La adopción de perros callejeros es cada vez más popular en la India

La mentalidad de «adoptar, no comprar» que está arraigando en Bangalore podría traer consigo un nuevo respeto por los millones de perros callejeros del país.

Por Deepa Lakshmin
Publicado 2 jul 2020, 13:25 CEST
Perros callejeros cerca del Taj Mahal

India alberga más de 35 millones de perros callejeros, como estos cerca del Taj Mahal.

Fotografía de Joshua Cogan
Nota: A 1 de mayo, el abandono de perros había aumentado un 30 por ciento desde el comienzo de la pandemia en Bangalore. A los dueños les preocupa que sus mascotas les contagien el virus, aunque apenas hay evidencias de transmisión.

Con las patas extendidas y meneando su cola blanca y negra, Rocky salta sobre cualquier humano cuyas patas peludas puedan alcanzar.

Ella es la extrovertida; a Julie, su hermana, no le entusiasman tanto las visitas. Con poco más de tres meses, las perras son las nuevas «empleadas» de la comisaría Kumaraswamy Layout de Bangalore, la tercera ciudad más grande de la India y capital de Karnataka, un estado del sur.

Al igual que muchos cuerpos de policía del mundo, los agentes utilizan una unidad canina para detectar drogas, atrapar ladrones o proteger propiedades.

Pero Rocky y Julie no son cachorros normales y corrientes.

La policía las rescató en el marco de un programa experimental que adiestra a perros callejeros para que se unan a sus filas. La iniciativa, puesta en marcha en diciembre, podría proporcionar hogares permanentes a muchos de estos perros y repercutir considerablemente en el bienestar de los animales de la ciudad y posiblemente de todo el país. Hasta la fecha, las autoridades estiman que hay 21 perros «empleados» en varias comisarías.

Las calles de la India albergan unos 35 millones de perros, una cifra que ha aumentado un 17 por ciento desde 2016. La mayoría lleva vidas duras, rebusca comida entre la basura y posiblemente propague enfermedades. Muchos son de razas autóctonas de la India, como el perro paria indio o Rajapalayam, a los que a menudo llaman perros «indie», un término cariñoso que utilizan muchos defensores de los animales en lugar de «callejeros».

Es imposible recorrer Bangalore sin ver algún indie junto a la carretera. En 2012, había más de 200 000 perros en las calles urbanas de Karnataka. Según un censo reciente del gobierno local —el Bruhat Bengaluru Mahanagara Palike o BBMP—, ya sobrepasan los 300 000.

Los residentes toleran a los animales, pero sí suponen cierto riesgo para los humanos como portadores en potencia de la rabia. Cada año se documentan hasta 20 000 casos de rabia en la India y muchas de las víctimas son niños que juegan cerca de o comparten comida con los perros callejeros.

Con todo, entre los habitantes de Bangalore ha empezado a surgir un movimiento para tratar a los animales con más respecto, por eso han aumentado las adopciones y las acogidas de los indies. Sudha Narayanan, que ha pasado tres décadas luchando por los derechos de los animales, ha presenciado esta evolución, que coincide con el aumento de la popularidad de tener perros.

Narayanan, fundadora del Charlie’s Animal Rescue Centre, ha ayudado a casi 3000 animales callejeros a encontrar hogares en los últimos siete años y las tasas de adopción crecen de forma constante. Atribuye este cambio cultural a la mayor concienciación respecto al bienestar de los animales gracias a las campañas sin ánimo de lucro y a los viajes internacionales.

«La generación joven es una generación amable. Saben, leen, buscan en Google, de todo», explica Narayanan. «No quieren que se los vea como personas que odian a los animales».

Durante el confinamiento nacional para detener la propagación del coronavirus, por ejemplo, muchos de los vecinos de Bangalore salen para dar de comer a los perros callejeros.

Sin embargo, hay problemas de seguridad. Sathwik Sriram, un residente que tuiteó sobre los «estúpidos perros callejeros» cuando leyó en las noticias que habían atacado y matado a un niño en 2019, confiesa que los animales le dan miedo.

«Los perros callejeros están perfectamente durante la mañana, pero por la noche suelen atacarte», cuenta por teléfono, añadiendo que mordieron a su vecino. Cuenta que sabe de motoristas que «han sufrido accidentes porque tuvieron que acelerar para huir de un perro callejero».

Según un estudio de 2016, se producen 25 000 mordeduras de perros cada año en Bangalore. Para prevenir los ataques, el BBMP recomienda no provocar a los perros, sobre todo cuando están en celo o amamantando, ya que están más a la defensiva. Pero en una metrópolis superpoblada donde todos y todo comparten las calles, es difícil no invadir el espacio de otros.

