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Página del fotógrafo
Jacquelyn Martin
Ser albino en Tanzania puede implicar estar condenado a muerte… Desde 2006, 71 personas con falta de pigmentación en ojos, piel o pelo han sido asesinadas. Otras 29 han sido atacadas. En Tanzania, hay un avino por cada 1400 habitantes, una media muy por encima de la mundial, que cuenta con 1 por cada 20.000. La persecución a la que se ven sometidos viene de una arraiga tradición que dice que son espíritus inmortales o que traen mala suerte.
En un dormitorio sobreocupado del centro de protección Kabanga, los niños conviven entre las mosquiteras. Protegidos tras los muros del lugar de los brujos y los cazadores, estos niños están a salvo por el momento, a pesar de que tristemente, sus futuros no sean nada esperanzadores.
Zawia Kassim, una estudiante de la escuela primaria de Kabanga, sueña con ser profesora algún día. Actualmente tiene 12 años y una asistencia escolar, pero su futuro es desesperanzador, pues no existe una infraestructura educativa de nivel medio y superior, además de que en algunas comunidades los consideran discapacitados.
Maajabu Boaz, de 20 años, tiene que portar cuchillos cada vez que abandona su hogar simplemente para proteger su vida. Su reputación ha protegido a los niños de su pueblo ante ataques, al menos por el momento. Al menos 10.000 albinos de África oriental han tenido que desplazarse o que escapar. Los brujos les persiguen para poder comerciar con pociones y otros objetos fabricados con sus huesos, pelo y pieles.
Mercaderes comercian con “medicinas” en el Mercado de Mgusu. En Tanzania, donde la renta per cápita anual en 2010 era de 442 Dólares americanos, una extremidad de albino se pagaba a 2.000. Desde que las autoridades han comenzado a proteger a los albinos, los comerciantes se han dado cuenta de que el precio de la magia ha de aumentar.
Otro de los grandes problemas a los que se enfrentan los albinos en Tanzania es el sol. La despigmentación de su piel y la alta exposición hacen que tengan enormes problemas de cáncer de piel. En la foto, Angel Salvatory, compra ropa con la que protegerse del constante sol al que ha de enfrentarse a diario.
Un hombre pasa junto a la Casa Blanca en Washington, DC, el 29 de octubre. En Washington, los vientos soplan a unas 20 millas (32 kilómetros) por hora, con ráfagas de hasta 36 millas (56 kilómetros), según el Washington Post.