¿Cómo combatir la soledad durante una pandemia? Los mayores LGBTQ comparten sus consejos

Los mayores LGBTQ son el doble de propensos a vivir solos, pero muchos han creado comunidades sólidas para remplazar el apoyo familiar que han perdido.

Por Rebecca Renner
Publicado 18 jun 2020, 12:29 CEST

Aunque las estadísticas señalan que los mayores LGBTQ son los más propensos a estar solos o aislados, muchos de ellos envejecen con la aptitud y la alegría que los han ayudado a salir adelante durante toda su vida. Su resiliencia puede servir de lección para otras personas.

Fotografía de Annabel Clark, Redux

Tras toda una vida viviendo abiertamente como hombre gay, Elliot Englebaum (73) se ha quedado enclaustrado en su residencia de ancianos de Hollywood, Florida. Debido a la pandemia de coronavirus, Englebaum pasa la mayor parte del tiempo solo en su habitación, donde revive el recuerdo de ir al cine cada semana con su difunto marido. De vez en cuando, manteniendo el distanciamiento social, sale a pasear por el terreno de la residencia, donde disfruta observando a las iguanas invasoras que toman el sol en el césped.

Englebaum, un trabajador social jubilado que ha visto cómo aumentaba la libertad LGBTQ desde que participó en los disturbios de Stonewall en el verano de 1969, nunca se había sentido más solo. Aunque sus amigos de la residencia saben que es gay, es el único del centro.

«Aquí no hay nadie para mí», cuenta Englebaum.

La soledad, desde el punto de vista psicológico, es diferente de estar físicamente solo. Este estado mental puede experimentarse tanto cuando se está separado de las personas como en medio de una la multitud y puede agravar problemas de salud como la ansiedad, la depresión, la demencia, el alzhéimer, la hipertensión y las cardiopatías. Esto puede ser especialmente preocupante para los mayores LGBTQ en países como Estados Unidos, donde son más del doble de propensos a vivir solos y vivir el aislamiento social que los mayores no LGBTQ, según SAGE, una organización de defensa de los derechos de los mayores LGBTQ.

Incluso antes de la pandemia, casi un 50 por ciento de los mayores LGBTQ afirmaban sentirse solos y aislados conforme envejecían, según una encuesta de AARP. Además de los factores habituales que contribuyen a la soledad en poblaciones envejecidas, los mayores LGBTQ se enfrentan a otros riesgos como la falta de hijos, el distanciamiento de la familia, la discriminación por parte de sus coetáneos y la pérdida de amigos y parejas durante el pico de la crisis del sida en los años ochenta y principios de los noventa.

“De joven, mi vida fue muy dura. Pero incluso cuando las cosas se ponen difíciles, las superas.”

por LILLIAN WOLF, 86, VETERANA JUBILADA

En parte, la soledad que siente Englebaum radica en las medidas de aislamiento instauradas en su residencia y por el estado de Florida para prevenir la propagación del coronavirus. Casi la mitad de las 2993 muertes del estado son de residentes o trabajadores de centros de cuidados a largo plazo, según el Departamento de Sanidad de Florida.

«La soledad ya es el principal problema al que se enfrentan los residentes de los asilos de ancianos», explica Steve Blay, cofundador de Friends Across the Ages, una organización que empareja a los habitantes de las residencias de ancianos con voluntarios, con la meta de establecer amistades a largo plazo y crear compromiso comunitario. «Con la pandemia, el aislamiento y la soledad han aumentado de forma exponencial». SAGE estima que en Estados Unidos viven casi 1,5 millones de mayores LGBTQ, pero se supone que menos del 5 por ciento de ellos vive en residencias de ancianos. Sin embargo, no es fácil calcular las cifras exactas, ya que la mayoría de los mayores LGBTQ temen que los empleados o los otros residentes de estos centros los discriminen si muestran abiertamente su sexualidad.

Con todo, hay una ventaja de ser un mayor LGBTQ. Desde antes de los disturbios de Stonewall y el movimiento de liberación gay, muchas personas LGBTQ de Estados Unidos se unieron para cuidar las unas de las otras, creando una comunidad que remplaza el apoyo familiar que muchos han perdido.

