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Página del fotógrafo
Neil D'Cruze
Los cazadores hierven a los pangolines para quitarles las escamas, que a continuación venden a intermediarios para que las pasen de contrabando a China.
Un cazador sostiene un pangolín joven en el noreste de la India.
Una cuerda atraviesa unos agujeros en el hocico de Sridevi. Cuando los osos cumplen unos ocho meses, sus dueños les perforan la piel y el cartílago del hocico con una barra de hierro candente. Por esos agujeros atraviesan una cuerda o una cadena para poder controlar a los osos.
En la comisaría, el dueño de Rangeela coloca el pie sobre una cuerda atada a la boca del oso. Han extraído los dientes a ambos animales, una práctica común en los osos bailarines. En la naturaleza, los osos perezosos comen termitas. Estos osos sobreviven con una dieta a base de arroz y leche.
A las 3 de la mañana en la comisaría de policía, Rangeela está atado a un banco; sus dueños están sentados tras él. Los dueños «pasaron por un abanico de emociones», explica Neil d'Cruze, que presenció el rescate. «Conmoción, negación, ira, miedo, lágrimas y cooperación».
Sridevi, el otro oso rescatado, tumbado junto a sus tres dueños frente a una comisaría de policía en el sur de Nepal. Es probable que ambos animales fueran capturados por furtivos cuando eran cachorros y que los entrenaran para ser sumisos mediante técnicas dolorosas.
Rangeela, uno de los dos osos perezosos rescatados, junto a su dueño, que agarra la cadena que atraviesa su hocico. Durante años, han obligado a Rangeela a bailar frente al público.