Ya forman parte de la familia

Una mañana soleada, en un claro de tierra junto a la comisaría, un adiestrador enseña a Rocky y Julie las órdenes básicas: siéntate, para, arriba, abajo, izquierda, derecha.

Los cachorros, que se distraen fácilmente, escuchan con la misma atención que prestaría un niño a su profesor durante una clase, tambaleándose y enredándose las correas. Sweetie, su madre, a la que le gusta echarse la siesta en el aparcamiento vecino, interrumpe para mordisquearles los hocicos.

Las tres eran prácticamente «semimascotas» y vagaban por los alrededores de la comisaría, así que era lógico acogerlas, cuenta Rohini Katoch Sepat, vicecomisaria de policía de la división sur de Bangalore.

«Ya forman parte de la familia, así que las introdujimos formalmente», explica Sepat. Con el apoyo del comisario Bashkar Rao, Sepat está reforzando su unidad canina con perros callejeros que residen en 16 comisarías bajo su jurisdicción.

Señala que los indies adultos, que son territoriales y están acostumbrados a sus rutinas, son idóneos para proteger las entradas de las comisarías donde llevan durmiendo durante años, mientras que los cachorros como Rocky y Julie pueden ser adiestrados desde cero, en teoría, para actividades de detección de delitos más ambiciosas.

Estos encargos suelen destinarse a razas importadas como los pastores alemanes. Con Sepat a cargo, los indies por fin podrían pasar a la acción.

«La nueva moda»

Bangalore es un centro de empresas de software, startups tecnológicos y constructoras internacionales que erigen complejos de apartamentos y deslumbrantes edificios de oficinas.

Dentro del bullicioso centro de la ciudad hay un oasis conocido como Cubbon Park, al que muchos llaman en broma Cubbon Bark (bark significa ladrar en inglés).

Todos los domingos por la mañana, los perros y sus dueños entran en masa al gran parque vallado para corretear sin correa: golden retrievers, huskies, rottweilers, shih tzus e indies.

Aquí son invitados VIP gracias a Priya Chetty-Rajagopal y su Knights of Cubbon Park, una red de voluntariado que cuida de los 80 o 90 indies del parque por turnos. Todos los indies tienen nombre y se les da libertad para moverse como les plazca. Algunos, como Mimsy, tienen sus propias cuentas en redes sociales y los visitantes regulares los reconocen.

El recinto del parque está abarrotado este domingo concreto; Chetty-Rajagopal apunta que es una multitud escasa, pero hay más humanos que animales.

Muchos de los indies son adoptables: una de las misiones de la organización es convencer a la gente de que un pura raza no es el único «perro familiar idóneo».

«No solo decimos que por favor adopten a los indies, sino que es lo más guay que puedes hacer. Tener un indie es la nueva moda».

Entre los visitantes figuran dueños en potencia en busca de mascota. Los voluntarios traen expertos —hoy es un veterinario que habla de los peligros de los golpes de calor en mascotas con la llegada del verano— para educar a su comunidad de más de 14 000 personas, que se mantienen conectadas a través de un grupo de Facebook.

Chetty-Rajagopal cree que «la gente ya no se siente avergonzada ni es ambigua cuando dice que tiene mascota».

Karthik Sridharan adoptó a Rocket —un indie de color arena con manchas blancas que sonríe con la lengua fuera— en 2019 y desde entonces ha reorganizado su vida: ha trasladado su startup a un espacio de cotrabajo que admite perros y ha comprado un coche con espacio para Rocket.

«Es más fácil tener un bebé humano que un bebé perruno, porque para el primero hay mucho más apoyo, pero en el caso del segundo hay mucha confusión sobre cómo cuidar de ellos», dice Sridharan.

La creciente afinidad por las mascotas no se reduce a Bangalore, aunque los activistas de esa ciudad se hacen oír más. (Han organizado peticiones para prohibir las ventas de mascotas por internet, entre otras causas.) En ciudades como Bombay y Nueva Delhi están surgiendo startups de servicios de mascotas como Woofbnb y cafeterías de perros para facilitarles la vida a los dueños.

Un espacio seguro para los animales callejeros

Dos indies de Cubbon Park reciben a los visitantes en la entrada del Charlie’s Animal Rescue Centre una soleada tarde de martes. El centro hospitalario, fundado por Narayanan en 2013, trata solo a animales callejeros enfermos o heridos: indies, gatos, pollos, conejos, cobayas, cerdos, patos e incluso palomas que no pueden volar bien.

El propio Charlie era un indie que perdió una pierda en un accidente y cuando se recuperó pasó nueve años ayudando a niños en el espectro autista que recibían terapia con animales.

La unidad médica incluye un quirófano para dos pacientes, un dispositivo de análisis de sangre para diagnosticar a los perros rescatados nada más bajar de la ambulancia y equipo de rayos X y ultrasonido, todo ello donado, señala Narayanan.

