Unir las piezas del tiempo, el rompecabezas definitivo

Por Alexa Keefe
Serengeti, día y noche
Wilkes y su asistente estuvieron 30 horas subidos en una plataforma a 18 metros del suelo detrás del escondrijo de un cocodrilo, de manera que los animales no los pudieran ver. La familia de elefantes entraba en la imagen justo cuando él y su ayudante se habían reincorporado a disparar después de un pequeño descanso para descargar los archivos (cada disparo son 20Gb de almacenamiento). Si hubiesen pasado cinco minutos antes, se los habrían perdido.
Fotografía de Stephen Wilkes

Cada imagen de la serie de Stephen Wilke, Day to night (“Del día a la noche”), está compuesta por una media de 1500 fotografías capturadas con disparos manuales en un periodo de 16 a 30 horas según el lugar. Durante este proceso, Wilkes debe mantener la línea del horizonte recta y conservar la continuidad, lo que significa mantener la cámara totalmente quieta.

Después, tarda semanas en hacer la posproducción uniendo las mejores partes de las fotografías en una imagen final compuesta por capas de instantáneas. Es básicamente el tiempo comprimido. Para Wilkes, la parte emocionante es poder enseñarle a la gente algo más que una fotografía, algo que proporciona una experiencia multidimensional, tal y como él lo describe: una ventana a un mundo donde juegan a lo largo de la imagen el espectro de tiempo completo, la luz y la experiencia. Tratamos con una perspectiva que no habíamos visto antes, la que nuestros ojos nunca podrían tener por si mismos.

Biblioteca pública de Nueva York, Estado de Nueva York.
Fotografía de Stephen Wilkes

En el campo Wilkes se encomienda a una pequeña posición elevada por encima de un paisaje natural o urbano. Desde aquí comenzará a ver el desarrollo de la narración: los seres vivos interactuando con el entorno mientras van pasando la luz y el tiempo. A este punto panorámico lo llama “el asiento definitivo del gato gris”- desde el que puede disfrutar del placer de mirar sin ser descubierto por los participantes de la escena que tiene debajo.”

Este proceso en preciso y meticuloso. “Busco un lugar solitario del tablero,” dice. “Y entonces decido donde comienza el día y termina la noche.” Cualquiera que sea el ángulo- no importa si está en diagonal hacia arriba, hacia abajo, de adelante hacia atrás o de atrás a adelante- se convierte en lo Wilkes llama el vector tiempo. “Mi ojo se mueve por la escena basándose en el tiempo. Mi enfoque cambia dependiendo de donde está el tiempo.”

Wilkes fija su cámara en ese ángulo, después pasa su ojo a través de la escena antes de presionar el botón del obturador cuando ve que es el momento en el que quiere hacer la captura. “Es el último rompecabezas cerebral,”comenta, “como un sudoku mordaz.”

Mientras fotografía estas imágenes Wilkes no duerme, solo se permite una breve meditación aquí y allí (aunque su asistente tiene orden de disparar si ve algo). No descansa a no ser que el sol o la luna estén en la posición correcta como para poder perderse alguna de las imágenes ya que que no puede haber ningún salto en la transición de luz a lo largo del día.

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    Regata Storica, Venecia
    Fotografía de Stephen Wilkes

    No existen las repeticiones. Está totalmente a merced de los elementos, saliendo sano y salvo de una tormenta de truenos en una grúa llena de material eléctrico o esperando que el avance de un frente no eclipse una puesta de sol en lo que en otro momento sería un día perfecto. “Salgo con una gran cantidad de energía positiva”, dice. “Y no la pierdo. Porque nunca se sabe. Y a veces, aunque pueda ser una de las peores situaciones en términos de tiempo, esto te puede traer algunas de las fotos más espectaculares”.

    ¿Y qué es lo que le lleva a someterse a estas pruebas extremas de resistencia tanto física como mental? “Soy un coleccionista”, comenta. “Cuando eres un coleccionista y te estás perdiendo una de las piezas de la colección, recorres distancias increíbles. Esperaré. Haré lo que tenga que hacer. Adoro coleccionar momentos de magia. Eso es lo que hago”.

    Lo que comenzó hace seis años como un proyecto urbano -“un poema de amor a la ciudad de Nueva York”, como él lo llama- se ha desarrollado de forma que abarca lugares alrededor del globo, incluidos entornos naturales. Más abajo, Wilkes comparte algunas de las historias detrás de las de las fotografías incluidas en la historia de portada del número enero de 2016 de la revista National Geographic, en la que se habla de la fuerza de los parques naturales.

    Wilkes y su asistente estuvieron 30 horas subidos en una plataforma a 18 metros del suelo detrás del escondrijo de un cocodrilo, de manera que los animales no los pudieran ver. La familia de elefantes entraba en la imagen justo cuando él y su ayudante se habían reincorporado a disparar después de un pequeño descanso para descargar los archivos (cada disparo son 20Gb de almacenamiento). Si hubiesen pasado cinco minutos antes, se los habrían perdido.
    Fotografía de Stephen Wilkes

    Parque Nacional de Seronera, Serengueti, Tanzania.

    Para la imagen de arriba, Wilkes pasó dos semanas buscando localizaciones en el Serengeti y consiguiendo los permisos para fotografiar el parque. Esto no es una tarea fácil, ya que la seguridad en el parque por las noches es escasa debido a la presencia de cazadores furtivos. Al principio quería fotografiar el pico de la migración, pero llegó durante una sequía de cinco semanas, cuando los animales no seguían los patrones convencionales. Lo que parecía una mala carta terminó siendo una suerte al terminar encontrando una charca a la que acudían elefantes, cebras, ñus, suricatas e hipopótamos.

