El atún rojo

Por Redacción National Geographic
El atún rojo
Fotografía de NAtional Geographic

7 de octubre de 2013

Para llegar a entender qué es el atún rojo y la peligrosa situación ecológica en la que se encuentra —así como por qué resulta tan tremendamente complicado solucionar todos sus males— es necesario analizar a este gigante marino desde distintos ángulos. A continuación ofrecemos una perspectiva multidisciplinar del Thunnus thynnus, uno de los animales más grandiosos e impresionantes del océano.

Biología:

Los atunes rojos del Atlántico se cuentan entre los animales más rápidos del planeta, y también entre los que se extienden por una zona más amplia. Este pez puede llegar a medir más de tres metros y a pesar novecientos kilos, y alcanza velocidades de más de sesenta y cinco kilómetros por hora cuando persigue a sus presas o cuando es él quien intenta evitar ser capturado. Además, se sumerge a profundidades superiores a los novecientos metros. Estos animales migratorios llegan a cruzar el océano Atlántico, recorriendo una distancia de más de ocho mil kilómetros, y no sabemos cómo, pero se las arreglan para regresar a los mismos puntos una y otra vez a lo largo de toda su vida, que puede llegar a las cuatro décadas.

La científica marina Molly Lutcavage, que ha dedicado los últimos diecisiete años a estudiar esta especie, asegura que el atún rojo tiene unas características físicas extraordinarias que le permiten lograr hazañas como esa. Su cuerpo de líneas aerodinámicas están tan optimizado para nadar que un grupo de científicos financiados por el ejército estadounidense ha estudiado el atún rojo como modelo para los torpedos de la marina. Los atunes rojos toleran cambios de temperatura enormes, desde los veintisiete grados centígrados hasta los ocho, lo que les permite perseguir a sus presas hasta las profundidades, y cuentan con un sentido de la vista sofisticado y otros sistemas sensoriales que también funcionan en la fría oscuridad. La explicación a sus sorprendentes habilidades en materia de navegación sigue siendo un misterio. Según Lutcavage, podría ser que el agudo sentido del olfato de estos atunes les permita crear una especie de mapa químico del océano, pero también es posible que naveguen guiándose por las estrellas, o que sean capaces de detectar el campo magnético terrestre (los investigadores han descubierto que otra especie de atún, el de aleta amarilla o rabil, tiene magnetita en el cerebro, lo que podría facilitar la navegación magnética).

«Los atunes rojos son peces sin fronteras —explica Lutcavage—. Pueden hacer lo que les da la gana. Solo unos cuantos animales marinos, como los tiburones más grandes, tienen semejante flexibilidad.»

Muchos pescadores están convencidos de que los atunes rojos son especialmente inteligentes y de que son capaces de detectar sus tácticas de pesca y adaptarse a ellas.  A pesar de que no existen investigaciones que apoyen esta teoría, Lutcavage apunta que en otras especies que forman bancos se han detectado indicios de transferencia de conocimientos, y que entra en lo posible que los atunes rojos tengan habilidades de ese tipo. «Son peces que viven mucho tiempo, poseen sistemas sensoriales increíbles, y tienen que prestar atención constantemente a depredadores como las orcas. Es probable que en consecuencia desarrollen tácticas de evasión.»

A pesar de que tradicionalmente se ha creído que los ejemplares de más edad y mayor tamaño son los principales reproductores, Lutcavage asegura que un estudio que todavía no se ha publicado ha descubierto que los individuos más jóvenes y pequeños también son sexualmente maduros.

Ecología:

El atún rojo es un depredador alfa, lo que quiere decir que está en lo más alto de la cadena alimentaria del océano, ya que su tamaño y sus habilidades lo protegen de la mayoría de sus enemigos naturales. Según un documento publicado por el World Wildlife Fund (WWF), el atún rojo del Atlántico representa un papel importante en su ecosistema, ya que consume una amplia variedad de peces —arenque, anchoa, sardina, anjova, caballa y otros— y ayuda a mantener el equilibrio de esas poblaciones. Según el WWF, «la extinción ecológica de esta especie tendría un efecto en cadena imposible de predecir en los ecosistemas del Atlántico Norte, el Mediterráneo y el Golfo de México, y conllevaría consecuencias graves para muchas otras especies de la cadena alimentaria».

Economía:

Hasta la segunda mitad del siglo xx, el atún rojo fue un pescado abundante pero no especialmente codiciado por los pescadores, ya que no sabe especialmente bien una vez cocinado. Pero los cambios en la dieta y los gustos culinarios de los japoneses tras la Segunda Guerra Mundial convirtieron al atún rojo, que es carnoso y sabroso cuando se consume crudo, en un producto muy rentable. Hoy en día, estos atunes que antes se vendían a unos céntimos el kilo son tan apreciados por los amantes del sushi que un solo ejemplar de doscientos sesenta y nueve kilos, pescado hace poco frente a las costas de Japón, se vendió por setecientos treinta y seis mil dólares.

Política: 

El exceso de pesca provocó un descenso de la población de atún rojo del Atlántico, lo que llevó a la Comisión Internacional para la Conservación del Atún Atlántico a poner en marcha una política estricta de gestión del atún rojo que no tardó en convertirse en lo que la revista Océano —del Instituto de Oceanografía Woods Hole— llamó «uno de los asuntos más controvertidos y políticamente delicados de la gestión de pesquerías». Esta política dividió el Atlántico Norte en dos poblaciones diferentes, una la del Mediterráneo y el Atlántico oriental y otra en el Atlántico occidental, frente a las costas de los Estados Unidos y Canadá. La población occidental, que es más pequeña y ha sufrido más desgaste por el exceso de pesca del pasado, ha estado sujeta a cupos más restrictivos.

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