Nuestra galaxia se estrellará con la vecina Andrómeda, pero ¿cuándo?

A partir de las mediciones de la sonda Gaia, se han ajustado las predicciones de cuándo y cómo colisionará la Vía Láctea con la cercana galaxia Andrómeda.

Por Nadia Drake
Publicado 11 feb 2019, 11:03 CET
Andrómeda
La galaxia de Andrómeda, también denominada Messier 31, resplandece en una nueva imagen de la Zwicky Transient Facility en California.
Fotografía de ZTF, D. Goldstein and R. Hurt Caltech

Nuestra galaxia, la Vía Láctea, está destinada a colisionar con su vecina de mayor tamaño, un brillante conjunto de estrellas conocido como la galaxia de Andrómeda. Físicos de renombre han predicho este cataclismo y los astrónomos saben que, cuando se asiente el polvo espacial, ninguna galaxia será la misma: casi 1.000 millones de años después del primer contacto, ambas se unirán para formar una galaxia elíptica mucho más grande.

Pero las nuevas mediciones de las estrellas de Andrómeda llevadas a cabo por el telescopio espacial Gaia de la Agencia Espacial Europea modifican las predicciones sobre el momento y la forma en que se producirá dicha colisión.

Observa la Vía Láctea en el cielo de Míchigan
Bajo la ola creciente de la Vía Láctea y la lluvia de meteoros de las Líridas, las Upper Falls del río Tahquamenon fluyen con tonos de color castaño rojizo en remolinos bordeados de hielo. Más allá del pequeño estanque de las cataratas, la superficie del río sigue congelada, pese a estar en primavera. El fotógrafo Dustin Dilworth empleó software para encontrar la fecha y la hora de la trayectoria de las estrellas a través de la imagen. Con tres cámaras, Dilworth sacó unas 6.000 fotos en la madrugada del 19 de abril, como parte de la Semana Internacional del Cielo Oscuro, que conciencia sobre la contaminación lumínica.

Según informa un equipo de astrónomos en el Astrophysical Journal, la fecha original prevista, 3.900 millones de años, se ha pospuesto unos 600 millones de años. Y, en lugar de una colisión frontal, los astrónomos predicen una colisión inicial más «de refilón», como si chocáramos con el retrovisor de nuestro vecino.

«El panorama general no es muy diferente. Pero las trayectorias orbitales exactas son distintas», afirma Roeland van der Marel, autor del estudio, del Instituto de Ciencia del Telescopio Espacial.

¿Es una buena noticia? Parece que, a pesar de todo, la colisión es inevitable.

Sí, es inevitable. Andrómeda, que actualmente se encuentra a 2,5 millones de años luz de distancia, se precipita hacia la Vía Láctea a casi 402.000 kilómetros por hora.

Los astrónomos lo saben desde que Vesto Slipher apuntó un telescopio a Andrómeda y midió el movimiento de la galaxia en 1912. (Por aquel entonces, no se sabía que se trataba de una galaxia, ya que el saber convencional sugería que se trataba de una nube nebulosa dentro de la Vía Láctea. Huelga decir que los cálculos de Slipher sugirieron que se debía reconsiderar esa idea.)

Más adelante, usando el telescopio espacial Hubble, se pudo medir el movimiento lateral de Andrómeda, que determina si las galaxias están destinadas a un choque directo o a un roce cósmico. A partir de esas observaciones, en 2012, van der Marel y su equipo predijeron una colisión directa dentro de casi 3.900 millones de años, una predicción que acaban de recalcular.

«Es interesante, aunque es en cierto modo una modificación bastante pequeña de lo que sabíamos antes», afirma Brant Robertson de la Universidad de California, Santa Cruz.

¿Qué ha hecho Gaia que no haya hecho Hubble?

Gaia analizó 1.084 de las estrellas más brillantes de Andrómeda y midió sus movimientos. A continuación, van der Marel y su equipo promediaron dichas observaciones y calcularon por primera vez el ritmo de rotación de Andrómeda. También realizaron nuevos cálculos del movimiento lateral de la galaxia.

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    Esta última observación es «endemoniadamente complicada en estas distancias», explica Julianne Dalcanton de la Universidad de Washington.

    Con esas cifras nuevas, el equipo recalculó la trayectoria de Andrómeda empleando modelos informáticos. Cuando aceleraron la galaxia, esta adoptó una trayectoria ligeramente diferente y más tangencial hacia la Vía Láctea, lo que retrasaba la colisión final y daba como resultado un roce, no un choque frontal.

    Ahora, las predicciones sugieren que dicho roce inicial tendrá lugar dentro de 4.500 millones de años, algo que no sorprende a Dalcanton.

    «Como hablamos de dentro de miles de millones de años a partir de ahora, incluso los cambios ligeros en los movimientos actuales pueden suceder de manera muy diferente cuando se “aceleran” a lo largo de eones», explica.

    Entonces, ¿cómo se producirá este encuentro galáctico?

    En su primera aproximación, las dos galaxias se encontrarán a 420.000 años luz, lo bastante lejos la una de la otra como para que sus brillantes discos no interactúen. Sin embargo, las galaxias están incrustadas en una gran cantidad de materia oscura y, cuando la Vía Láctea y Andrómeda se crucen, esos halos galácticos se quebrarán.

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    «Esto provoca fricción, lo que hace que se ralenticen y pierdan energía, y que se junten de nuevo», explica van der Marel.

    En otras palabras, las galaxias cambiarán de sentido y colisionarán, atravesándose, dando la vuelta y colisionando de nuevo. Esto ocurrirá una y otra vez hasta que dichas colisiones den lugar a una sola galaxia.

    ¿Qué significa esto para la Tierra?

    Como ocurría con la predicción inicial, esta colisión no supondrá gran cosa para cualquier forma de vida terrestre que pudiera existir dentro de 4.500 millones de años. El espacio es grande y las estrellas están muy separadas entre sí y, aunque las galaxias colisionen, las estrellas rara vez chocan entre sí.

    «Aún podríamos estar orbitando alrededor del sol en una órbita de orientación más aleatoria dentro de una gran galaxia elíptica», afirma van der Marel.

    Con todo, el espectáculo de luz cósmica que se producirá promete ser bastante espectacular. Conforme las dos galaxias se acerquen, Andrómeda será cada vez más grande en el firmamento hasta distorsionarse finalmente en una espiral deforme a medida que la gravedad de la Vía Láctea tire de ella. Entonces, cuando las galaxias empiecen a experimentar un efecto bumerán y colisionen, los gases comprimidos desencadenarán explosiones de formación estelar.

    «En ese momento, tendrá un aspecto precioso en el cielo», afirma van der Marel.

    La cuestión es si quedará vida en la faz de la Tierra para presenciarlo. Para entonces, el sol estará convirtiéndose en una gigante roja, una etapa natural en la evolución estelar. Cuando eso ocurra, su brillo aumentará y se hinchará, tragándose Mercurio y Venus y convirtiendo la Tierra en un fragmento tostado de carbón planetario.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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