Los efectos de la soledad en la salud

La soledad es una afección que va de arriba abajo, ya que empieza en el cerebro y afecta al resto del cuerpo. La soledad crónica y la sensación de aislamiento pueden repercutir drásticamente en el bienestar de las personas a cualquier edad, según el trabajo de John y Stephanie Cacioppo, un equipo de neurocientíficos —y marido y mujer— responsable de muchos de los avances en la investigación de la soledad cognitiva en las dos últimas décadas.

La Cacioppo Evolutionary Theory of Loneliness describe la soledad como una afección contraria a los comportamientos humanos que desarrollamos para mantenernos a salvo y transmitir nuestros genes. En ausencia de esa socialización, nuestros cerebros empiezan a degradarse, lo que afecta a nuestra salud mental y a nuestro comportamiento. Este estrés puede modificar literalmente la estructura del cerebro.

Se ha demostrado que la sensación de aislamiento social acelera el deterioro cognitivo en los mayores, según investigaciones preliminares de John Cacioppo sobre este tema. La soledad también disminuye la función ejecutiva, las habilidades cognitivas que nos permiten tomar decisiones rápidamente y gestionar nuestras actividades cotidianas con un estrés mínimo. Es más, la soledad puede cambiar la forma en que pensamos y reaccionamos, haciéndonos más propensos a sufrir síntomas de depresión, más sensibles a las amenazas sociales y más propensos a tener pensamientos autodestructivos y otros procesos de pensamiento negativos que pueden dificultar el regreso a las interacciones sociales en personas que ya se sienten solas.

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    “El cerebro humano percibe el aislamiento como una especie de amenaza.”

    por STEVEN COLE, UNIVERSIDAD DE CALIFORNIA EN LOS ÁNGELES

    «El cerebro humano percibe el aislamiento como una especie de amenaza», explica Steven Cole, investigador de genómica en la Universidad de California en Los Ángeles que estudia las influencias sociales en la salud. «Cuando nos sentimos solos o desconectados de los demás, eso desencadena respuestas de estrés del tipo lucha o huida que activan los sistemas inflamatorios y suprimen las respuestas antivirales. Y no cabe duda de que eso no es lo ideal durante una pandemia de coronavirus».

    Según la labor de investigación de Cole, la soledad puede debilitar el sistema inmunitario y provocar inflamación, dejando a quien la sufre susceptible a muchos tipos de enfermedades crónicas. Por ejemplo, la soledad aumenta el riesgo de ataques al corazón y accidentes cerebrovasculares en la misma proporción que el tabaquismo moderado o la obesidad.

    En muchos estados, las residencias de ancianos con fondos y personal insuficientes tienen dificultades para equilibrar los efectos de la soledad con la necesidad de proteger de la COVID-19 a sus residentes vulnerables. En centros como el de Englebaum, los residentes pueden salir a pasear o a la compra siempre y cuando se aíslen durante dos semanas después de entrar en contacto con otras personas fuera de las instalaciones. En otras residencias de ancianos, el personal ha impuesto medidas de aislamiento más estrictas que han confinado a los residentes no ambulatorios en sus habitaciones, con pocas prórrogas o contacto social, desde marzo.

    «Algunas personas no salen de la cama», cuenta Ana Rodríguez, técnica de medicación en varios centros de cuidados a largo plazo en Jacksonville, Florida. «Solo ven a una persona al día. Cuando voy, esa persona soy yo».

    Una cura para la soledad

    Aunque las estadísticas señalan que los mayores LGBTQ son los más propensos a estar solos o aislados, muchos de ellos envejecen con la aptitud y la alegría que los han ayudado a salir adelante durante toda su vida. Algunos lo han hecho fundando grandes organizaciones como SAGE o desarrollando programas en centros LGBTQ para mantener a los miembros de la comunidad conectados conforme envejecen. Su resiliencia puede servir de lección para otras personas.

    Lillian Wolf (86) se mudó a un hogar de jubilados de Orlando, Florida, desde Maryland a principios de marzo, justo antes de que la pandemia obligara a confinar estos centros. Wolf, que es animada y sociable, enseguida se puso en contacto con el Centro LGBTQ+ de Orlando, donde empezó a participar en el Older Wiser Learning Program, que conecta a mayores LGBTQ entre ellos y con el resto de la comunidad LGBTQ de la ciudad. Aunque no pueden salir a visitar los puntos de interés locales, el grupo de OWL se mantiene en contacto con una videoconferencia semanal por Zoom.

