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Página del fotógrafo
Gena Steffens
Dentro de una sala de incubación casera en la aldea de Cotocá Arriba, Córdoba, una tortuga de río en peligro crítico de extinción echa un primer vistazo al mundo al salir de su caparazón.
La policía medioambiental, acompañada por un trabajador de la autoridad medioambiental regional del departamento de Córdoba y los miembros de la comunidad local, libera a tortugas hicoteas incautadas en la naturaleza a las afueras de la localidad de Cereté.
Eduardo Torres, a la derecha, sostiene una tortuga hicotea en el Centro de atención y valoración de fauna silvestre de Montería. La policía medioambiental incautó esta tortuga junto a otras tortugas y una boa constrictor durante la Cuaresma.
Los cazadores del noroeste de Colombia usan máscaras hechas de hojas anchas y sólidas como camuflaje para poder acercarse a las tortugas y a otros animales, como aves migratorias y limícolas. La caza aún es una actividad fundamental para los agricultores de subsistencia de la región.
Suelen usarse arpones caseros llamados chuzos para cazar tortugas que hibernan bajo tierra durante los meses más secos del año. Los cazadores se desplazan lentamente sobre el terreno y clavan el chuzo en el suelo una y otra vez hasta que la punta metálica atraviesa el caparazón de una tortuga y emite un sonido distintivo.
Durante las sequías anuales en zonas rurales, los caladeros se agotan. Tanto tortugas como aves migratorias, como el suirirí piquirrojo (atado a la silla de montar de este hombre), se convierten en fuentes de proteína fundamentales para comunidades de toda la región, muchas solo accesibles a caballo.
Las tortugas y su carne son una parte tan importante de la cultura regional que se conmemoraban con monumentos como esta estatua de un hombre tortuga en San Marcos. Para el sociólogo colombiano Orlando Fals Borda, la figura simbólica es una «personificación de la resistencia y la expresión casi totémica del caparazón del pueblo contra la acción hostil de la naturaleza y las poderosas gentes de sociedad».
Rehidratan en un cubo a tortugas hicoteas descubiertas por la policía en la parte trasera de una camioneta. Como su carne suele descomponerse rápidamente, las tortugas se capturan y se mantienen con vida hasta que las echan —aún vivas— en ollas de agua hirviendo para comerlas durante la Cuaresma. Muchas tortugas mueren durante el estresante viaje a zonas urbanas. La decoloración de los caparazones de estas tortugas es una señal reveladora de que las han manipulado con brusquedad.
Comprar, vender y traficar con tortugas es ilegal, pero aún es una práctica habitual. La aplicación de la ley es desigual. En la foto, un grupo de tortugas hicoteas atadas se venden en una carretera del departamento de Sucre en los días previos a la Semana Santa.
Carlos Olivo ha cazado tortugas toda su vida. Ahora forma parte de Econbiba, un proyecto de desarrollo comunitario centrado en el ecoturismo y la protección de la tortuga de río en la aldea de Cotocá Arriba.