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Página del fotógrafo
Stefan Christmann
Antes de salir al mar para cazar durante dos meses, un pingüino emperador hembra ayuda a su pareja a transferir el huevo a sus patas. La delicada rutina debe ser rápida o el huevo podría congelarse. Las aves no voladoras dependen de las plataformas de hielo marino congelado de la Antártida para encontrar pareja, aparearse y criar a sus polluelos. Pero a medida que aumentan las temperaturas, las plataformas desaparecen.
En otoño, los pingüinos emperadores comienzan su viaje de casi diez kilómetros desde el mar hasta su zona de cría en la bahía de Atka, en la Tierra de la Reina Maud de la Antártida. El calentamiento del clima está fundiendo la banquisa que precisan para encontrar pareja.
Los pingüinos emperadores viven en la Antártida, uno de los entornos más duros del planeta, donde las temperaturas pueden descender a -45 grados centígrados y los vientos alcanzan velocidades de hasta 160 kilómetros por hora. Al principio del invierno, las madres ponen un solo huevo sobre el hielo, lo empujan bajo las patas de su pareja (como hace la hembra de la foto) y después salen a mar abierto, donde pasan dos meses alimentándose. Como sentarse sobre el huevo lo dejaría congelado, los pingüinos macho lo cubren con una sección de piel adaptada llamada placa de incubación o incubatriz. A lo largo de los meses de frío brutal, durante los que los padres no se alimentan, se apiñan para mantenerse con vida a sí mismos y a los huevos. Pierden casi la mitad de su peso antes del regreso de sus parejas. Aunque sean padres dedicados, estos padres no pueden hacer nada respecto a la pérdida del hielo antártico, que podría conducirlos hacia la extinción.
Stefan Christmann obtuvo la máxima distinción en la categoría «premio al conjunto de obras» por su trabajo en la plataforma de hielo de Ekström en la Antártida. Sacó esta imagen de más de 5000 pingüinos emperador en un día muy frío durante un breve momento de ocaso.