    Aunque Wolf echa de menos a su pareja, con la que estuvo 40 años hasta que falleció en 2015, afronta cada nuevo reto con resiliencia y sabiduría. Aún le encanta hablar por teléfono con sus parientes, mantiene su partida de póker semanal y de vez en cuando suelta alguna que otra broma. Al igual que Englebaum, Wolf es la única persona LGBTQ de su residencia, que ella sepa. Pero su vida, en la que ha aprovechado al máximo lo que tiene y encontrado la felicidad en las cosas pequeñas, la ha preparado para conservar su testarudez y su positividad en medio de una pandemia.

    «Tienes que ser consciente de que hay cosas que no puedes controlar», explica Wolf, que sirvió en la Marina y el Ejército estadounidenses. «De joven, mi vida fue muy dura. Pero incluso cuando las cosas se ponen difíciles, las superas. Quizá por eso no me preocupo tanto».

    Al seguir comprometida con la comunidad LGBTQ, Wolf ha mantenido una red de personas que la apoyan emocionalmente a medida que envejece. Se ha demostrado que estas relaciones sociales de calidad previenen el deterioro del rendimiento cognitivo que suele acompañar el envejecimiento y la soledad.

    “El simple hecho de decir lo que se piensa supone una gran diferencia.”

    por CHARLES PITRE HOY-ELLIS, UNIVERSIDAD DE UTAH

    Ser francos sobre este tipo de dificultades también puede proporcionar alivio incluso si se hace por internet, aunque el investigador Seydi Ahmet Satici advierte que la adicción a las redes sociales puede tener el efecto psicológico contrario si no se tiene cuidado. Otros mayores han olvidado su soledad a través de actividades de ocio «serias» orientadas a un fin, como la búsqueda de la receta perfecta para preparar masa madre. Al igual que Wolf y Edlebaum, en China los mayores han aliviado su soledad con llamadas telefónicas semanales a voluntarios, familiares y viejos amigos. Y aunque no podamos ir al desfile del Orgullo, bailar solo puede mejorar el humor y la función cognitiva. No importa lo breve que sea la conexión: hablar con otro ser humano en tiempo real siendo abiertos y comprensivos puede sacar a una persona del abismo de la soledad.

    «Cuando tienes que esconder una parte integral de quién eres, eso tiene repercusiones considerables y profundas en tu salud física y mental», afirma Charles Pitre Hoy-Ellis, que recuerda que los momentos de su vida como joven gay lo inspiraron a investigar y defender la salud de los mayores LGBTQ. Actualmente, Hoy-Ellis es profesor adjunto de trabajo social en la Universidad de Utah y se especializa en igualdad sanitaria LGBTQ.

    Como no siempre se tiene un apoyo social positivo, SAGE ha creado programas para ayudar a los miembros mayores de la comunidad a seguir conectados. Uno de estos programas es el Friendly Visitor Program del Instituto de Envejecimiento de Florida del Sur, que conecta a voluntarios con mayores LGBTQ aislados y solitarios.

    La pandemia está dificultando la continuación de muchas de las actividades habituales de estos programas. Pero los adultos LGBTQ que siguen prosperando han conseguido mantener el contacto cara a cara con otras personas, ya sea a través de Zoom o viviendo en un grupo que se ha aislado junto, como el de Wolf. Edlebaum intenta hablar por teléfono cuando puede. También están encontrando formas de seguir sintiéndose útiles, un factor importante en el envejecimiento saludable.

    Hoy-Ellis pone como ejemplo una organización llamada ACT UP, AIDS Coalition to Unleash Power, que trabajó en San Francisco durante la pandemia de sida.

    «Su lema era que el silencio equivale a la muerte. Así que, si no expresas lo que piensas, estás contribuyendo a la muerte», afirma Hoy-Ellis. «Incluso en el entorno de los adultos mayores LGBTQ y con el aislamiento social y la soledad, el simple hecho de decir lo que se piensa supone una gran diferencia».

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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