El síndrome de la nariz blanca ha devastado a los murciélagos, pero algunos han desarrollado inmunidad

Una enfermedad fúngica ha aniquilado a los murciélagos de toda Norteamérica, pero una investigación esperanzadora sugiere que una especie podría estar desarrollando resistencia a esta pandemia.

Por Lauren Leffer
Publicado 20 jul 2021, 11:31 CEST

Un pequeño murciélago café muestra los síntomas característicos del síndrome de la nariz blanca, causado por un hongo patógeno que ha devastado a los murciélagos de gran parte de Norteamérica.

Fotografía de Joesph R. Hoyt

Los murciélagos de Norteamérica también se enfrentan a una pandemia devastadora. El síndrome de la nariz blanca, una enfermedad causada por un hongo amante del frío, ha matado a más de seis millones de murciélagos desde que se detectó por primera vez en una cueva del norte del estado de Nueva York en 2006. Amenaza con conducir a la extinción a algunas especies, como el murciélago orejudo del norte (Myotis septentrionalis).

El hongo, llamado Pseudogymnoascus destructans, ya se ha extendido por Estados Unidos y Canadá, transportado tanto por los movimientos rutinarios de los murciélagos como por los humanos curiosos que entran en las cuevas. El síndrome de la nariz blanca ha dejado masacres a su paso: ha erradicado a más del 90 por ciento de algunas poblaciones regionales de murciélagos.

«El síndrome de la nariz blanca es mucho peor para los murciélagos que los coronavirus para los seres humanos», afirma Kate Langwig, bióloga de conservación de Virginia Tech, en Blacksburg, Virginia. «Esto es como nuestra peor pesadilla para un patógeno». Langwig explica que el P. destructans puede sobrevivir en una cueva durante más de 10 años sin la presencia de ningún hospedador y que la enfermedad causa una «mortalidad elevadísima».

Pero una llama de esperanza brilla en el interior de las cuevas norteamericanas. Las poblaciones de pequeños murciélagos cafés, una especie que antes era abundante y que ha sufrido las pérdidas más drásticas debido a la enfermedad, parecen estar estabilizándose en algunos lugares afectados a principios de la epidemia, entre ellos partes del estado de Nueva York y Nueva Inglaterra.

Investigaciones recientes demuestran que estos supervivientes tienen diferencias detectables en el ADN comparados con los murciélagos que han muerto, que implican genes vinculados al metabolismo y la hibernación, algo que podría ayudarles a resistir la infección. Estos descubrimientos aportan esperanzas a los murciélagos y a un campo que necesita encarecidamente noticias alentadoras.

«La evolución contra esta enfermedad está ocurriendo muy rápidamente en las poblaciones de murciélagos», afirma Sarah Gignoux-Wolfsohn, ecóloga de enfermedades del Centro Smithsoniano de Investigación Medioambiental, en Edgewater, Maryland. «Está ocurriendo a lo largo de nuestra vida, en los últimos 10 años, aquí mismo, en el nordeste de Estados Unidos».

«Llevamos tanto tiempo luchando contra [el síndrome de la nariz blanca] que creo que algunas personas empiezan a sentirse desesperadas... y es entonces cuando la gente se rinde», dice Amanda Adams, directora de investigación de conservación de Bat Conservation International. «Por lo tanto, cualquier nueva prueba que salga a la luz que nos ayude a conservar la esperanza puede ser muy poderosa».

¿Cómo perjudica a los murciélagos este hongo?

El P. destructans infecta a los murciélagos cuando se lo encuentran en las cuevas y puede provocar lesiones en las alas y manchas blancas borrosas en la cabeza y la cara. Pero el síndrome de la nariz blanca mata cuando hace que los murciélagos se despierten de la hibernación en invierno, incrementando su consumo de energía y agotando sus reservas de grasa. Sin insectos que comer durante este tiempo frío, sus víctimas mueren de hambre.

El hongo se ha hallado en cuevas e infectado a murciélagos de todo el país. Está más asentado en las regiones del este y el medio oeste, pero se ha extendido también al oeste montañoso, y hay islas de infecciones confirmadas que llegan hasta Washington y California.  

A veces, cuando el síndrome de la nariz blanca afecta a una colonia de murciélagos en hibernación, hay «alfombras de murciélagos muertos», dice Adams.

