Ya sabemos por qué la COVID larga puede destruir tu capacidad para hacer ejercicio

Como muestra un nuevo estudio, la respuesta está en el daño muscular de algunos enfermos de COVID de larga duración y en la capacidad de su organismo para producir energía.

Por Rachel Fairbank
Publicado 20 feb 2024, 12:24 CET
Una paciente que sufre fatiga crónica tras la infección por COVID-19 es atendida en Génova

Una paciente que sufre fatiga crónica tras la infección por COVID-19 es atendida en el Departamento de Cardiología Rehabilitadora del ASL3 de Génova (Italia), donde han puesto en marcha un programa de rehabilitación para algunos pacientes que fueron hospitalizados por la enfermedad en 2020. Un nuevo estudio longitudinal de casos de pacientes de COVID que padecen fatiga crónica documenta cambios en la sangre y el músculo esquelético.

Fotografía de Marco Di Lauro, Getty Images

Para muchas personas con COVID larga o persistente, uno de los principales síntomas que experimentan es la dificultad para hacer ejercicio, ya que cuando estos pacientes sobrepasan sus límites puede producirse un devastador ciclo de fatiga que aumenta el riesgo de empeoramiento de su enfermedad.

Estos problemas con el ejercicio, lo que se conoce como malestar postesfuerzo (MPE), son también los síntomas definitorios de la encefalomielitis miálgica / síndrome de fatiga crónica (EM / SFC).

Ahora, un nuevo estudio, publicado en la revista Nature Communications, ofrece una explicación para esta sensación de agotamiento, sugiriendo que los pacientes con COVID prolongada experimentan una serie de cambios en su cuerpo después de hacer ejercicio, incluyendo daño muscular generalizado, cambios en la composición muscular y metabolismo energético alterado.

Este estudio "muestra realmente el daño" que causa en el organismo el malestar postesfuerzo, afirma Lucinda Bateman, médico del Bateman Horne Center de Estados Unidos, especializado en el tratamiento de pacientes con ME/SFC y COVID prolongada. Como señala Bateman, esto incluye mostrar "la inflamación, el daño, las cicatrices, los coágulos", que se encuentran en los músculos de los pacientes con COVID larga. Los investigadores también hallaron diferencias en la actividad de las mitocondrias (las microscópicas fábricas de energía del cuerpo) tras el ejercicio.

La respuesta sugerida al MPE: hay que ir con calma.

(Relacionado: ¿Cómo saber si tengo COVID-19 persistente?)

Malestar postesfuerzo provocado por una prueba de esfuerzo

En el estudio, los investigadores reclutaron a 25 pacientes con COVID prolongada. Todos ellos eran jóvenes (con una edad media de 41 años), no padecían otras enfermedades preexistentes y experimentaban una reducción significativa de su vida laboral y social debido a la COVID larga.

Tenían que presentar malestar postesfuerzo para participar en el estudio, afirma Rob Wüst, fisiólogo del ejercicio de la Universidad Vrije de Ámsterdam (Paises Bajos) y coautor del estudio.

Los participantes se sometieron a una prueba de esfuerzo cardiopulmonar en la que se les pedía que hicieran ejercicio hasta quedar exhaustos, lo que desencadenaba un episodio de malestar postesfuerzo.

Para caracterizar los cambios que experimentaba su organismo, los investigadores extrajeron sangre y realizaron una biopsia muscular una semana antes de la prueba de esfuerzo y un día después. Los resultados de estas pruebas se compararon con los de 21 pacientes sanos, que tenían la misma edad y sexo.

"Normalmente sabemos por todas las demás enfermedades crónicas que el ejercicio es bueno, que el ejercicio es medicina", afirma Wüst; "sin embargo, estos pacientes empeoran".

Cambios en los sistemas energéticos del cuerpo

El empeoramiento de los síntomas tras el ejercicio era un fenómeno tan singular que Wüst y sus colegas quisieron entender qué ocurría en los pacientes con COVID prolongada.

Los cambios clave que descubrieron fueron diferencias en la capacidad del organismo para generar energía en comparación con los pacientes sanos. Esto incluía niveles más bajos de fosforilación oxidativa, un proceso bioquímico que produce ATP, una molécula que el cuerpo utiliza como fuente de energía. También observaron que tras el ejercicio disminuía la actividad de las mitocondrias, las centrales energéticas celulares que fabrican las moléculas de ATP.

"Su función mitocondrial se deteriora rápidamente tras el ejercicio", afirma Wüst; "esto puede hacerles entrar en un círculo vicioso, porque cada vez que hacen un esfuerzo excesivo, sufren un colapso en su función mitocondrial y su metabolismo".

El impacto en la capacidad del organismo para fabricar energía también se refleja en los resultados de experimentos en los que pacientes con malestar postesfuerzo realizaron dos pruebas de esfuerzo con 24 horas de diferencia, en las que se les pidió que hicieran ejercicio hasta quedar exhaustos.

Durante la prueba de esfuerzo del segundo día, los pacientes con malestar postesfuerzo mostraron una capacidad disminuida para fabricar energía y alcanzaron el punto de agotamiento mucho antes y con mucho menos ejercicio que el primer día. Las personas sin malestar postesfuerzo pueden hacer cantidades muy similares de ejercicio ambos días antes de llegar al agotamiento.

