El nazi que se infiltró en National Geographic

Douglas Chandler, un colaborador de la revista durante la época de la Segunda Guerra Mundial, tenía un oscuro secreto.

Por Nina Strochlic
Publicado 9 nov 2017, 4:15 CET
El reportaje de 1937 de Douglas Chandler
El reportaje de 1937 de Douglas Chandler sobre Berlín para la revista National Geographic ilustraba a una ciudadanía satisfecha bajo la dictadura nazi. Posteriormente colaboró con los nazis, trabajando como propagandista en la radio.
Fotografía de Douglas Chandler, National Geographic Creative

En torno a las 10 de una noche de abril de 1941, un extraño programa de radio empezó a retransmitirse desde Alemania. Los oyentes estadounidenses que se habían conectado a una estación de alta frecuencia escucharon la melodía de «Yankee Doodle» y el sonido de los cascos de un caballo, seguidos de un hombre hablando. «Esta noche, yo, un observador estadounidense, he llegado galopando a la radio». Así empezaba la primera retransmisión.

Tras ese momento, cada noche —salvo los sábados— un hombre que se hacía llamar Paul Revere se dirigía a la nación con una virulenta perorata de propaganda pronazi —y antibritánica y anti-Roosevelt—.

Un mes después del lanzamiento del programa, en la noche del 26 de mayo de 1941, el presentador anunció que cumplía 52 años. Ahora, según decía, tenía «la misma edad que Adolf Hitler, el hombre más exitoso del mundo». A continuación, se presentó como Douglas Chandler, colaborador de la revista National Geographic.

Douglas Chandler (a la izquierda) a su llegada para su juicio en Boston en 1947, donde se enfrentaría a cargos por traición.
Fotografía de Ap

En la sede de National Geographic en Washington D.C., estaba circulando una nota entre los editores principales con un recorte de prensa de The Washington Post: «El ‘Paul Revere’ nazi es originario de Baltimore». Empezaron a llegar numerosas cartas de suscriptores de la revista que habían estado escuchando las denigrantes retransmisiones en las que Chandler se había jactado de su empleo al mismo tiempo que hablaba repetidamente en contra de la dirección de la revista.

«No podría haberme sorprendido más si hubiera hablado mal del Informe Anual de la Ladies’ Benevolent Society», escribió un lector preocupado que había oído la mención de la revista una docena de veces. «Esto es lo que me resulta curioso: ¿cómo es que los nazis le tienen tanto rencor a ‘National Geographic’?».

Tanto National Geographic como el FBI habían estado investigando los vínculos de Chandler con los nazis. Pero ahora, con esta revelación por radio, el público estadounidense descubrió que un escritor de la revista había defendido —muy enérgicamente— la causa nazi.

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¿Cómo se convirtió en nazi?

Nacido en Chicago en 1889, Chandler sirvió en la marina estadounidense durante la Primera Guerra Mundial, dedicándose a las ventas, mayoritariamente de cuchillas de afeitar y cremas faciales. Tuvo éxito como bróker a finales de la década de 1920, pero en un momento desafortunado: la subsiguiente crisis financiera se tragó sus ahorros junto con los de su rica mujer, Laura.

Por ello Chandler recurrió al periodismo. Aceptó un trabajo en el Baltimore News-American escribiendo una columna semanal de noticias, normalmente en verso. Era conocido entre amigos, editores y compañeros como un individuo encantador pero arrogante. Tanto en sus trabajos como a la hora de socializar empezó a mostrarse pesimista con el estado de América y empezó a culpar de sus fracasos a los judíos.

En 1931, los Chandler y sus dos hijas pusieron rumbo a Francia, donde Douglas descubriría dos nuevas pasiones: la fotografía y el movimiento nazi. Compró entonces una cámara Leica y empezó su carrera como freelance. Más adelante, visitó por primera vez Alemania donde —según el libro del historiador John Carver Edwards, Berlin Calling: American Broadcasters in Service to the Third Reichconoció al agregado del departamento de prensa nazi y al cónsul general en Múnich. Este último se lo llevó en un tour por Dachau, uno de los primeros campos de concentración nazis, donde Chandler se sintió impresionado por la limpieza de los barracones. Se marchó de Alemania convencido de que las autoridades estadounidenses estaban distorsionando la realidad sobre las condiciones de vida en aquel país.

