Boda real de Harry y Meghan: tradición inglesa y expectación mediática

Una boda real es todo un acontecimiento que suscita un gran interés mediático, pero a pesar de todo, estas regias ceremonias mantienen muchas de las tradiciones que han permanecido inalterables durante siglos en la familia real británica.

Por Manuel Moncada Lorén
Publicado 14 may 2018, 18:45 CEST
Harry y Meghan 00
El príncipe Harry y su prometida Meghan Markle, posan durante el anuncio de su compromiso.
Fotografía de NAtional Geographic

El príncipe Harry de Inglaterra, nieto de la reina Isabel II, y su prometida, la estadounidense Meghan Markle, se casarán el próximo 19 de mayo en la capilla de San Jorge del castillo de Windsor, la residencia de fin de semana de la soberana británica a las afueras de Londres.

El enlace viene marcado por el aura de pareja poco convencional que rodea el regio enlace: son famosas las salidas de tono del príncipe Harry, pero su paso por el ejército parece haber endurecido el carácter de un díscolo adolescente que perdió a su madre en un trágico accidente de coche.

Por su parte, Meghan Markle, actriz estadounidense de origen afroamericano, parecía que de entrada lo tenía más difícil que Kate Middleton, ya que tuvieron que pasar cinco años para que ésta entrara en el palacio de Buckingham -a pesar de que la duquesa de Cambridge estudió en la misma escuela de William y Harry y es británica- así que muchos pensaron que Meghan Markle, que afronta su segundo matrimonio, lo tendría peor.

Si quieres conocer en profundidad la vida del príncipe Harry justo antes del gran enlace, no te pierdas “Cuatro bodas y un funeral”, estreno el martes 15 de mayo a las 22:50 en National Geographic.

Tradición británica

Miles de personas saldrán a las calles de Windsor a recibir a la pareja y millones más en todo el mundo verán el enlace por televisión además de seguir el enlace por las redes sociales.

En comparación, el matrimonio del rey Jorge V con la princesa María de Teck (más tarde reina María) hace 125 años en 1893 fue un asunto relativamente tranquilo. La pareja se casó en la Capilla Real en St James's Palace, que apenas tiene capacidad para 100 personas.

Si bien la participación pública y las celebraciones pueden haber cambiado a lo largo de los años, muchas de las tradiciones de las bodas reales han permanecido igual, aunque varían ligeramente de unas a otras.

La pareja real junto a la primera ministra del Reino Unido, Theresa May.
Fotografía de NAtional Geographic

Anillos de oro galés

Los anillos de boda de la reina Isabel “La reina madre”, la reina Isabel II, la princesa Margarita, la princesa Ana y el de Diana, princesa de Gales, fueron tallados a partir de la misma pepita de oro galés, que provenía de una de las minas del país del suroeste del Reino Unido, Clogau St David's en Bontddu.

Todavía queda una esquirla diminuta de casi un gramo de esta original pieza de oro. La reliquia está bajo la custodia de la Oficina de Privy Purse. Sin embargo, en noviembre de 1981, la Royal British Legion le regaló a la reina una pieza de oro galés de 21 quilates, que es la que emplean los joyeros reales para forjar los anillos reales de las bodas de hoy.

Una ramita de mirto

Muchas novias reales, desde su majestad la reina hasta la duquesa de Cambridge, han optado por una ramita de mirto para elaborar sus ramos de novia. El mirto, que representa el amor, la fertilidad y la inocencia, ha sido cultivado en Osborne House, la casa de vacaciones de la Reina Victoria en la Isla de Wight, durante aproximadamente 170 años. La descendencia de esta planta todavía puebla los terrenos de Osborne House y estará presente en el ramo de la novia.

El príncipe Harry y Meghan Markle atienden a la prensa.
Fotografía de NAtional Geographic

La Tumba del Soldado Desconocido

Hace casi un siglo, Lady Elizabeth Bowes-Lyon (conocida como la Reina Isabel, la Reina Madre) se detuvo para depositar sus flores en la Tumba del Soldado Desconocido antes de entrar en la Abadía de Westminster. El gesto fue en recuerdo de su propio hermano, Fergus, que murió en la Batalla de Loos en 1915 y sirvió también para rendir homenaje a los millones de muertos y heridos en la Primera Guerra Mundial.

Cuando Lady Elizabeth entró en la Abadía, se convirtió en la primera novia real que acudió a su boda sin ramo, ya que había dejado el suyo en la tumba. Muchas novias reales han modificado ligeramente el gesto desde entonces, colocando sus flores en la tumba cuando salen de la iglesia en vez de cuando entran.

Flor de azahar

Para su boda con el Príncipe Alberto el 10 de abril de 1840, la Reina Victoria no llevaba una tiara, sino una corona de azahar, un emblema de castidad.

Los prometidos saludan a la multitud.
Fotografía de NAtional Geographic

Entre 1839 y 1846, el Príncipe Alberto le regaló a la Reina Victoria varias piezas de una hermosa flor de azahar (conjunto de joyas a juego) para marcar momentos significativos en sus vidas. En 1845, Albert le dio a Victoria un broche de azahar y unos pendientes a juego, y al año siguiente su regalo fue una corona de azahar con la que celebró su aniversario de bodas.

Esta tradición continuó en el siglo XX; La princesa María de Teck (más tarde reina María), también incorporó azahar en su vestido. En su matrimonio con el duque de York (futuro rey Jorge VI) Elizabeth Bowes-Lyon optó por la corona de azahar, que también presentaba rosas blancas de York.

Cuando la reina Isabel II se casó con el duque de Edimburgo en 1947, el azahar estuvo también presente en el conjunto de la novia.

“Cuatro bodas y un funeral”

La más protocolaria y correcta de las familias reales europeas conserva como no puede ser de otra manera sus costumbres centenarias, pero si quieres saber más sobre la pareja real menos “políticamente correcta” del momento no te pierdas el martes 15 de mayo a las 22.50 h. el especial “Cuatro bodas y un funeral” en National Geographic.

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