¿Deberían remplazar los cadáveres digitales a los reales?

Diseccionar un cuerpo virtual tiene sus ventajas, pero algunos expertos sostienen que los cadáveres reales enseñan empatía y respeto a los estudiantes de medicina.

Por Cathy Newman
Publicado 19 dic 2018, 15:57 CET
Adam Puche, profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad de Maryland, muestra a los estudiantes cómo llevar a cabo una fasciotomía —una cirugía realizada en el tejido conectivo del cuerpo— en el laboratorio de anatomía. Según Puche, la formación práctica es valiosa porque no hay dos cuerpos iguales, los alumnos aprenden a usar un bisturí y otros instrumentos, y fomenta el trabajo en equipo. «No tenemos planes para remplazar los cadáveres», afirma.
Fotografía de Mark Theissen

El esmalte rojo de las uñas de los pies dejó sin respiración a un estudiante de medicina de primer año de la Universidad de Colorado: el inefable recordatorio de que el cadáver que estaba diseccionando en el laboratorio de anatomía había sido una persona viva con familia, amigos y un tierno toque de vanidad.

La anatomía, el estudio de la arquitectura del cuerpo humano, tradicionalmente define el curso de la formación de un médico. Este rito de iniciación —acompañado de ansiedad, miedo y, a veces, náuseas— es «para muchos, su primer encuentro con un cadáver», dijo Frank Herlong, un exdecano adjunto de asuntos estudiantiles de la Facultad de Medicina de la Universidad Josh Hopkins.

Pero la disección anatómica, como muchas otras cosas, está digitalizándose. Muchas facultades de medicina muestran ya cadáveres virtuales en una pantalla a modo de referencia mientras los alumnos diseccionan uno real. Algunas facultades pretenden dejar los cadáveres humanos y cambiarlos por virtuales, o ya lo han hecho.

Las primeras personas que estudiaron la anatomía humana tenían que obtener los cadáveres con otros métodos. A principios del siglo XVI, Andreas Vesalius, un anatomista belga que sentó las bases de la anatomía moderna, obtenía sus cadáveres de cementerios, ejecuciones y hospitales para estudiarlos y dibujarlos. Cuatro siglos después, Vic Spitzer obtuvo el primer «Visible Human» tras la ejecución de una persona por asesinato en Misuri.
Fotografía de Leemage/Corbis via Getty Images

En la Facultad de Medicina de la Universidad de Nevada, Las Vegas, los alumnos diseccionan un cadáver virtual en seis «mesas» Sectra (algo así como iPads gigantes). Las mesas cuentan con una pantalla táctil de 55 pulgadas con la capacidad de rotar, hacer zoom y navegar en el interior de imágenes en 3D, así como de diseccionar tejido virtual.

Esta facultad se inauguró en 2017 y el factor económico fue importante a la hora de tomar la decisión, según cuenta el director de anatomía Jeffrey Fahl. «Construir un laboratorio de cadáveres que cumpliera con las regulaciones de seguridad y sanidad del gobierno habría costado unos 10 millones de dólares». Según dice, las mesas Sectra costaron 70.000 dólares cada una.

Este grabado en madera de un esqueleto que sostiene un cráneo con notas al margen procede del "De Humani Corporis Fabrica" de Andreas Vesalius en 1543.
Fotografía de Science Source

Otro argumento a favor de la formación anatómica virtual es el coste de los propios cadáveres. Aunque son el generoso regalo de donantes de cuerpos, las facultades de medicina pagan por su transporte, embalsamamiento y almacenamiento. Los 24 cadáveres usados cada año en el laboratorio de anatomía de la Facultad de Medicina de la Universidad de Colorado, por ejemplo, cuestan 1.900 dólares cada uno.

Otro factor: el entorno impregnado de formaldehído es nocivo. Y los cadáveres virtuales son más «indulgentes» ante los errores. «Puede tardarse horas en sacar el tejido superior de una estructura en un cadáver humano», afirma Fahl. «A veces, el estudiante lo destruye sin darse cuenta. En la realidad virtual, solo tienes que pulsar “reiniciar”».