Con todo, lo más habitual es que el síndrome de la nariz blanca provoque la ausencia de murciélagos: a menudo, los investigadores han entrado en cuevas y las han encontrado vacías. Es probable que los murciélagos ausentes mueran en el paisaje tras salir de sus lugares de hibernación en busca de alimento o sean devorados por carroñeros antes de que los encuentren. Hasta ahora se ha confirmado que 12 especies de murciélagos de Norteamérica son susceptibles al síndrome de la nariz blanca.

«En el caso de algunas especies, sospechamos que van a extinguirse», afirma Langwig. El murciélago orejudo del norte, por ejemplo, parece particularmente vulnerable, ya que ha desaparecido por completo de las zonas en las que el síndrome de la nariz blanca ha estado presente solamente unos pocos años. «Diría que carecemos de suficientes datos para otras especies».

El P. destructans surgió en Eurasia, donde infecta a los murciélagos, pero no causa muertes masivas como en Norteamérica. Los científicos todavía no están seguros de qué causa esta diferencia, pero es probable que se trate de una combinación de factores: milenios de coevolución y sutiles diferencias ecológicas.

«Es posible que, hace millones de años, [los murciélagos de Eurasia] pasaran por lo mismo que vemos ahora. Simplemente no estábamos para documentarlo», afirma Adams.

La investigación previa de Langwig y sus colegas ha demostrado que los murciélagos asiáticos son portadores de cargas fúngicas menores que las de sus homólogos estadounidenses, lo que sugiere que los propios murciélagos podrían ser resistentes al crecimiento fúngico. En un estudio de seguimiento en 2020, se descubrieron menos hongos creciendo en cuevas de Eurasia comparadas con cuevas norteamericanas, sobre todo a principios del invierno. Langwig afirma que esto significa que los murciélagos de Europa y Asia se infectan más tarde y enferman menos durante la hibernación invernal.

¿Desarrollan resistencia?

En cuatro lugares de hibernación estudiados en Nueva York entre 2006 y 2017, los investigadores documentaron que las poblaciones estaban aumentando después de haber alcanzado sus mínimos pandémicos y habían vuelto a entre el cinco y el 30 por ciento de sus poblaciones anteriores. En Vermont, donde se perdieron más de tres cuartos de la población de murciélagos entre 2008 y 2011, los biólogos han contado poblaciones que aumentan lentamente desde 2012. Estas recuperaciones de las poblaciones locales podrían ser el producto de la selección genética, según un conjunto de investigaciones emergentes.

Los murciélagos supervivientes de Nueva York y Nueva Jersey tienen características genéticas detectables que los distinguen de murciélagos que han muerto de la enfermedad, según un estudio reciente publicado en la revista Molecular Ecology. La investigación se basa en trabajos anteriores, entre ellos un estudio de 2020 que descubrió resultados similares en Míchigan y un estudio de 2017 que analizó murciélagos del norte de Canadá.

Los investigadores del estudio más reciente secuenciaron los genomas enteros de 132 murciélagos. Los científicos recopilaron el material genético tomando pequeñas muestras de las alas de murciélagos vivos de forma inofensiva y devolviéndolos a sus cuevas, o recogiendo los cadáveres de los que ya estaban muertos. Al hacerlo, identificaron 63 variaciones genéticas únicas, llamadas polimorfismos de nucleótido simple (PNS), más habituales en supervivientes que en murciélagos que murieron por el hongo.

Los pequeños murciélagos cafés son reproductores lentos. Cada hembra madura tiene aproximadamente una cría al año. También son increíblemente longevos para unos mamíferos tan pequeños, viviendo hasta 30 años en el medio natural. Esto quiere decir que algunos de los murciélagos incluidos en la secuenciación genética y todas las variantes genéticas beneficiosas detectadas probablemente son anteriores a la aparición del síndrome de la nariz blanca.

Para averiguar cómo las variaciones podrían ayudar a los murciélagos a resistir la infección, Gignoux-Wolfsohn buscó cada sección de código en las bases de datos genéticas y señaló sus observaciones en genomas ya mapeados de murciélagos y otros animales (como las ardillas terrestres y los ratones).

«Nuestra hipótesis inicial era que observaríamos cambios en los genes relacionados con la inmunidad», afirma. Pero solo uno de esos cambios observados era un gen inmunitario. El resto de los que pudieron identificarse estaban relacionados con la hibernación y el metabolismo.