El punto en el que el cuerpo pasa de utilizar oxígeno para obtener energía al metabolismo anaeróbico (un proceso bioquímico en la célula que produce menos energía y es menos eficiente) es cuando las personas "chocan contra la pared" en términos de lo que pueden hacer, ya que sólo queda una cantidad muy pequeña de energía para que el cuerpo la utilice.

Para los atletas entrenados, el "muro" puede llegar al final de un maratón. En el caso de las personas con malestar postesfuerzo, puede ocurrir al realizar actividades cotidianas, como dar una vuelta a la manzana, ducharse o hacer las tareas domésticas.

El umbral anaeróbico determina cuánta actividad se puede hacer antes de caer rendido por el agotamiento, dice Todd Davenport, investigador de la Universidad del Pacífico (Estados Unidos), cuya investigación se centra en el malestar postesfuerzo. No se funciona por encima del umbral anaeróbico durante mucho tiempo o muy bien, añade.

Este cambio en la forma en que el cuerpo utiliza la energía es exclusivo de los pacientes con malestar postesfuerzo. Para los pacientes con otras enfermedades que dificultan el ejercicio (como la insuficiencia cardíaca, la enfermedad pulmonar obstructiva crónica o la fibrosis quística) el ejercicio sigue siendo beneficioso y no se produce ningún cambio inducido por el sobreesfuerzo en la forma en que su cuerpo produce energía.

Otra diferencia clave que descubrieron Wüst y sus colaboradores fueron los cambios en la composición muscular de los pacientes con COVID prolongada. Estos individuos tenían una mayor proporción de fibras musculares de contracción rápida en comparación con los pacientes sanos.

Las fibras musculares de contracción rápida se utilizan para movimientos rápidos y explosivos, como levantar objetos pesados o esprintar, mientras que las fibras musculares de contracción lenta se utilizan para actividades más lentas y constantes, como caminar o correr.

"Sabemos que es difícil cambiar los tipos de fibras en las personas y que no ocurre con la inactividad", afirma Wüst; "algo más está cambiando los tipos de fibra".

Aunque no saben qué impulsa este cambio, puede ayudar a explicar parte de la fatiga que experimentan los pacientes. "[Las fibras musculares de contracción rápida] consumen energía más rápido y, por tanto, se fatigan antes", afirma Wüst.

Cambios en la capacidad de recuperación del organismo

Además de los cambios en la capacidad del organismo para utilizar la energía y en la composición de las fibras musculares, Wüst y sus colaboradores también hallaron indicios de daño muscular.

En una persona sana, "los músculos se desgarran y se reconstruyen, así es como uno se recupera después de hacer ejercicio", dice Maureen Hanson, bióloga molecular de la Universidad de Cornell (EE. UU.), cuya investigación se centra en la comprensión del malestar post-esfuerzo en pacientes con COVID larga y ME / CFS. "La persona sana tiene una respuesta al ejercicio, y esa respuesta es distinta de la respuesta del paciente con ME/SFC".

En varios estudios llevados a cabo por Hanson y sus colaboradores, los pacientes con COVID larga y ME/SFC muestran una capacidad disminuida para recuperarse del ejercicio. En una persona sana, el daño muscular causado por el ejercicio empezará a repararse, haciendo que se fortalezca en el proceso. En una persona con malestar post-esfuerzo, este proceso de reparación no funciona correctamente, lo que conduce a un daño acumulado.

En el estudio de Nature Communications también se observaron evidencias de este deterioro de la recuperación tras el ejercicio en el tejido muscular de pacientes con COVID prolongada: signos de cicatrización muscular, inflamación y coágulos sanguíneos, tanto antes como después del ejercicio. "Vimos mucho daño muscular y signos de que había habido daño en el pasado", afirma Wüst.

Se cree que estos daños son el resultado de múltiples episodios de malestar postesfuerzo, que se ven agravados por una menor capacidad de recuperación.

"A menudo, cuando vemos a la gente, están en un choque lento, son estas olas constantes de malestar post-esfuerzo", dice Davenport, señalando que para muchos pacientes con COVID larga o ME / CFS, el sobreesfuerzo puede ocurrir mientras llevan a cabo sus actividades diarias, ya sea ir al supermercado o cepillarse los dientes.

Para los pacientes con malestar postesfuerzo, este estudio afirma la importancia de mantenerse dentro de sus límites energéticos para minimizar los choques, una estrategia que se conoce comúnmente como "pacing". "Lo que se quiere es minimizar la gravedad y la duración del malestar postesfuerzo", dice Bateman.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

más popular

    ver más

    más popular

      ver más
      loading

      Descubre Nat Geo

      • Animales
      • Medio ambiente
      • Historia
      • Ciencia
      • Viajes y aventuras
      • Fotografía
      • Espacio

      Sobre nosotros

      Suscripción

      • Revista NatGeo
      • Revista NatGeo Kids
      • Disney+

      Síguenos

      Copyright © 1996-2015 National Geographic Society. Copyright © 2015-2024 National Geographic Partners, LLC. All rights reserved