Sapo gigante

Por Redacción National Geographic
Sapo Gigante

5 de septiembre de 2010

El tan calumniado sapo gigante venenoso se ganó su mala reputación poco después de su introducción en el ecosistema australiano en 1935, con la esperanza de que ayudase a controlar la población del destructivo escarabajo azucarero. Si bien resultó un fracaso en el control del escarabajo, sí que tuvo un notable éxito a la hora de reproducirse y prosperar.

En 1935 se introdujeron cerca de 3.000 sapos gigantes en las plantaciones de caña de azúcar del norte de Queensland. Ahora se cuentan por millones, y su presencia aún creciente se extiende por miles de kilómetros cuadrados del nordeste de Australia. Este animal se considera una plaga, y las iniciativas de erradicación de los gobiernos incluyen pedir a los residentes que los recojan y se deshagan de ellos.

Los sapos gigantes son anfibios corpulentos y de gran tamaño que presentan una piel seca y verrugosa. Son originarios del sur de Estados Unidos, América Central y la Sudamérica tropical. Sus poblaciones alcanzan números aceptables en sus ecosistemas originales, pero han prosperado en Australia por la escasez de depredadores naturales, su facilidad para reproducirse y la abundancia de alimentos, que incluyen comida para mascotas, que roban de los cuencos que los dueños dejan fuera de las casas.

Entre sus efectos en el ecosistema australiano se cuentan la reducción de las especies nativas, que mueren al comer sapos gigantes, el envenenamiento de animales domésticos y seres humanos, la disminución de la fauna nativa que sirve de alimento al sapo gigante y la menor presencia de presas para los insectívoros nativos, como los eslizones.

El veneno del sapo gigante está compuesto por una mezcla de toxinas que afectan principalmente al funcionamiento del corazón. Está presente por todo su cuerpo, y se segrega en forma de líquido lechoso desde las glándulas paratiroides, ubicadas sobre los hombros del sapo. El envenenamiento es doloroso, si bien no suele resultar letal para los humanos, aunque algunas personas han fallecido tras ingerir sapos gigantes o incluso sus huevos.

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