Hallada la primera cola de dinosauro conservada en ámbar

Por Redacción National Geographic
Un segmento de la cola con plumas de un dinosaurio que vivió hace 99 millones de años

12 de diciembre de 2016

La cola de un dinosaurio de hace 99 millones de años, incluidos los huesos, el tejido blando e incluso las plumas, ha sido hallada conservada en ámbar, según un informe publicado en el periódico Current Biology.

Aunque ya se habían encontrado plumas de dinosaurio conservadas en ámbar, así como pruebas de que éstos tuvieran plumas en análisis realizados a fósiles, es la primera vez que los científicos son capaces de vincular plumas bien conservadas con dinosaurios, así como avanzar en la investigación sobre la evolución y estructura de estos.

La investigación, dirigida por el paleontólogo Lida Xing de la Universidad de Geociencias de China, está en parte financiada por el National Geographic Society's Expeditions Council, un programa de becas que busca apoyar la investigación y las expediciones de aventura en el mundo.

Una cola reveladora

El ejemplar semi-translúcido de ámbar del Cretácico Medio, del tamaño y forma de un albaricoque seco, revela uno de los primeros momentos de diferenciación entre las plumas de los pájaros y las de los dinosaurios.

Dentro de la resina encontramos un apéndice de 3,55 cm cubierto de delicadas plumas marrones que son blancas por el reverso.

Los escáneres de TC y los análisis microscópicos de la muestra revelaron ocho vertebras del medio o el final de una cola larga y fina que podría haber estado formada por más de 25 vertebras originalmente.

Basándose en la estructura de la cola, los investigadores creen que perteneció a un celurosaurio joven, perteneciente a los terópodos que abarcan desde los tiranosaurios hasta las aves más modernas.

Con plumas, pero… ¿podía volar?

La presencia de vertebras articuladas en la muestra ha permitido a los científicos descartar la posibilidad de que las plumas perteneciesen a un ave prehistórica. Las aves modernas y sus antecesores más cercanas del Cretáceo presentan un conjunto de vertebras fundidas en la cola, llamado pigóstilo, que permite que las plumas de la cola se muevan como una sola.

“(Un pigóstilo) es el tipo de cosa que seguro que has visto si alguna vez has cocinado pavo”, dice uno de los autores del estudio Ryan McKellar, comisario de paleontología de invertebrados para el Museo Royal Saskatchewan de Canadá.

Las plumas del dinosaurio muestran un eje (rachis) central poco definido y parecen caer sin orden hacia los lados de la cola. Su estructura abierta y flexible se parece más a las plumas decorativas actuales que a las plumas de vuelo, que suelen tener ejes centrales bien definidos, ramificaciones y sub-ramificaciones, y ganchos que mantienen la estructura de una pieza.

En un informe de junio de este año del mismo equipo de investigación, las plumas de las alas de pájaros de la edad cretácica conservadas en ámbar resultaron ser muy parecidas a las plumas de vuelo de las aves modernas.

El nuevo estudio concluye que si toda la cola estuviese cubierta de las plumas como las que se han encontrado en la muestra, el dinosaurio “probablemente habría sido incapaz de volar”.  Más bien, ese tipo de plumas habrían tenido una función directriz o habrían ayudado a regular la temperatura, afirma McKellar.

Las plumas tan poco desarrolladas sugieren que el dueño de la cola cretácica estaba muy abajo en la cadena evolutiva de los dinosaurios terópodos, “puede que un maniraptor básico (primitivo)”, sugiere Xida, refiriéndose al subgrupo que incluye a los ovirraptorosaurios y a los therizinosaurus.

Destinado a la joyería, pero con un lado positivo

La muestra de ámbar -oficialmente llamada DIP-V-15103 y apodada “Eva” en honor a la paleobotánica Eva Koppelhus, la mujer de uno de los autores del estudio, Philip Currie– proviene de una mina en el Valle de Hukawng en el estado de Kachin, al norte de Myanmar. El ámbar de esta región contiene la variedad más amplia de vida animal y vegetal del periodo cretácico.

Este fue uno de los más de doce ejemplares de ámbar con grandes inserciones encontrados por Xing y su equipo en 2015 en un mercado muy conocido de Myitkyina, la capital del estado de Kachin. Otras dos muestras contenían alas de aves de la era de los dinosaurios.

La mayoría del ámbar birmano se usa para hacer joyas y tallas, por eso la de “Eva” ya tenía forma ovalada cuando la encontraron los investigadores.

Sin embargo, la manipulación de la pieza tuvo algo positivo: ofrecía una “buena sección trasversal” de la cola que les permitió a los investigadores estudiar la composición de la parte expuesta, afirma McKellar.

Al estudiarla se descubrió la presencia de hierro ferroso, producto de la descomposición de la hemoglobina de la sangre que estuvo alguna vez presente en el tejido del dinosaurio.

“El hecho de que (el hierro) todavía siga presente nos da mucha esperanza para futuros análisis, el poder obtener más información sobre la composición química en campos como la pigmentación o incluso para poder identificar partes de la queratina original” declara McKellar. “A lo mejor no de este espécimen en particular, pero si para otros”.

Mientras, Xing cree que el fin del antiguo conflicto entre el gobierno de Myanmar y la Armada Independiente de Kachin, que controla el Valle de Hukawng, llevará a un mayor acceso para los científicos a las minas de ámbar y, por lo tanto, a más descubrimientos espectaculares.

“Puede que podamos encontrar un dinosaurio completo”, especula confiado.

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