Los cocodrilos son más sensibles que los humanos

Por Redacción National Geographic
LAS MANDÍBULAS DE LOS COCODRILOS SON MÁS SENSIBLES QUE NUESTROS DEDOS

14 de noviembre de 2012

Pueden ser muy peligrosos, e incluso letales, pero resulta que los cocodrilos y los caimanes son también unos tipos sensibles. De hecho, según un nuevo estudio, sus fauces lo son más que las yemas de los dedos de los humanos.

Los caimanes tienen aproximadamente 4.000 minúsculos puntos negros en la cabeza, sobre todo alrededor de la mandíbula, en la boca y entre los dientes. Los cocodrilos, además, tienen el resto del cuerpo salpicado de estas pequeñas protuberancias, hasta un total de 9.000.

Los científicos conocían la existencia de estos puntos, llamados órganos sensoriales integumentarios (ISOs, por sus siglas en inglés), desde hace más de un siglo. Sin embargo, durante mucho tiempo su función fue un misterio.

Quizá, como sugirieron algunos, tenían una finalidad impermeable, o permitían detectar débiles campos eléctricos emitidos por sus presas o la presencia de sal, para localizar agua no potable.

En 2002 un estudio sobre estos animales desveló el misterio. Estas protuberancias pueden percibir las ondas de una gota de agua y, por tanto, hasta el más mínimo movimiento de una presa.

Hasta ahora, sin embargo, dos preguntas seguían intrigando a la comunidad científica: ¿cómo funcionan estos órganos y cómo de sensibles son?

Sentir lo imposible

Duncan Leitch, estudiante de la Universidad de Vanderbilt, se encargó de resolver estos enigmas. Los resultados de su investigación aparecen publicados hoy en un informe del Journal of Experimental Biology elaborado con el biólogo Ken Catania.

Tras dar un curso de manejo de cocodrilos, Leitch encargó caimanes relativamente pequeños de refugios y cocodrilos criados para uso comercial.

Al examinar las protuberancias de 18 cocodrilos americanos y 4 cocodrilos del Nilo, descubrió que éstos contienen receptores de tacto especialmente diseñados para percibir la presión y la vibración, además de toda una serie de terminaciones nerviosas.

Los puntos no respondieron a la sal o la electricidad, pero sí al tacto de los filamentos von Frey (filamentos estandarizados parecidos al cabellos utilizados para medir los niveles de sensibilidad). De hecho, algunos puntos resultaron tan sensibles que podían detectar presiones demasiado pequeñas como para medirlas por este método.

«Al principio no podíamos creer que tuvieran tal reacción», declara Leitch. «Tanto mi profesor como yo cerramos los ojos y tocamos las yemas de nuestros dedos con los filamentos: ninguno sintió nada».

Más tarde, los investigadores pintaron las protuberancias nerviosas de unos cocodrilos muertos, siguiéndolos hasta el cerebro. Así, descubrieron que estaban unidos a un sistema procedente del nervio trigémino, relacionado con las acciones de morder, masticar y tragar. Qué curioso.

¿Por qué tan sensibles?

Según Kent Vliet, codirector de la Asociación de Zoos y Acuarios Crocodilian Advisory Group, el nuevo estudio sobre la sensibilidad de los cocodrilos «es muy interesante».

«Es exactamente lo que esperaba que alguien hiciera con los ISOs, estudiar la distribución y la electrofisiología, la única forma de responder a las preguntas sobre la función de estos minúsculos órganos».

¿Pero para qué necesitan los caimanes y cocodrilos tanta sensibilidad? Leitch tiene sus sospechas.

Cree que los animales utilizan su boca para sentir y atrapar comida (de hecho, ha grabado a cocodrilos haciendo exactamente eso).

Las hembras con crías también la utilizan para ayudar a éstas a salir de los huevos y sujetarlas entre las mandíbulas para protegerlas. «Sin duda eso exige mucha sensibilidad», comenta.

Leitch espera que futuros estudios establezcan cómo están representadas las sensaciones de las protuberancias en el cerebro de los reptiles, y quizá descubran también por qué los cocodrilos los tienen por todo el cuerpo, mientras que los caimanes sólo los tienen en la zona de las mandíbulas.

Teniendo en cuenta su entusiasmo, puede que sea él mismo quien lo consiga.

«Lo más interesante para mí es que un animal con escamas, tan duro, tenga una sensibilidad igual o superior a la nuestra», añade Leitch. «Tienen todos esos puntos tan pequeños e hipersensibles… Es increíble».

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