¿Dónde está el límite del espacio? Depende de a quién se lo preguntes

Ante el objetivo de más países y empresas comerciales de viajar a la estratosfera, el debate sobre cómo definir el espacio exterior se está caldeando.

Por Nadia Drake
Publicado 28 dic 2018, 14:35 CET
Estación Espacial Internacional
La luna parece colgar en una balanza entre la atmósfera terrestre y la oscuridad del espacio en una imagen sacada desde la Estación Espacial Internacional.
Fotografía de Reid Wiseman, NASA

Pregúntale a cualquiera dónde se encuentra el espacio exterior y es probable que señale al cielo. Arriba, ¿verdad? Es simple.

Sin embargo, nadie sabe dónde termina exactamente el «espacio aéreo» y comienza el «espacio exterior». Quizá parezca trivial, pero definir esa frontera podría ser de gran importancia por una serie de razones, entre ellas qué humanos de altos vuelos pueden obtener el título de astronautas.

Ahora, con Virgin Galactic aparentemente a punto de lanzar a pasajeros de pago a trayectorias suborbitales, muchas personas se preguntan si esos turistas espaciales afortunados se ganarán sus alas de astronautas. Ahora mismo, según las prácticas estadounidenses, sí lo harían.

¿Supone eso un problema? «No, creo que es fantástico», declaró el astronauta de la NASA Mike Massimino, que ayudó a reparar el telescopio espacial Hubble.

En este artículo analizaremos las definiciones actuales del espacio, la confusión entorno a la demarcación y qué podría deparar el futuro.

¿Importa dónde empieza el espacio?

Los tratados internacionales definen el «espacio» como libre para la exploración y uso de todos, pero no se aplica lo mismo al espacio aéreo soberano sobre las naciones. La legislación que rige el espacio aéreo y el espacio exterior es diferente. No pasa nada si se vuela un satélite a 88 kilómetros sobre China si el espacio comienza en los 80 kilómetros, pero si se define el límite en 95 kilómetros, tu satélite podría ser considerado un acto de agresión militar.

«¿Dónde acaba el espacio aéreo de un país y empieza el espacio?», pregunta Jonathan McDowell, del Centro de Astrofísica Harvard-Smithsonian. «Cuando se acuerda una frontera espacial, se acuerda una frontera donde se aplica la legislación espacial».

Sin embargo, los Estados Unidos y otros países se han resistido a la delimitación formal e internacional del estación espacial internacional y sostienen que es innecesario y que «no ha surgido ningún problema legal ni práctico por la ausencia de dicha definición». Otros sostienen que delimitar una frontera será fundamental en el caso de que aumente la cantidad de programas espaciales nacionales y vuelos espaciales privados que incrementen la cantidad de tráfico suborbital.

¿Cuál es la definición actual de «espacio»?

La mayoría de los expertos afirman que el espacio comienza en el punto en que las fuerzas de la dinámica orbital son más importantes que las fuerzas aerodinámicas, o donde la atmósfera por sí sola no es suficiente para soportar una nave voladora a velocidades suborbitales.

Semana Mundial del Espacio: Estación Espacial Internacional

Históricamente, ha sido difícil colocar ese punto a una altitud específica. A principios del siglo XX, el físico húngaro Theodore von Kármán determinó que la frontera estaba a unos 80 kilómetros por encima del nivel del mar. Hoy, sin embargo, la línea de Kármán se encuentra en lo que la NOAA denomina «una frontera imaginaria» que se encuentra a casi 100 kilómetros sobre el nivel del mar.

La Federación Aeronáutica Internacional (FAI), que mantiene un registro de estándares y registros de astronáutica y aeronáutica, también define que el espacio comienza a 100 kilómetros de altitud. Al fin y al cabo, es un precioso número redondo.

Pero la Administración Federal de Aviación, la Fuerza Aérea estadounidense, la NOAA y la NASA suelen usar las 50 millas (80 kilómetros) como frontera, y la Fuerza Aérea concede alas de astronauta a quienes vuelan por encima de esta marca. Por su parte, los controles de misión de la NASA colocan la línea a 76 millas (122 kilómetros), porque ese es «el punto al que empieza a percibirse la resistencia atmosférica», según escribieron Bhavya Lal y Emily Nightingale, del Instituto de Política de CIencia y Tecnología, en un artículo de 2014.

¿Por qué nadie se pone de acuerdo?

