Las aguas saladas de Marte podrían albergar vida similar a la terrestre

Una investigación reciente de posibles aguas saladas «cambia por completo nuestra comprensión de la posibilidad de la vida en el Marte actual».

Por Maya Wei-Haas
Publicado 24 oct 2018, 12:24 CEST
Una nueva investigación de la química marciana sugiere que los microbios amantes del oxígeno y, en algunos casos, hasta animales simples como esponjas podrían prosperar en posibles aguas saladas en la superficie del planeta rojo.
Fotografía de NASA, JPL, Malin Space Science Systems

 

Marte es un lugar poco probable para que prospere la vida tal y como lo conocemos. La superficie es bombardeada por radiación que daña el ADN. El agua solo se ha confirmado en el gélido paisaje en forma de hielo y minerales hidratados. Y apenas hay una voluta de oxígeno en su ínfima atmósfera.

Pero los argumentos a favor de la vida en el planeta rojo acaban de fortalecerse un poco más con un nuevo estudio que sugiere que las aguas saladas que podrían existir cerca de la superficie podrían contener suficiente oxígeno disuelto como para sustentar formas familiares de vida microbiana. En algunos casos especiales, podría haber suficiente oxígeno para albergar animales básicos como esponjas.

La serie MARTE vuelve con una nueva temporada el 12 de noviembre.

Marte - Extraer agua en el planeta rojo

Esto no significa que exista vida en Marte. Los científicos ni siquiera están seguros de que fluya agua líquida sobre o cerca de la superficie. Sin embargo, la sorprendente investigación, publicada en Nature Geoscience, insinúa que quizá el ecosistema marciano moderno no sea tan inhóspito como creíamos.

«Esa es la cuestión de la habitabilidad; nunca creíamos que ese entorno pudiera contener tanto oxígeno», afirma el autor principal del estudio Vlada Stamenković, científico planetario y físico del JPL de la NASA. «Cambia por completo nuestra comprensión de la posibilidad de la vida en el Marte actual».

El misterio del manganeso

La fina atmósfera que envuelve el paisaje marciano está compuesta principalmente de dióxido de carbono, con trazas de nitrógeno y argón. Las mediciones de los rovers y las sondas orbitantes sugieren que el oxígeno supone un mero 0,145 por ciento del aire y se cree que se libera cuando la luz solar descompone algunas de las moléculas de dióxido de carbono.

Pese a ser una cantidad ínfima de oxígeno frente al casi 21 por ciento de la atmósfera de la Tierra moderna, existen indicios de que ocurre algo extraño con este gas vivificante en el planeta rojo.

En 2014, los investigadores mostraron su emoción al descubrir óxido de manganeso en la superficie de Marte. Kirsten Siebach, geóloga planetaria de la Universidad Rice que no participó en la investigación, explica que se cree que el manganeso se oxida y, a diferencia del óxido de hierro que proporciona al planeta su aspecto rojo característico, la formación de óxido de manganeso requiere la presencia de oxígeno o de microbios.

Algunos investigadores han sugerido anteriormente que este compuesto indicaría una antigua atmósfera marciana llena de oxígeno. Pero Stamenković y sus colegas pensaban que podría haber otra explicación.

Un forcejeo con el oxígeno

Con una temperatura media en superficie de -62 grados Celsius, Marte no posee grandes flujos de agua líquida. Hasta la fecha, no se ha confirmado ningún descubrimiento de charcos marcianos, solo se han detectado indicios de agua en el subsuelo. Sin embargo, los científicos creen que podría existir agua cerca de la superficie en forma de agua salada.

Cuando se añaden sales al agua, reduce ligeramente el punto de congelación de esta. De forma que añadir sales al hielo marciano —entre ellas sales de perclorato de calcio y magnesio, habituales en el polvo marciano— permitirá que ese agua congelada se vuelva líquida.

