Morsa

ñía de cientos de congéneres. Estos mamíferos marinos son extraordinariamente sociales, siempre bramando y gruñíndose unos a otros con gran potencia, si bien se vuelven agresivos durante la poca de apareamiento. Las morsas, con sus arrugados pelajes pardo

Por Redacción National Geographic
Retrato de una morsa

La morsa, un animal bigotudo y de largos colmillos, se encuentra principalmente cerca del círculo polar ártico, donde se tumba en el hielo en compañía de cientos de congéneres. Estos mamíferos marinos son extraordinariamente sociales, siempre bramando y gruñíndose unos a otros con gran potencia, si bien se vuelven agresivos durante la poca de apareamiento. Las morsas, con sus arrugados pelajes pardos y rosas, se distinguen por sus largos colmillos blancos, bigotes grisáceos, aletas planas y cuerpos repletos de grasa.

Las morsas dan diversos usos a sus emblemáticos colmillos, consiguiendo así que su vida en el ártico sea un poco ms fácil. Los usan para sacar su enorme cuerpo del agua gélida, de ah que se diga que andan con los dientes, y también para abrir respiraderos en el hielo desde abajo. Tanto los machos como las hembras lucen colmillos, que pueden alcanzar el metro de largo. En realidad son dientes caninos muy grandes que no dejan de crecer en toda su vida. Las morsas macho también usan los colmillos de forma agresiva para defender su territorio y, durante la poca de apareamiento, para proteger sus harenes de hembras.

Morsa

Los otros rasgos característicos de la morsa son igualmente tiles. Como sus alimentos favoritos, en especial el marisco, se encuentran cerca del oscuro fondo marino, las morsas usan sus muy sensibles bigotes, llamados vibrisas, como detectores. Sus cuerpos repletos de grasa les permiten vivir cómodamente en la región ártica. Las morsas son capaces de ralentizar su ritmo cardiaco para soportar la temperatura polar de las aguas circundantes.

En la actualidad solo los nativos americanos tienen permiso para cazar morsas, ya que la supervivencia de la especie se vio amenazada en el pasado por la sobrecaza. La gran demanda de sus colmillos, aceite, piel y carne en los siglos XVIII y XIX llevaron a la morsa a la extinción en el Golfo de San Lorenzo y alrededor de la isla de Sable, frente a la costa de Nueva Escocia.

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