En 1936, Chandler envió las fotografías de un viaje al norte de África a un conocido: John Oliver La Gorce, editor asociado en National Geographic. Chandler escribió que disfrutaba de la vida en el extranjero y tenía pensado quedarse allí «presuponiendo que no vaya a tener lugar ninguna catástrofe en la pobre Europa».

La Gorce no quiso publicar sus fotografías, pero le propuso a Chandler escribir un artículo sobre Berlín. La revista estaba buscando una historia que ilustrase «la vida de la gente, sus diversiones y pasatiempos, algo de la vida en los cafés, los intereses recreativos, el lado empresarial, las últimas novedades arquitectónicas, cómo se gestionaba el tráfico…»

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    Las tensiones políticas se encontraban en un máximo histórico. Por ello, La Gorce urgió a Chandler para que se ciñera a las reglas editoriales fundamentales de National Geographic, que requerían que las historias fueran «de naturaleza amable» y sobre todo apolíticas. «Sabemos que las condiciones actuales en Alemania son motivo de controversia y que es difícil escribir sin entrometerse en política y religión», escribió La Gorce, «pero eso se lo dejamos a otras publicaciones».

    Chandler se mostró conforme, señalando que ya había pasado varios días fotografiando la ciudad en la que Hitler había nacido y el lugar donde sus padres habían muerto para tener «una serie completa de fotos de todo lo relacionado a su juventud».

    Pocos meses después, envió una historia de 9.000 palabras titulada «Berlin, ciudad de ríos y árboles» junto con una carta asegurando que se había «mantenido fielmente al margen de todos los temas ‘controvertidos’ de los que me advertiste en tu carta». La Gorce felicitó a Chandler y depositó 500 dólares en su cuenta.

    El artículo resultante —47 páginas de imágenes impresionantes que mostraban los edificios cubiertos con esvásticas y descripciones que reverenciaban una ciudad bajo el dominio nazi— es uno de los más vergonzosos en la historia de National Geographic. El título propuesto se cambió por «Cambiando Berlín», pero no consiguió representar un país asediado por el totalitarismo y la persecución religiosa. En su lugar, las fotografías muestran el desfile por el cumpleaños de Hitler y a un montón de berlineses felices.

    «Desarrollar los cuerpos y las mentes de los muchachos y muchachas», se puede leer en un pie de foto, «y asegurar una raza fuerte que defienda Alemania en el futuro es una política del actual gobierno». La única pista de los problemas en Alemania era una única línea que describía las prácticas de carnicería: «Las matanzas Kosher están prohibidas en todas partes».

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    Arraigado en la ideología

    En 1937, Chandler conoció a Ulrich von Bulow, el hombre a cargo de reclutar estadounidenses y británicos para el ministerio de propaganda de Joseph Goebbels.

    Al mismo tiempo, siguió escribiendo para National Geographic. Informó sobre la democracia turca, la cultura báltica, la arquitectura belga y la monarquía yugoslava.

    Cuando Chandler volvió a Alemania en 1938, se sintió complacido al ver que el nazismo estaba arraigando. «Puedo ver aquí un admirable y fascinante nuevo orden social en proceso de florecer», escribió a un amigo.

    En 1939, cuando los Chandler se alojaban en un viejo castillo en Korcula, una isla en la costa dálmata, recibieron la visita de William Danforth, fundador de la empresa de comida para mascotas Purina y amigo de La Gorce. Cuando Danforth volvió a casa, escribió a La Gorce para expresar su gratitud por la presentación, pero añadió que «lo que me pareció alarmante… era que el señor Chandler era más pronazi y antisemita que cualquier hombre de cualquier nacionalidad que haya conocido durante mi viaje».

    Banderas con esvásticas ondean en el centro de Berlín, cubriendo un arsenal (a la derecha).
    Fotografía de Wilhelm Tobien, National Geographic Creative

    La Gorce ya albergaba sospechas: el año anterior, Chandler había escrito en una carta que el boicot de las universidades estadounidenses al Tercer Reich le había «avergonzado profundamente».

    Agradeció este consejo a Danforth y le aseguró que «le había dejado muy claro que National Geographic no se entrometía en controversias políticas ni religiosas y que sus artículos publicados estaban ausentes de propaganda o parcialidad».

