper en plena ola de calor», explica Brend. Volar gasta energía y cuando están exhaustos y deshidratados, se quedan quietos.

    Alterados y desesperados, los murciélagos tratan de encontrar un lugar fresco. Brend explica que las madres depositan a las crías en las ramas y se separan en busca de un tronco más fresco. Los murciélagos se siguen; ver a uno sobre un tronco parece indicar al resto que se trata de un refugio y empiezan a agruparse. «Es como una melé de murciélagos. Para el observador, parece absurdo», afirma Brend. Los que han llegado primero se quedan rodeados y sofocados por decenas de murciélagos.

    «Llegados a ese punto, todo ha ido mal», dice Brend. Es entonces cuando su equipo, formado por trabajadores del parque y voluntarios, intenta descomponer estos grupos rociándolos con agua, que los enfría y sacia su sed.

    Stephen Brend, guarda del parque Yarra Bend, lleva una carretilla llena de zorros voladores muertos que él y los voluntarios han recogido del suelo. Brend, que trabaja en el proyecto de los zorros voladores de cabeza gris de la provincia, describe estos tres días mortales en el parque como una «masacre».
    Fotografía de Doug Gimesy

    Tragedia en los árboles

    El 20 de diciembre, en el punto álgido de la ola de calor de tres días que mató a 4500 zorros voladores, «no refrescó», cuenta Brend. A las 9 de la noche, el equipo aún estaba rociando. Pero era noche cerrada, las ramas se desprendían de los árboles y había serpientes venenosas entre la maleza. «Tuvimos que abandonar. No podíamos ver. Estábamos a 38 grados. Fue muy angustioso», relata. «Fue una masacre».

    «Uno se cae al suelo y el resto lo siguen en cascada, aplastándose y asfixiándose los unos a los otros. Al pie de un árbol hay decenas, si no cientos, de murciélagos muertos o moribundos», cuenta Douglas Gimesy, fotoperiodista de Melbourne que documentó las iniciativas de rescate de diciembre. «Los contemplas y te miran jadeantes. Se asfixian y se acaloran. Los voluntarios separan los cuerpos y buscan a los que siguen vivos. Pero hay 20 o 30 rescatadores y 4500 murciélagos. Es como una zona de guerra. Es triste, angustioso y desgarrador, y sabes que volverá a ocurrir una y otra vez».

    «A veces llegamos a tiempo. Otros se te mueren en las manos», cuenta Tamsyn Hogarth, una de las rescatadoras. El tercer día, el 20 de diciembre, el aire estaba lleno del «olor de la muerte», cuenta. Hogarth dirige Fly By Night, un refugio para fauna de Melbourne dedicado al rescate, la rehabilitación y la liberación de zorros voladores de cabeza gris. Ella y otros voluntarios rescataron a 255 crías durante las olas de calor de diciembre en el parque Yarra Bend. Actualmente, dos docenas de voluntarios de la provincia de Victoria están cuidando de los murciélagos, de edades que oscilan entre dos y 12 semanas.

    Las rescatadoras de fauna Kate Chamberlain y Treycee Baker examinan el cuerpo de un zorro volador de cabeza gris muerto que recogieron en el parque Yarra Bend a principios de enero. Las alas del murciélago estaban desgarradas por el trauma.
    Fotografía de Doug Gimesy

    Las muertes por las olas de calor son normales para los murciélagos, pero esta es distinta

    Que los murciélagos fallezcan en días calurosos es normal en el parque Yarra Bend. «Siempre nos preocupan las olas de calor. No vamos a vivir un verano sin días muy calurosos», afirma Brend. El verano pasado, por ejemplo, murieron cientos de murciélagos. Un estudio determinó que entre 1994 y 2007 habían muerto casi 30 000 zorros voladores de cabeza gris en olas de calor extremas en Australia.

