Montserrat, Heinrich Himmler y el cáliz de Cristo

El líder de las SS, Heinrich Himmler, visitó la Abadía de Montserrat (Barcelona) con el objetivo de llevarse el Santo Grial según el plan de recopilación de objetos mágicos impulsado por la Ahnenerbe, entidad pseudocientífica integrada en las SS.

Por Manuel Moncada Lorén
Publicado 27 mar 2018, 16:51 CEST
Himmler en Madrid
Heinrich Himmler saluda a un grupo de soldados del Ejército Nacional franquista a su llegada a Madrid en los andenes de la Estación del Norte, hoy conocida como Estación de Príncipe Pío.
Fotografía de Bundesarchiv

La Guerra Mágica

Misterios, leyendas, astrología u ocultismo son áreas del conocimiento más propias de magos y adivinos pero que ejercieron una poderosa influencia sobre el Reichsführer-SS, Heinrich Himmler.

El lugarteniente de Hitler buscó sin descanso el Santo Grial en un intento de dotar a la mitología nazi de un artefacto capaz de subyugar a sus enemigos en la batalla por la supremacía de la raza aria.

Himmler erigió su organización paramilitar, la Schutzstaffel (SS), conforme a las tradiciones e iconos de los pueblos germánicos en un ejercicio de manipulación y fantasía históricas que le llevaron a mezclar a los Caballeros de la Orden Teutónica, los mitos artúricos y sus obsesiones particulares con el objetivo de crear una mitología nazi que deslumbrara a los enemigos del Reich.

Himmler visitando las ruinas del Alcázar en 1940.
Fotografía de Bundesarchiv

Himmler: de avicultor a jerarca nazi

Ingeniero agrónomo y avicultor de profesión, su antisemitismo y creciente fervor por la patria le hicieron adecuado para los ideales del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP), al que finalmente se unió en 1923.

Destacaría más tarde por su cobardía, ansias de poder y una nula capacidad de mando, solo ocultas tras el halo de «vaca sagrada» del Reich, aura que supo administrar para congraciarse con Hitler hasta su suicidio en cautiverio.

La visita de Himmler a España

Coincidiendo con la entrevista de Hendaya entre Franco y Hitler, Himmler inició un periplo peninsular que le llevó a visitar San Sebastián, Madrid, Toledo y Barcelona. El líder de las SS encontró especialmente interesante un mapa del Museo Arqueológico Nacional que ilustraba las invasiones germánicas de la Iberia romana, carta que estudió con atención.

El Escorial y La Plaza de Toros de las Ventas se engalanaron para el gerifalte nazi, que además visitó Toledo, antigua capital visigoda. Allí paseó por las ruinas del Alcázar, en una demostración de cómo el régimen franquista había triunfado, con ayuda de las dictaduras fascistas, sobre «el terror rojo». 

Aunque en octubre de 1940 hacía más de un año que la guerra había comenzado en Europa, el interés de Himmler por el ocultismo no se disipó durante el conflicto. El objeto de su obsesión era ahora la abadía de Montserrat, donde sus fuentes de la Ahnenerbe aseguraron que encontraría el el Santo Grial. Con los datos de esta «rigurosa» investigación pseudocientífica en la mano, puso rumbo a Barcelona.

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    Himmler, en compañía de su séquito y algunos monjes de la Abadía de Montserrat.
    Fotografía de Bundesarchiv

    La abadía de Montserrat

    La abadía de Montserrat, esculpida entre los dentados peñascos del macizo homónimo, llegó a oídos del Reichsführer-SS a partir de las recientes investigaciones de su Ahnenerbe, las cuales afirmaban que una antigua canción folclórica catalana era la prueba irrefutable de que el Santo Grial descansaba en dicho templo.

    La composición popular hablaba de una «fuente de vida» oculta en el castillo original sobre el que se edificó la abadía posteriormente, razón más que suficiente para movilizar a toda su camarilla hasta Barcelona, ya que «indudablemente», esa fuente era el mismo Cáliz de Cristo. 

    Los desconcertados monjes que habitaban el recinto sagrado, asistieron atónitos al despliegue de la parafernalia nazi a las puertas del templo, que con Himmler a la cabeza, había venido a llevarse lo que aquellos hombres de Dios supuestamente ocultaban.

    Ante tan desconcertante visita, Andreu Ripoll, el único religioso capaz de hablar alemán, le aseguró que no había ningún Grial en su templo, o al menos, que ellos supieran.

    Con las manos vacías, Himmler no tuvo más remedio que aceptar una nueva derrota en la única guerra que sabía librar: la guerra mágica.

    Los intentos previos del «Indiana Jones alemán»

    Antes de que Himmler en persona se dedicara a cazar mitos, hubo otros que se dejaron literalmente el pellejo en el intento. Infructuosamente buscado desde Islandia hasta las cumbres más inaccesibles de los Pirineos franceses entre finales de los años veinte y principios de los treinta por el «Indiana Jones alemán», Otto Rahn, el explorador germano y posterior miembro de las SS (aunque sin ningún tipo de cualidades para el combate, ya que era filólogo) cayó en desgracia ante Himmler, que lo defenestró al descubrir su ascendencia judía y su orientación homosexual.

    En 1939, Rahn decidió poner fin a su vida: no volvió a despertar tras autoinducirse una sobredosis de calmantes mientras contemplaba por última vez las montañas de los Pirineos en las que con tanto ahínco buscó la copa de Cristo. Fue encontrado muerto por congelación.

    Heinrich Himmler saluda a un grupo de falangistas a su paso por San Sebastián (País Vasco).
    Fotografía de Bundesarchiv

    La batalla perdida de Himmler

    La lanza del Destino, la Piedra de Scone, el Arca de la Alianza y, por supuesto, el Santo Grial, fueron las «armas» predilectas de Heinrich Himmler para librar su «guerra mágica». Dedicó sus esfuerzos a perseguir inútilmente cuentos y leyendas en vez de afrontar la realidad: Alemania no ganaría la guerra y los amuletos no perforan carros de combate.

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