    A continuación, envió a un empleado a Europa para visitar a los Chandler e investigar las acusaciones nazis. Pronto se confirmó la inclinación de los Chandler por los alemanes.

    La Gorce dio la orden de que se interrumpiera toda correspondencia con Chandler y que se cancelase su próximo encargo sobre Albania. También elaboró un informe completo sobre las actividades de Chandler para el gobierno estadounidense.

    Chandler, que entonces vivía entre Yugoslavia e Italia, se estaba convirtiendo en alguien cada vez más conspirativo. Cuando La Gorce dejó de responder a sus telegramas y cartas, echó la culpa a la influencia de los judíos en los medios de comunicación. Al dejar entrever demasiado sus opiniones, sus vecinos en Korkula, donde estaba viviendo, le acusaron de ser nazi y se declaró víctima de una caza de brujas liderada por judíos.

    La llamada de la patria

    En el invierno de 1940, el cónsul estadounidense en Italia ordenó a todos los estadounidenses regresar a casa. En su lugar, Chandler se hizo con un visado que le llevaría a él y a su familia a Alemania. Al llegar, ofreció inmediatamente sus servicios —pro bono— al servicio de propaganda de Goebbels, según narra el libro Berlin Calling.

    Von Bulow procuró a Chandler una franja de tiempo en «Zona Estadounidense», de la Reichs-Rundfunk-Gesellschaft (la red de emisoras del régimen nazi), un programa que llegó a Estados Unidos a través de radio de alta frecuencia y que pretendía cambiar el parecer del público para que estuviera en contra de la participación en la guerra. Cuando supo la noticia de que Chandler había sido contratado, Laura escribió en su diario: «Doy gracias a Dios por esta gran oportunidad que tiene Douglas para servir a Estados Unidos».

    Chandler se unió a un ejército de propagandistas que libraban una guerra a través de las ondas de radio. En Japón, Tokyo Rose se mofaba de los soldados estadounidenses. En una oficina cercana a la de Chandler en Berlín, William Joyce, presentador irlandés y estadounidense de nacimiento que se hacía llamar «Lord Haw-Haw», cargaba contra Winston Churchill con un acento chillón de clase alta. En abril de 1941, «Paul Revere» se unió a ellos.

    Los berlineses ricos cenan en un café al aire libre. Las palabras y fotografías de Chandler no proporcionan ninguna prueba del lado oscuro del nazismo.
    Fotografía de Douglas Chandler, National Geographic Creative

    Hitler y Goebbels habían dado instrucciones a Chandler para que siguiera un programa propagandístico de cinco puntos: un «arma de guerra psicológica» que más adelante se describiría en el juicio de Chandler por traición. Estipulaba que:  «1) El bolchevismo es el enemigo público. 2) Los judíos de todo el mundo apoyan el bolchevismo. 3) Los alemanes son las gentes más felices y con mejores cuidados del mundo. 4) Alemania es invencible. Y 5) Inglaterra es económica y políticamente decadente».

    El material específico para cada emisión se decidía en reuniones diarias dirigidas por Goebbels.

    En Berlín, Chandler nunca fue visto sin una esvástica en la solapa de su traje. Conducía un Mercedes granate con una bandera estadounidense pintada en uno de los lados. Un reportero de la revista Time que se reunió con él en Berlín le describía como «una persona alta, atractiva, de actitud tajante y vestimenta impoluta, y con el pelo gris como el acero».

    Cuando ya llevaba un mes emitiendo su programa, Chandler reveló su identidad mencionando a National Geographic una docena de veces. Casi de inmediato, los suscriptores que le escuchaban empezaron a escribir a la sede de la revista en Washington, D.C. La Gorce respondió personalmente a muchos de ellos.

    «Es algo repulsivo de la naturaleza humana que un hombre con gran inteligencia venda su derecho de nacimiento a cambio de oro nazi», respondió a uno de ellos, «pero como se ha observado a lo largo de la historia, estas cosas pasan de vez en cuando»

    También escribió a otro suscriptor: «En sus estúpidas retransmisiones probablemente intenta ‘desprestigiarnos’ a nosotros para conseguir más importancia, pero no va a ninguna parte. Si alguna vez intenta volver a Estados Unidos, este traidor recibirá su merecido».

