La Tierra tiene dos «satélites» ocultos

Por fin se ha confirmado la existencia de las enormes nubes de polvo de Kordylewski, observadas por primera vez en los 60, lo que podría afectar a los planes futuros de exploración espacial.

Por Andrew Fazekas
Publicado 7 nov 2018, 11:35 CET
Una ilustración (no a escala) muestra la posición de una de las nubes de Kordylewski en relación con la Tierra, luna y el sol.
Fotografía de Gabor Horvath

La luna de la Tierra podría no estar sola. Tras más de medio siglo de especulación y controversia, un equipo de astrónomos y físicos húngaros afirma haber confirmado por fin la existencia de dos «lunas» que orbitan alrededor de la Tierra y que están compuestas totalmente de polvo.

Según describen en Monthly Notices of the Royal Astronomical Society, el equipo consiguió capturar instantáneas de las misteriosas nubes que acechan a solo 402.000 kilómetros, casi la misma distancia que la de la luna.

Los investigadores habían inferido la presencia de varios compañeros naturales de la Tierra, pero las nubes de polvo no se observaron hasta 1961, cuando su homónimo, el astrónomo polaco Kazimierz Kordylewski, logró avistarlas. Pero incluso entonces se cuestionó su presencia.

«Las nubes de Kordylewski son dos de los objetos más difíciles de encontrar y, aunque están tan cerca de la Tierra como la luna, los investigadores acostumbran a pasarlas por alto en astronomía», afirma la coautora del estudio Judit Slíz-Balogh, astrónoma en la Universidad Eötvös Loránd, en Hungría. «Resulta intrigante confirmar que nuestro planeta posee pseudosatélites en órbita junto con nuestra vecina lunar».

La luna de la Tierra podría no estar sola. Tras más de medio siglo de especulación y controversia, un equipo de astrónomos y físicos húngaros afirma haber confirmado por fin la existencia de dos «lunas» que orbitan alrededor de la Tierra y que están compuestas totalmente de polvo.

Según describen en Monthly Notices of the Royal Astronomical Society, el equipo consiguió capturar instantáneas de las misteriosas nubes que acechan a solo 402.000 kilómetros, casi la misma distancia que la de la luna.

Los investigadores habían inferido la presencia de varios compañeros naturales de la Tierra, pero las nubes de polvo no se observaron hasta 1961, cuando su homónimo, el astrónomo polaco Kazimierz Kordylewski, logró avistarlas. Pero incluso entonces se cuestionó su presencia.

«Las nubes de Kordylewski son dos de los objetos más difíciles de encontrar y, aunque están tan cerca de la Tierra como la luna, los investigadores acostumbran a pasarlas por alto en astronomía», afirma la coautora del estudio Judit Slíz-Balogh, astrónoma en la Universidad Eötvös Loránd, en Hungría. «Resulta intrigante confirmar que nuestro planeta posee pseudosatélites en órbita junto con nuestra vecina lunar».

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    La luz polarizada en torno al punto de Lagrange 5 (punto blanco) contribuyó a revelar la presencia de una nube de Kordylewski.
    Fotografía de J. Slíz-Balogh

    Según los nuevos hallazgos, cada nube de Kordylewski mide 15 por 10 grados de ancho, algo igual a 30 por 20 discos lunares en el cielo nocturno. Esto significa que ocupa un área en el espacio de aproximadamente 104.000 por 72.400 kilómetros en tamaño real: casi nueve veces más ancha que la Tierra.

    Las propias nubes son enormes, pero se estima que las partículas individuales que las forman miden solo un micrómetro de diámetro. La luz solar que se refleja en estas partículas las hace brillar ligeramente, algo similar al resplandor en forma de pirámide de las luces zodiacales derivado del polvo repartido entre las órbitas de los planetas.

    Sin embargo, estas nubes satélites han permanecido ocultas en la oscuridad del espacio hasta ahora, ya que son muy tenues.

    «Es muy complicado detectar las nubes de Kordylewski con la luz galáctica, la luz estelar, la luz zodiacal y el resplandor celeste», afirma el coautor del estudio Gábor Horváth, físico de la Universidad Eötvös Loránd. Empleando filtros polarizadores especiales en las cámaras, los investigadores han logrado revelar la luz esparcida que se refleja en las partículas individuales dentro de las nubes.

    Más de un satélite

    Durante generaciones, los astrónomos han sugerido la posibilidad de que la Tierra tuviera más de un satélite. Existen cinco puntos específicos de estabilidad en el espacio profundo donde suponían que estarían ubicadas las lunas.

    Estos puntos clave orbitales se denominan puntos de Lagrange, donde el efecto de la gravedad de dos objetos orbitantes —como la Tierra y el sol— se ve compensado por la fuerza centrípeta de sus órbitas. Los objetos permanecen atrapados en posiciones relativamente estables y a distancias constantes de la luna y la Tierra.

    En los años 50, Kordylewski buscó primero en dos de estos puntos, L4 y L5, con la esperanza de hallar lunas sólidas. En lugar de eso, acabó revelando las primeras pistas de las nubes de polvo que orbitaban la Tierra.

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