La vida en 10 metros cuadrados en la torre de cubículos Nakagin

La torre de viviendas cápsula Nakagin, construida en 1972, fue un referente del auge económico de la posguerra en Japón. Ahora, su futuro es incierto.

Por Ye Ming
fotografías de Noritaka Minami
Publicado 9 nov 2017, 4:31 CET
Torre Nakagin
El exterior de la Nakagin Capsule Tower en 2015. El edificio cuenta con 140 cápsulas desmontables.
Fotografía de Noritaka Minami

A las afueras del lujoso distrito de Ginza, en Tokio, se encuentra la Nakagin Capsule Tower, una estructura inusual que en su día contuvo la visión futurista de Japón.

El edificio fue diseñado por Kisho Kurokawa, pionero del movimiento «metabolista», una corriente arquitectónica de la década de 1960 que insistía en la idea de los edificios como algo dinámico y adaptable a un paisaje urbano futuro en estado de cambio rápido y constante.

Desde el exterior, la torre tiene el aspecto de varias lavadoras amontonadas. Está formado por dos núcleos de hormigón, de 11 y 13 pisos de alto, sobre los que se han dispuesto cubículos «desmontables». Cada cubículo, con una superficie de 10 metros cuadrados, fue prefabricado en una nave industrial y a continuación se fijaron a los núcleos de hormigón usando cuatro pernos de alta resistencia. Estas cápsulas están equipadas con electrodomésticos básicos y un baño del tamaño del aseo de un avión.

El edificio se construyó en 1972 en solo 30 días. La visión de Kurokawa era que este edificio sería el amanecer de una nueva era.

En su lugar, la Nakagin Capsule Tower se convirtió en una utopía jamás cumplida. Sin embargo, era demasiado caro remplazar las cápsulas, planificadas para tener una vida útil de 25 años. La torre se eleva ahora como un anacronismo en medio de edificios más prácticos que han aparecido a su alrededor.

Cuando Kurokawa falleció en 2007, los residentes, hartos del hormigón en ruinas y de las fugas en las tuberías, votaron para derribar su obra maestra y remplazarla por un edificio de apartamentos convencional, un plan interrumpido por la crisis de 2008.

El fotógrafo Noritaka Minami empezó a elaborar una crónica de la vida y el destino de la torre Nakagin en 2010. En los siete años siguientes, regresó al edificio unas diez veces más. «Cada vez que visitaba el edificio, aprendía algo sobre su arquitectura y sobre sus inquilinos», afirma.

Algunos inquilinos se han mudado o han convertido sus cápsulas en oficinas, mientras que otros han optado por reformarlas y quedarse en esta vivienda única.

Minami evitó fotografiar a los inquilinos directamente, ya que prefería comunicar su presencia a través de sus objetos. «[La habitación] funciona como un recipiente de la identidad, los intereses personales, las aficiones y los gustos de la gente».

Con las motivo de los Juegos Olímpicos, que se celebrarán en Tokio en 2020, el desarrollo urbano ha comenzado de nuevo en toda la ciudad, y también se ha reavivado el debate sobre el futuro de la histórica torre.

Minami espera que se conserve la torre como símbolo de un movimiento cuyos conceptos para una vida urbana eficiente todavía conservan importancia hoy en día. También sirve como recordatorio de los caminos que no hemos tomado y un futuro que nunca llegó.

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