    En un editorial titulado «El traidor nº1 de América», un antiguo amigo de Chandler llamado Albert A. Brandt escribía: «Al ensalzar la justicia, gloria e invencibilidad de los nazis, Douglas Chandler va más allá que Goebbels». Aunque también señalaba que Chandler todavía era «un hombre con un atractivo excepcional».

    Mientras causaba conmoción en su país de origen, Chandler no se encontraba satisfecho con su vida en Berlín. Sufría de hipocondría e insomnio y podía beber copiosamente sin mostrar signos de embriaguez. Cada sesión de grabación, según él, le hacía enfermar.

    «Durante la primera hora sufro un ataque violento de paroxismo nervioso centrado en mi plexo solar que me provoca violentas diarreas a diario mientras escribo», escribió con posterioridad.

    Chandler también se quejaba sin parar a sus superiores. Afirmaba amargamente que el departamento de propaganda no le había ayudado a encontrar un apartamento ni tampoco le había proporcionado una oficina adecuada. Además, todo le disgustaba: la música del programa, los otros anunciantes y que le dijeran qué tenía que decir. Sus jefes le expulsaron temporalmente y le amenazaron con presentar una demanda.

    La guerra y los pacificadores

    El 7 de diciembre de 1941, el ataque japonés sobre Pearl Harbor hizo que Estados Unidos entrase en la Segunda Guerra Mundial.

    El coche de Chandler, que llevaba la bandera estadounidense, fue confiscado por los alemanes. Ahora, sus actividades podían tener consecuencias más serias, pero tras un paréntesis de tres meses decidió continuar con el programa, tras razonar que «al final de la guerra, cuando vuelva a casa, si los demócratas siguen en el poder seré persona non grata entre las esferas oficiales, pero el pueblo me aclamará».

    Sus programas durante el año siguiente muestran que tenía conocimiento —y apoyaba— la «Solución Final» de Hitler para erradicar el judaísmo, medida que esperaba que América adoptase.

    «Sí, tenemos que vengar a Pearl Harbor por el medio que sea», dijo en la radio. «Pero no vengándonos de los japoneses... sino de los autores reales de esta guerra: los judíos. No está lejos el día en el que el grito yankee se alce para reclamar una gran purga, y las medidas empleadas por el Reich parecerán un juego de niños en comparación».

    Durante los días de Chandler en Berlín, se representó en un teatro el Motín del HMS Bounty. Un año después de la publicación de esta foto, la violencia se desencadenó en una infame noche conocida como "La noche de los cristales" (o Kristallnacht), cuando las tiendas y hogares de los judíos fueron incendiadas y destrozadas.
    Fotografía de Douglas Chandler, National Geographic Creative

    Mientras los estadounidenses luchaban contra el avance alemán, la afirmación de Chandler de que estaba trabajando en pro de los mejores intereses de América disuadiendo su entrada en la guerra se quedó obsoleta. «Lo único en lo que pensaba durante este período era... en la continuación de la existencia de lo que llamábamos la forma de vida americana», contó más adelante al FBI.

    En 1942, Estados Unidos empezó a procesar a los traidores. El verano siguiente, Chandler y otros tres —incluyendo al poeta Ezra Pound— fueron acusados. Chandler atribuyó esto al poder de los judíos.

    Sus emisiones se volvieron cada vez menos contundentes. Ponía música clásica y lanzó una serie de poesía con los trabajos de Walt Whitman y Alfred Lord Tennyson, afirmando que «los poetas y los músicos son los pacificadores definitivos».

    Las consecuencias de la posguerra 

    La caza de traidores de guerra comenzó poco después de que Estados Unidos declarase la victoria en Europa. Las autoridades encontraron a Chandler y su familia en un pueblo de Bavaria. Según Berlin Calling, Chandler pasó los primeros 15 minutos de su detención mirando estupefacto al capitán al que habían enviado para encontrarle. Después les preguntó si a los americanos les gustaba su programa.

    Chandler fue trasladado a un centro de detención del ejército estadounidense, donde escribió una autobiografía de 48 páginas. Fue uno de los 11 americanos enjuiciados por traición tras la Segunda Guerra Mundial. Su caso fue a juicio en 1947 y cautivó a todo el país. El gobierno americano no le había dado demasiado crédito a la guerra radiofónica nazi, pero posteriormente se calculó que entre 150.000 y 300.000 estadounidenses escuchaban estos programas

    «Hoy, en el estrado de los testigos del juzgado federal, se ha pintado una imagen verbal de Douglas Chandler como un insomne excéntrico que considera el suicidio e imagina que le persiguen agentes judíos», decía el Boston Traveler en la tercera semana del proceso.