    Era la primera vez que Wilkes fotografiaba una narrativa animal en contraposición a la humana, sin embargo, al hacerlo descubrió una lección muy valiosa.

    “Hay un mensaje precioso en esta fotografía”, dice. “Los animales estaban sedientos de agua y todos la compartían. Los observé durante 26 horas mientras bebían y se bañaban en esta solitaria reserva. Y apenas se gruñían unos a otros. Te das cuenta de que los animales realmente lo entienden. Y nosotros deberíamos entender la idea de agua como una reserva para compartir”.

    Para sacar esta fotografía, Wilkes pasó 26 horas en una plataforma con un ángulo de 45 grados enganchada al lateral de una roca que sobresalía.
    Fotografía de Stephen Wilkes

    Tunnel View, Parque Nacional de Yosemite.

    Para esta imagen se inspiró en la pintura de Albert Bierstadt, Yosemite Valley. Wilkes se la llevó impresa mientras buscaba la localización. Conseguir esta vista quizás requería el mayor desafío a la hora de organizarse: atado por dos asistentes al borde de un afloramiento rocoso con un ángulo de 45 grados en el área de un tablero de contrachapado de 4 por 8. Un paso en falso y la cámara habría podido caer precipicio abajo. “Mi asistente reconoció el terreno por mí y subimos el día de los preparativos”, dice Wilkes. “Y dije: ¡Dios mío, Brian! ¡No habías dicho que fuese a ser así! Ya no tengo 14 años. ¿Estás de broma?¿26 horas en este saliente? ¿Estás loco?”.

    Pero una vez que empezaron a disparar Wilke se concentró únicamente en cómo fluía y descendía la luz y en la gente delante de él. “Una vez que encuadro la imagen, lo siguiente es encontrar un enfoque diferente, el impulso que hace que las imágenes funcionen”, explica. “Una vez que me infecto, la enorme belleza de lo que estoy haciendo lo sobrepasa todo. Da igual cuál sea mi miedo, una vez que veo la escena a través de los objetivos todo cambia. Desconecto y me sitúo al margen de la realidad física”.

    Wilkes pasó 16 horas subido a un cosechador de cerezas a 24 metros del suelo en un campo de softball, el sitio perfecto para captar la mayoría de la acción que ocurría durante el florecimiento de los cerezos en flor.
    Fotografía de Stephen Wilkes

    Cuenca Tidal, Washington D.C.

    Capturar los cerezos en flor es complicado, especialmente durante el cambiante tiempo primaveral en Washington. “Puedes pasarte cinco años diciendo 'este año vamos a ir', y nunca coges bien las flores. El hecho de que las encontrásemos en uno de sus días de apogeo fue asombroso -sin frío ni lluvia- con vientos inferiores a 16 kilómetros por hora”.

    Wilkes y su editora de fotografía Kim Hubbard buscaron la localización exacta, finalmente encontraron este punto de vista que recoge la cuenca Tidal (Tidal Basin), la gente disfrutando en West Potomac Park, y muchos de los monumentos. “Estaba buscando y pensé: 'si pudiese fotografiar esto, podría ver el amanecer sobre el Jefferson Memorial y el crepúsculo sobre el Monumento a Washington'”, dice. “Sabía que iba a conseguir un buen discurso humano”. A Wilkes no le permitieron llevar esa grúa tan pesada, así que cogió una recolectora de cerezas de 24 metros de alto que se elevaba lo suficiente como para captar una vista amplia y a la vez podía ser zarandeda por los aviones que despegaban y aterrizaban en el cercano Aeropuerto Nacional Reagan, todo un reto cuando de lo que se trata es de intentar permanecer lo más quieto posible para las largas exposiciones nocturnas.

    Pese a todo, Wilkes estuvo 16 horas fotografiando sin descanso. Le preguntamos cómo manejaba la llamada de la naturaleza, y mencionó una colección de botellas rojas antes de resumirlo: “El alcance de la llamada es que no quieres beber demasiado y tampoco quieres tomar demasiado café. Voy a donar mi vejiga a la ciencia cuando haya terminado con este proyecto”.

    Fotografiando desde el la torre del mirador del desierto, Wilkes hizo esta imagen del borde sur del Gran Cañón en 27 horas. Este punto de vista le permitió ver la escala de la gente a lo largo del mirador.
    Fotografía de Stephen Wilkes

    South Rim, Gran Cañón

    “Cuando salió el sol probablemente tenía una de las formaciones de nubes más impresionantes que se podrían pedir jamás”, dice Wilkes sobre cómo fotografiar esta imagen.

    “Era como una marca en el cielo. Fui expresamente para sacar esto a finales de julio, esperando llegar entre el comienzo y la mitad de la estación de tormentas de truenos. Tuvimos mucha suerte y al final del día pude capturar un rayo".

    “Puedes ver como se forman las nubes de agua. Esa historia -la capacidad de capturar el cambio entre las formaciones de nubes y el cielo, y cómo el día evoluciona de esa manera- se da de forma muy intensa en los parques. Porque parte de la magia del parque es que no importa cuando vayas, siempre pasa algo realmente emocionante”.

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