16 de junio de 2014
Un estudio publicado en la revista Science ha revelado que a pesar de ser un único país desde el punto de vista político, los indígenas de México muestran que sus ancestros eran grupos muy distintos que se mezclaron relativamente poco.
«Se puede diferenciar claramente un grupo de nativos americanos de otro», afirma Carlos Bustamante, catedrático de genética de la Universidad de Stanford (Estados Unidos) que dirigió el estudio. Él mismo reconoce que los resultados fueron sorprendentes, pues «ha habido 500 años de mezcla, aumento de población e importantes movimientos migratorios».
Se trata del primer estudio que analiza la historia genética de México, para lo que los autores tomaron muestras de más de mil personas de 20 grupos indígenas y 11 mestizos (con ascendencia europea y nativa americana). El mapa que reconstruyeron a partir de los datos describe nueve grupos distintos, entre los que se encuentran los mayas, lacandones o tojolabales, entre otros, con muy poco mestizaje entre ellos.
La investigación ayuda a explicar los patrones de asentamiento de México y tiene implicaciones médicas para mexicanos y personas con herencia mexicana.
Los cambios genéticos más pequeños pueden llevar a diferencias médicas relevantes, situando algunos grupos étnicos en una posición de mayor o menor riesgo de enfermedades. Por ejemplo, el equipo de Bustamante analizó una medida estándar de la función pulmonar, en la que normal se define de forma distinta en función del ancestro de la persona en cuestión.
La diversidad de la herencia mexicana se puso de manifiesto en la función pulmonar de los grupos mestizos estudiados por los expertos, entre los que se encontraban algunos que habían sido considerados como enfermos, cuando en realidad estaban perfectamente sanos.
«El hecho de tener ascendencia maya, por ejemplo, tiene repercusiones en cuanto a la medida clínica de la función pulmonar», afirma el experto.
Los patrones de migración mexicanos son similares a los del resto del mundo. Muy pocas personas se alejan de sus hogares y se instalan en una región completamente nueva, aislada del resto. Los miembros de la siguiente generación se casan entre ellos, por lo que extienden en el grupo las mutaciones genéticas que llevan consigo.
«Las personas llevaban vidas muy sencillas», comenta. «No había ciudades. No hubo necesariamente un impulso de migración en busca de una vida mejor económicamente hablando».
Bustamante reconoce que resulta sorprendente descubrir que muchos de esos grupos se mantuvieron aislados. En Europa, afirma, la genética muestra las oleadas de invasores que se apropiaron de vastas extensiones de tierra; en México, sin embargo, los indígenas conservaron sus territorios, al menos hasta la llegada de los europeos.