En la India, la financiación para el bienestar de los animales es limitada, así que el dinero suele ser uno de los problemas de los refugios.

Narayanan ve lo peor de lo peor, de crueldad animal hasta la rabia. En 2018, Karnataka registró la segunda mayor tasa de muertes por rabia de la India, probablemente por la falta de concienciación, el volumen de perros y el déficit de vacunas. Entre 2016 y 2018 fallecieron sesenta personas de esta enfermedad mortal.

Para los humanos mordidos por un animal que tiene la rabia, la diferencia entre la vida y la muerte son cinco inyecciones, la primera de las cuales debe administrarse inmediatamente después de exponerse a la enfermedad.

Algunas agencias administran las inyecciones de forma gratuita. En 2015, el BBMP también ofrecía hasta 100 000 rupias (o unos 1184 euros) como compensación en caso de ataque mortal de un perro callejero.

En lo que respecta a los perros, la solución son las vacunas, pero los protocolos actuales de administración no son lo bastante exhaustivos como para proteger a la población. Narayanan dice que en los años setenta y ochenta se capturaba y se electrocutaba a los indies para reducir sus poblaciones. Esa práctica se ha abandonado, pero incluso en 2020 los maltratadores envenenan o apalean a los perros hasta matarlos.

Narayanan cree que «siempre y cuando haya humanos, habrá crueldad», pero la esperanza es la piedra angular de su organización.

Algunos perros pasan sus días al cuidado de sus 34 empleados y de cientos de voluntarios; otros se ponen en adopción. Al principio, adoptaban a uno o dos indies al mes, pero ahora esa cifra es de 10 o 15.

Incluso la criadora Prathvi Shenoy —que ha vendido más de 300 cachorros a través de su empresa My Lil Paw— entiende el atractivo. «Estos perros callejeros son más leales porque apenas hay personas que intentan alimentarlos», dice por teléfono. «Cuando les das comida, son tuyos para siempre».

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    El camino a seguir

    La esterilización y la castración generalizadas de los perros callejeros es una solución en la que están de acuerdo la mayoría de los activistas. El gobierno municipal tiene buenas intenciones, pero no es suficiente, cuenta la voluntaria Nandita Subbarao por teléfono.

    Algunas zonas de la ciudad —sobre todo las afueras, donde ocurre gran parte de la construcción— no tienen proveedores de control de natalidad para animales, así que los perros siguen teniendo una camada tras otra. Si no se cuida de todos y cada uno de los rincones de la ciudad, la población seguirá aumentando.

    Subbarao ha tomado cartas en el asunto: rastrea a los perros de su barrio de forma independiente y llama a los servicios del BBMP para que los esterilicen y vacunen.

    Cuenta que el traslado ilegal es otro problema. Cuando alguien se queja de que hay perros frente a su casa, un trabajador financiado de forma privada los captura y los deja a pocos kilómetros.

    Cuando alguien de esa zona se queja, esos mismos perros son trasladados a otro barrio. Al final, los mueven tanto que podrían acabar en la misma calle donde empezaron y nadie sale ganando.

    Para combatirlo, Subbarao y otros defensores de los animales conciencian y educan al público general para que vean a los indies con compasión, no con miedo.

    Un futuro prometedor

    De vuelta a la comisaría, han traído una caja de cartón que contiene cuatro cachorros negros y pardos. Tienen unos 35 días y es probable que sean de raza indie, y son tan diminutos que caben en la palma de la mano.

    Originalmente, había nueve cachorros en la camada, según cuenta la trabajadora Saranya Babu Nachimuthu, pero no sabe qué ha pasado con los otros cinco. Cree que la madre fue asesinada de una paliza no muy lejos. Rocky y Julie también tenían seis hermanos, pero algunos estaban demasiado enfermos para sobrevivir y otros huyeron.

    Según observo, esta es la triste realidad del trabajo por el bienestar animal en Bangalore. Los voluntarios intentan proteger a tantos animales vulnerables como les es posible, pero carecen de los medios para salvarlos a todos. La zona de adiestramiento canino de la comisaría está junto a una carretera muy transitada y a Sweetie le gusta dormir bajo los coches, aunque los conductores no sepan que está ahí.

    Con todo, los amantes de los perros se dedican en cuerpo y alma a ayudar a los indies. Subbarao también lo hace por los humanos; los procesos de vacunación y esterilización más estrictos benefician a todos, independientemente de la afinidad que sienta uno por los perros.

    Mientras tanto, los recién llegados de la caja beben agua de un cuenco y retozan sobre periódicos. Necesitan atención médica y que los desparasiten. Puede que su futuro sea incierto, pero la gente vela por ellos, ahora más que nunca.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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