Como la característica clave del síndrome de la nariz blanca es la interrupción de la hibernación, el hallazgo no era del todo inexplicable. Un estudio de 2019 informó de que, ahora, los murciélagos del noreste de Estados Unidos entran en hibernación almacenando mucha más grasa que antes de la invasión fúngica. Resulta lógico que los murciélagos supervivientes almacenen mejor la grasa o muestren un comportamiento y una fisiología de hibernación alterados, dice Gignoux-Wolfsohn.

Los nuevos resultados de 2021 complementan el estudio sobre los murciélagos de Michigan, que también detectó marcadores genéticos relacionados con el metabolismo y la hibernación en los murciélagos supervivientes. Sin embargo, una sorpresa de esta investigación de 2020 fueron los cambios detectados en el gen FOXP2, vinculado al procesamiento del lenguaje en los humanos, según Giorgia Auteri, autora principal del estudio y estudiante de posgrado de la Universidad de Michigan. Explica que el FOXP2 está relacionado con las vocalizaciones y la ecolocalización en murciélagos, pero que también podría tener otras funciones que la ciencia desconoce. «Creo que pone de manifiesto lo compleja que es la genética».

Pero al menos un estudio que empleó métodos diferentes halló resultados contradictorios. Un artículo de 2020 concluye que «no había señales de selección en la población» en respuesta al síndrome de la nariz blanca en las poblaciones de murciélagos muestreadas. El resultado distinto podría deberse a que este tercer estudio utilizó un enfoque «más conservador», agrupando la información genética de los murciélagos en lugar de secuenciar el genoma de cada uno de ellos como parte del análisis, explicó el autor principal Thomas Lilley, biólogo de la Universidad de Helsinki, en Finlandia, por correo electrónico. También es posible que las distintas poblaciones de murciélagos reaccionen a la enfermedad de forma diferente.

«Tenemos que seguir trabajando para vincular los cambios fenotípicos o de comportamiento» con sus fundamentos genéticos, dice Gignoux-Wolfsohn. «Pero este es el primer paso, porque ahora sabemos qué genes hay que analizar».

¿Qué pasa ahora?

Aunque los pequeños murciélagos cafés podrían estar evolucionando por sí solos, los investigadores afirman que esto no quita la necesidad de seguir adelante con las iniciativas de conservación. Hasta la fecha no se han detectado repuntes de la población ni cambios genéticos similares en ninguna de las demás especies de murciélagos amenazadas por el síndrome de la nariz blanca y el hongo sigue propagándose.

Los pequeños murciélagos cafés y los murciélagos morenos son especies relativamente comunes en Estados Unidos, o lo eran antes del síndrome de la nariz blanca. Pero otras son más raras, como el murciélago de Indiana y el murciélago tricolor. Por eso encontrar una cantidad suficiente de estos individuos «para entender qué les permite sobrevivir o si sobreviven es un gran reto», afirma Langwig.

La pérdida de hábitat, la disminución de las poblaciones de insectos y otros problemas ambientales causados por los humanos ejercen más presión sobre las poblaciones de murciélagos. Los pequeños murciélagos cafés que evolucionan para responder a la grave amenaza del síndrome de la nariz blanca no son la excepción.

Las medidas de conservación iniciales se centraron principalmente en el lento transporte humano del P. destructans, dice Adams.

Pero ahora que el hongo está tan extendido, los métodos más recientes que se investigan incluyen el desarrollo de vacunas, la fumigación de cuevas con fungicidas y la mejora del hábitat para ayudar a las colonias que quedan. Un proyecto en el que Adams está trabajando son los «bufés de insectos», señuelos para atraer más insectos a las inmediaciones de las cuevas y aumentar la disponibilidad de alimento para los murciélagos justo antes de la hibernación.  

Con todo, estos métodos son caros e ineficaces: requieren el acceso, la inversión y los recursos humanos para tratar los lugares de hibernación a nivel individual. Gignoux-Wolfsohn espera que su investigación ayude a los expertos a decidir dónde y cómo aplicar estas herramientas para ayudar a los lugares y especies más vulnerables.

Sea como fuere, la esperanzadora posibilidad de resistencia genética en los pequeños murciélagos cafés es una señal positiva en el mundo de los murciélagos. Saber que la resistencia es posible también facilitará «justificar la inversión de dinero y esfuerzo a corto plazo», dice Auteri, «al saber que, a largo plazo, esta población podría sobrevivir».

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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