    La guerra había pasado factura a Chandler, quien en ese momento tenía 58 años. Un relato en Berlin Calling decía: «A primera vista, este hombre encogido de aspecto cadavérico que se presentó en el juzgado se parecía a un conejo asustado. Aquellos que habían esperado una presencia satánica se mostraron decepcionados... Si Chandler representaba algo, ese algo era la verdad poética de la doctrina platónica: la maldad es la imperfección del ser».

    Los abogados de Chandler argumentaron que había ejercido sus derechos según la Primera Enmienda, y le defendieron como un «auténtico paranoico». Cuatro psiquiatras dijeron en su testimonio que tenía un «miedo obsesivo» a los judíos. Un doctor declaró que Chandler no había sido «capaz de resistirse a la oportunidad de hablar de sus opiniones sobre los judíos».

    Mientras se desarrollaba el juicio, National Geographic todavía intentaba separar su nombre del de Chandler. Este le dijo al FBI que la revista le había pedido que «estudiase» varios países para sus artículos, y el nombre de la publicación surgió con frecuencia durante el proceso judicial. Los reportajes periodísticos se referían a el como «corresponsal europeo», un «representante especial» y un «miembro de la plantilla editorial».

    Llegados a este punto, Theodore F. Koop, jefe del servicio de noticias de la revista, envió una circular a los periódicos de Boston: «El hecho es que Chandler no fue ninguna de esas cosas ni tuvo ninguna conexión con la revista National Geographic más allá de la de contribuidor freelance a quien se le ofrecieron varios artículos antes del comienzo de la guerra».

    La alegación de locura de la defensa de Chandler no se sostuvo frente al testimonio de 20 testigos, incluyendo 16 antiguos colegas alemanes. Antes de la sentencia, Chandler se levantó y dijo: «Por supuesto que no estoy loco, pero he permitido que me defiendan con las razones que ellos escogieron. Es la tragedia de mi vida que los avisos que proporcioné a mi país no fueran ni sean todavía aceptados. Sin embargo, el tiempo me dará la razón».

    Se le sentenció a cadena perpetua y a pagar una multa de 100.000 dólares. Quince años después, Chandler era el único «traidor de la radio» que todavía seguía en prisión. El fiscal general de Estados Unidos anunció que este recluso de 73 años sería liberado para que sus hijas cuidasen de él.

    El único asunto que quedaba era la multa. Un pastor episcopal presentó una apelación directamente al presidente John F. Kennedy. Cinco días después la pena de Chandler fue conmutada, y este volvió a Alemania.

    Pero National Geographic no se había librado todavía de este vergonzoso episodio. En 1970, Chandler escribió al editor Melville Bell Grosvenor reclamándole entre 200 y 300 dólares por gastos durante un encargo que había sido cancelado tras el descubrimiento de sus simpatías con los nazis.

    «Esta carta lleva varios días en mi mesa, y francamente no tengo ni idea de cómo responder», escribió Grosvenor en una circular a un colega. «Chandler es probablemente un anciano y parece que necesita dinero desesperadamente».

    Se sabe poco de la vida de Chandler tras esta carta. Pero algunos restos han resurgido en la red. 

    En un blog de principios de año 2000, dos comentaristas compartieron sus relatos sobre cómo habían conocido al entonces olvidado propagandista. Uno de ellos afirmaba haber compartido un vagón de tren con Chandler en Alemania a principios de la década de 1970. Pero entonces Chandler tendría unos 80 años y, según se sabía, estaba viviendo en las Islas Canarias con su esposa alemana, más joven que él. Comenzaron a hablar, según dice el comentarista, pero al parecer la cárcel no había cambiado la visión política de Chandler.

    «Fue un nazi impenitente hasta el final», escribía el comentarista. «De hecho, todavía se autodenominaba «el 'representante' de National Geographic en Europa»

    La infame historia de Chandler, "Cambiando Berlín", se publicó en nuestro número (estadounidense) de febrero de 1937.

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