Pero las sales plantean otro problema: cuanta más sal se encuentre presente, menos oxígeno podrá contener el agua. Al mismo tiempo, cuanto más fría esté el agua, más oxígeno puede disolver. Es una especie de forcejeo con el oxígeno, con sales que expulsan el gas disuelto y temperaturas frías que lo absorben. Para averiguar qué efecto resultaría vencedor, los investigadores recurrieron a modelos matemáticos.

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    Crearon un modelo que pone a prueba esta idea en seis sales en concentraciones lo bastante altas para mantener el agua líquida a temperaturas de -133 grados Celsius a 26 grados Celsius. El modelo también incluyó la presión de aire media en Marte en diversos lugares del planeta rojo.

    Fluidos fascinantes

    Según sus resultados, las hipotéticas aguas saladas que son más frías que el punto de congelación del agua pura ofrecen mucho más oxígeno que el necesario para que prosperen microbios aeróbicos. Es más, sus mejores estimaciones con sales de perclorato sugieren que el agua contendría oxígeno suficiente para sustentar vida más compleja, como esponjas.

    El equipo también calculó la hipótesis más pesimista, aportando poco margen de error en los factores calculados por sus modelos. Con todo, las soluciones saladas contenían suficiente oxígeno para sustentar suficiente vida microbiana.

    «Nos dejó absolutamente fascinados», afirma Stamenković sobre la reacción inicial del equipo. «Lo recalculé todo cinco veces para asegurarme de que fuera real».

    Galería: Primeras imágenes de Marte

    Las concentraciones posibles en Marte son aún más altas de las que probablemente estaban presentes en las aguas de la Tierra hasta hace unos 2.350 millones de años, cuando los microbios expiraron oxígeno a la atmósfera y los terrícolas proliferaron. Y estas concentraciones de oxígeno en Marte podrían haber persistido durante millones de años.

    Dichas soluciones saladas serían «una buena sopa donde los organismos podrían crecer», afirma Jodi Young, oceanógrafa biológica de la Universidad de Washington que no participó en el estudio. Explica que, en la Tierra, las sales oxigenadas frías existen en la red de fisuras del hielo marino, donde encontramos una gran diversidad de formas de vida.

    Además, el oxígeno disuelto en el agua podría haber sido el causante de los óxidos de manganeso de Marte, aun sin una atmósfera llena de oxígeno. «Nuestra explicación no necesita de ninguna magia especial. Funciona en Marte hoy en día», afirma Stamenković.

    Siebach afirma que la idea en la que se basa la investigación es ingeniosa, pero también advierte de que tendrían que haber estado presentes concentraciones de oxígeno similares en la atmósfera marciana hace miles de millones de años para crear algunos de los óxidos antiguos observados en la actualidad.

    «Es difícil determinar hasta dónde se remontaría esto», afirma.

    Charcos habitables

    Está claro que antes de emocionarse por los microbios del Marte moderno, los científicos necesitan confirmar la existencia de embolsamientos de agua líquida en el planeta.

    «Hay muchas idas y venidas respecto al tema en la comunidad científica», afirma Siebach, risueña. Explica que cualquier charquito como ese sería pequeño y es posible que solo estuviera presente durante determinadas partes del día o ciertas estaciones.

    Señala también que, si los científicos logran identificar entornos posiblemente habitables, tampoco podrán acudir a ellos directamente. Los líquidos más abundantes en oxígeno estarían presentes en el agua más fría de los polos, donde hasta los rovers encuentran dificultades para mantenerse lo bastante calientes como para funcionar. Y los investigadores deberán ser metódicos y evitar la contaminación de Marte con microbios terrestres.

    «Si creemos que la vida terrestre puede sobrevivir en esa salmuera, debemos tener mucho cuidado al acercarnos a ella», afirma Siebach. Esta nueva investigación ofrece la tentadora posibilidad de poder descubrir vida en Marte en el futuro próximo.

    «En la Tierra, el oxígeno fue un gran impulsor de la evolución», afirma Stamenković, de forma que quizá su presencia en Marte podría haber dado impulso a la vida en un lugar aparentemente inhóspito.

    «No tenemos ni idea, pero me da esperanza poder explorarlo», afirma.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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