El verano siguiente, el Lerner College of Medicine de la Clínica Cleveland, en asociación con la Facultad de Medicina de la Universidad de la reserva de Case Western, abrirá un nuevo edificio de ciencias de la salud sin cadáveres que usará varios sistemas de realidad virtual, entre ellos las HoloLens de Microsoft, un casco que se ha comparado a tener visión de rayos X.

Ilustración a mano que muestra dos disecciones del corazón dibujada en 1754 por Jacques Fabien Gautier d’Agoty, un anatomista, pintor e impresor francés.
Fotografía de Science Source

«El corazón de un cadáver no late», afirma Neil Mehta, decano adjunto de asuntos curriculares. «No se puede entender cómo funcionan las válvulas. No se puede observar el movimiento de las articulaciones. La realidad virtual permite a los estudiantes experimentar este tipo de cosas y observar características difíciles de distinguir en cadáveres, como las estructuras del oído interno o las vías nerviosas». Dicho esto, Lerner mantendrá su laboratorio de anatomía convencional. Todavía se necesitan cadáveres humanos para que los residentes de cirugía afinen sus habilidades.

Una litografía coloreada a mano muestra el cuello y la parte superior del torso diseccionada para mostrar los trayectos de los 12 nervios craneales (blanco). Esta ilustración procede del libro de texto francés del siglo XIX, el Atlas de la Anatomía y la Cirugía Humana de J. M. Bourgery y N. H. Jacob.
Fotografía de Science Source

«¿No es hora de dejar atrás a Vesalius?», se pregunta James Young, director académico de Lerner. Andreas Vesalius, profesor de la Universidad de Padua, fue el primero en llevar estudiantes de medicina a la mesa de disección ya en el siglo XVI. Su obra histórica y referencia en el campo de la anatomía, De Humani Corporis Fabrica (De la estructura del cuerpo humano), con sus hermosos dibujos detallados del cuerpo humano, es la predecesora analógica del cadáver de realidad virtual.

No todos tienen prisa por abandonar a Vesalius. En la Facultad de Medicina de Stanford, en Palo Alto, California, los alumnos usan programas de disección digital, pero el cuerpo humano sigue siendo un recurso primario. Según Satki Srivastava, director de la división de anatomía clínica, un cadáver no solo enseña anatomía. Contiene «un plan de estudios oculto». Mientras los estudiantes diseccionan, reconstruyen la historia de un individuo. «Se aprende profesionalidad, trabajo en equipo, respeto por la muerte y empatía, cosas que nunca se obtendrían con un programa digital».

Srivastava, que se formó como cirujano ortopédico, también valora la naturaleza táctil de la disección. «Por ejemplo, cuando un estudiante retira el tejido y la fascia que une el músculo y los órganos, durante toda su vida conocerá el tacto de ese tejido al poner la mano sobre un paciente». Según él, en Stanford, el mundo digital se da por sentado. «Estamos en Silicon Valley y nos gusta mantener lo mejor de lo viejo y lo mejor de lo nuevo». Pero cree que la experiencia de diseccionar un cadáver es irrefutablemente profunda. «Puedes hacer un maravilloso tour virtual de Hawái», explica Srivastava. «O puedes visitar el lugar real».

Con todo, la realidad tiene sus desventajas. «Un cadáver embalsamado tiene sus inconvenientes», señala James Young, de Lerner. «Los tejidos no parecen reales, pierden color y el estudiante observa representaciones imperfectas de la anatomía». Como los cadáveres donados pertenecen, en general, a personas mayores y muchas veces enfermas, puede ser difícil aprender anatomía normal a partir de ellos.

Y respecto a la enseñanza de empatía y respeto dice que «¿no sería mejor aprenderla con un humano real?».

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.
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