«Al parecer, es una cuestión muy política», afirma McDowell.

No existe una distinción sencilla entre «espacio» y «no espacio», en parte porque la atmósfera terrestre no se desvanece de repente, sino que se va haciendo cada vez más delgada por encima de los 965 kilómetros, aproximadamente. En teoría, la Estación Espacial Internacional —que orbita a una altura media de 386 kilómetros— no estaría en el espacio si lo definiéramos como la ausencia de una atmósfera.

Además, no existe una sola altitud sobre la cual un satélite pueda permanecer en órbita de forma estable. McDowell afirma que esto depende del tipo de satélite y de su trayectoria orbital.

McDowell, un apasionado de las listas, recopilaba registros de cohetes, astronautas y otros objetos espaciales, y empezó a buscar una frontera internacional aceptada que le ayudar a decidir qué registros incluir. Cuando se dio cuenta de que no existía ninguna, decidió encontrar una revisando el tipo de cálculos que había realizado von Kármán.

Obtuvo las trayectorias orbitales públicas de 43.000 satélites y las clasificó según los puntos más bajos de sus órbitas (o perigeo) durante su desmantelamiento y reentrada atmosférica. Partiendo de esta base, se dio cuenta de que los satélites podían orbitar el planeta muchas veces bajo una altitud de 100 kilómetros, pero los que estaban por debajo de 80 kilómetros solían sufrir una muerte rápida y ardiente.

Al final, había vuelto a hacer los cálculos de von Kármán y descubierto que las contribuciones atmosféricas de las naves en órbita se vuelven insignificantes sobre los 80 kilómetros de altura.

«Lo que no se ve son satélites que desciendan por debajo de los 70 y vuelvan a salir», explica. «Existe una frontera relativamente marcada, una frontera marcada decentemente, entre lo bajo que puede ser el perigeo y el punto a partir del cual no puedes salir».

Con empresas de vuelos espaciales suborbitales que se acercan al límite del espacio, ¿será 2019 el año en que lo definamos formalmente?

McDowell cree que es improbable, aunque está seguro de que el debate irá tomando velocidad a medida que las empresas de vuelo espacial comercial pasen más tiempo en la región a entre 80 y 320 kilómetros de altitud, donde orbita la estación espacial.

«Creo que, conforme la actividad espacial se introduzca en este sistema, aumentará la presión para acordar una frontera», afirma.

De hecho, la FAI afirma que, debido a los «apremiantes» análisis recientes que sugieren que el espacio debería encontrarse en torno a los 80 kilómetros de altitud, propondrá una reunión este próximo año para evaluar la idea.

¿Se llamará «astronautas» a los pasajeros de pago de los vuelos espaciales suborbitales?

A día de hoy, sí, al menos si salen desde un centro de lanzamiento estadounidense. La FAA y la Fuerza Aérea estadounidense están de acuerdo en que volar por encima de los 80 kilómetros sobre nuestro planeta cualifica a una persona para obtener el título.

¿Qué opinan los astronautas de la NASA sobre el tema?

Algunas personas podrían sostener que llegar a la órbita es lo que define a un astronauta. Sin embargo, «creo que Alan Shepard y Gus Grissom no estarían de acuerdo», afirma Terry Virts, excomandante de la Estación Espacial Internacional que ha pasado más de 213 días en órbita. «Son los dos primeros astronautas estadounidenses que no llegaron a la órbita».

Virts afirma que existe una gran diferencia entre ir a bordo de un vuelo suborbital de cinco minutos y emprender una misión orbital de seis meses, pero en todos los casos ambos tipos de personas se han ganado el título de «astronauta».

«Si atas el culo a un cohete, eso tiene que valer algo», afirma Virts. «Cuando era piloto de F-16, no me sentía celoso de los pilotos de Cessna porque los llamaran pilotos. Creo que todos van a saber si has pagado para ser un pasajero en un vuelo suborbital de cinco minutos o si eres el comandante de un vehículo espacial interplanetario. Son dos cosas diferentes».

Massimino está de acuerdo en que existe una diferencia importante entre que te seleccionen como astronauta de la NASA —«el entrenamiento, las dificultades, los rechazos, todo eso»— y ser un cliente de pago. Pero también está totalmente a favor de que los turistas espaciales obtengan este título.

«Creo que si superas esa línea, eso te cualifica como astronauta», afirma. «¡Cuantos más, mejor!».

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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