    Un zorro volador de cabeza gris cuelga de una rama en el parque Yarra Bend con su cría aferrada al pecho. Casi el 80 por ciento de las crías de zorro volador nace en octubre. El momento en el que se produjo la ola de calor de diciembre fue un duro golpe para una generación entera de murciélagos recién nacidos que aún dependían de sus madres.
    Fotografía de Doug Gimesy

    Pero el momento en el que se ha producido la ola de calor de este año —justo después de la época de parto— contribuyó a una mortalidad excepcionalmente alta. Brend explica que, como las crías aún estaban mamando, los niveles de energía de las madres estaban por los suelos y todos —progenitores y crías— eran más vulnerables. El primer fin de semana de diciembre fue extremadamente caluroso y lo siguieron varios días de calor durante todo el mes, culminando en esta mortandad de tres días, cuando se alcanzó un pico de 43 grados Celsius en Yarra Bend el 20 de diciembre.

    «Resulta triste y aterrador para la especie. Y esto ocurre en toda su área de distribución», afirma Brend. Aunque el parque Yarra Bend no se ha visto afectado por los incendios, gran parte del hábitat de los zorros voladores se encuentra directamente en las zonas incendiadas de la costa este de Australia.

    Este primer plano muestra el ala frágil y membranosa de un zorro volador de cabeza gris. Los murciélagos baten las alas, que pueden alcanzar un metro de envergadura, para intentar refrescarse. Este batir de alas continuo puede provocar agotamiento.
    Fotografía de Doug Gimesy

    ¿Como una paloma migratoria moderna?

    Un estudio nacional de mayo de 2019 estimaba que Australia alberga unos 589 000 zorros voladores de cabeza gris. Aunque ahora las poblaciones son fuertes, se enfrentan a varias amenazas, como las olas de calor rutinarias o quedarse atrapados en la infraestructura urbana —como redes y alambre de espino—, así como el acoso por parte de los residentes que los consideran plagas.

    Los murciélagos son nómadas. Gran parte de su área de distribución se encuentra en las zonas incendiadas. Muchos viajan al norte en invierno y anidan en los bosques de la costa, que podrían haber quedado chamuscados. Los «incendios forestales han destruido los recursos alimentarios a escalas sin precedentes», afirma Welbergen. «No tienen refugio. No es que [su situación] sea mala en Melbourne, pero buena en el norte de Nueva Gales del Sur. No es buena en ninguna parte», afirma Brend.

    «No les quedan muchos ciclos más hasta que la población empiece a descender», explica Brend. «No quiero sonar alarmista ni drástico —aún hay miles de murciélagos—, pero no ya no hay motivos para confiarse».

    «Nos preocupa que sean la nueva paloma migratoria», dice refiriéndose al que antaño era el ave más abundante de Norteamérica antes de ser cazada hasta la extinción en el siglo XIX.

    Los zorros voladores de cabeza gris cuelgan de los árboles del parque Yarra Bend. Unos 30 000 murciélagos vivían en esta colonia hasta diciembre de 2019. Los murciélagos son fundamentales para su ecosistema forestal: transportan las semillas y polinizan los árboles, cultivando el bosque de noche.
    Fotografía de Doug Gimesy

    «Los murciélagos necesitan el bosque y el bosque necesita a los murciélagos»

    Los zorros voladores desempeñan un papel fundamental en el bosque. «Su papel ecológico es como el de abejas grandes y nocturnas», explica Brend. Transportan las semillas y polinizan los árboles, cultivando el bosque de noche. «Los murciélagos necesitan el bosque y el bosque necesita a los murciélagos», afirma Brend.

    Australia aún está en pleno verano. «Seguiremos luchando por nuestros amigos colgantes, pero la situación es muy sombría», afirma Lawrence Pope, rescatador que cuida de cinco crías de murciélagos huérfanas en su casa.

    «En este año terrible, todas las especies sufren. Da mucho miedo», afirma Brend. «Nosotros tenemos calor, ellos tienen calor, es una pesadilla».

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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