El “milagro económico” de la industrialización estalinista

En 1929 Stalin comenzó a preparar su industria para producir armas en inmensas cantidades en un proceso conocido como “milagro económico” que acabó con la vida de millones de personas; esclavos en tiempos de paz.

Por Manuel Moncada Lorén
Publicado 19 jun 2018, 16:33 CEST
Constructión de Magnitogorsk (1930)
La ciudad de los metalurgos, Magnitogorsk, fue levantada para proveer de acero a las colosales factorías soviéticas de los Urales.
Fotografía de Dmitrii Debabov

Esta historia pertenece a "Nazi Megaestructuras: La Guerra en Rusia", una serie especial de documentales que analiza en profundidad la astuta estrategia, tecnología militar y las colosales infraestructuras desplegadas en la guerra brutal que enfrentó a Alemania con la Unión Soviética. No te pierdas la cita con el frente oriental de la Segunda Guerra Mundial; cada lunes a las 22:00 un nuevo episodio en National Geographic.

El país "atrasado" que deslumbró al mundo 

Tras una cruenta guerra civil en la que los comunistas lograron afianzar su poder en Rusia, en mayo de 1929, el V Congreso de los Soviets de la URSS aprobó el primero de los planes quinquenales sobre los que Stalin cimentaría la nueva economía del país, orientada a la industria pesada y a la fabricación de ingentes arsenales.

Durante la paz comunista, en el extranjero y en la propia Rusia se hablaba de “milagro económico”, ya que fue realmente sorprendente observar como un país atrasado y agrario pasó a convertirse en la primera potencia industrial del continente y la segunda del mundo en términos de volumen de producción.

Pero en realidad, no hubo ningún milagro porque Rusia nunca ha sido un país atrasado. El país ya reunía desde hacía siglos algunos de los rasgos que caracterizan a las civilizaciones más desarrolladas.

más popular

    ver más
    Construido a principios del siglo XIX, el teatro Bolshói de Moscú es toda una institución en el mundo del ballet clásico.
    Fotografía de Diego Delso

    Las riquezas de Rusia

    Lo cierto es que Rusia había sido la cuna de grandes literatos, pintores o músicos; bajo el reinado del último zar se completó la línea férrea transiberiana, un auténtico reto logístico para la época y que demuestra que semejante desafío técnico hubiera sido impensable en un país atrasado.

    A la propaganda soviética le gustaba definir a su ejército como subdesarrollado e incapaz, pero durante la Primera Guerra Mundial, la Rusia zarista entró en combate con la aviación militar más numerosa y avanzada (eran los únicos que poseían aviones cuatrimotor).

    La Primera Guerra Mundial trajo un nuevo récord de producción de proyectiles, que se batió en Rusia con la fabricación de 13.500 millones de balas y obuses. Cabe destacar que las armas y municiones producidas durante el mandato del último zar ruso fueron suficientes para toda la Guerra Civil, que se prolongó hasta 1922.

    El Ilyá Múromets fue el primer bombardero estratégico cuatrimotor de Rusia y del mundo.
    Fotografía de Rise of Flight

    El Gran Terror de Stalin 

    Pero de lo que no cabe duda es que, con Stalin, la industrialización en la URSS alcanzó unas cotas que el mundo no conocía todavía.

    El primer secreto del éxito de la industrialización estalinista era el terror, herramienta extremadamente eficaz para los fines del camarada Stalin y que además tenía un efecto doble.

    Por un lado, el terror lograba mantener la disciplina, agotaba las opciones de resistencia y eliminaba las huelgas, por lo que los caciques comunistas tenían las manos libres para hacer y deshacer a placer.

    En segundo lugar, el terror proporcionaba a Stalin mano de obra gratuita. Millones de esclavos fueron trasladados a campos de trabajo industrial y destinados a la construcción de las infraestructuras previstas en los sucesivos planes quinquenales.

    Los campesinos deportados y los presos políticos fueron utilizados como mano de obra esclava.
    Fotografía de Sovfoto

    Estos auténticos ejércitos de esclavos permitían algo que era hasta entonces inimaginable: la explotación de las zonas más hostiles e inaccesibles de Siberia y el Círculo Polar Ártico.

    Otros países occidentales también poseían territorios ricos en recursos en regiones similares, como Alaska en EEUU o el norte de Canadá, pero trasladar hasta allí a los operarios y la maquinaria habría costado una fortuna. Pero Stalin no pagaba, sino que enviaba a sus ejércitos de esclavos para trabajar, y lo llamaron “milagro económico”.

    El segundo secreto del éxito de la vertiginosa industrialización soviética fue la inmensa riqueza del país, hecho que choca frontalmente con la excusa propagandística de “país atrasado y pobre”.

    En mil años de historia, Rusia había reunido, como tantas otras civilizaciones a lo largo de los siglos, tesoros de incalculable valor en la forma de iglesias, palacios, pinturas, archivos, bibliotecas enteras, joyas… Todo lo que tenía algún valor fue decomisado, sacado al extranjero y vendido.

    Construcción del puente a través del río Kolyma por los mineros del Dalstroy.
    Fotografía de Tomasz Kizny

    La mayor extracción de oro de la historia

    Pero el dinero obtenido por los comunistas tras el saqueo de templos y palacios no tenía nada que ver con el valor de las prácticamente inagotables reservas de recursos naturales de las que disponía, y de que sigue disponiendo hoy, el gigante ruso.

    A pesar de que la base de las exportaciones soviéticas era el cereal, la URSS encontró un recurso mucho más lucrativo, la llave dorada de la industrialización estalinista: el oro siberiano.

    Stalin organizó la mayor extracción de oro de la historia de la humanidad, una vez más sirviéndose de sus conciudadanos, a los que confinó en una red especial de campos de trabajo denominados Dalstrói (Acrónimo en ruso que significa “construcción en el extremo norte”).

    El Dalstrói fue una suborganización perteneciente a la red de campos del Gulag fundada en 1932 a orillas del mar de Ojotsk, junto al río Kolyma. El único cometido de estos campos era la extracción de oro.

    Allí, centenares de miles de presos extrajeron para Stalin cientos de toneladas de oro hasta la década de los cincuenta. En 1939 el Dalstrói de Kolyma extrajo 66,7 toneladas de oro; teniendo en cuenta que el promedio mundial de extracción de este mineral entre 1930 y 1939 fue de 803 toneladas, sólo en el Dalstroy de Kolyma Stalin tenía a su disposición el 12 por ciento de la extracción de oro mundial.

    Fábrica de carros de combate pesados KV-1 en Chelyabinsk.
    Fotografía de Sovfoto

    El Crac de 1929, fuente de conocimiento occidental

    En 1929, mientras millones de esclavos de Stalin llevaban a cabo el primer plan quinquenal, en el mundo capitalista ocurrió algo inesperado: el Crac del 29.

    Mientras la crisis azotaba las economías burguesas de todo el mundo, Stalin se frotaba las manos, ya que su país recibió el impulso adicional de los avances científicos occidentales.

    Al ver que sus proyectos no progresarían en occidente, los científicos volvieron la vista hacia Rusia; la URSS compraría sus descubrimientos y al camarada Stalin le sobraba el oro para pagarles.

    En los años 30, la URSS era el importador de maquinaria industrial número uno del mundo. Así, a las minas, fábricas y talleres soviéticos fueron llegando las más modernas máquinas que occidente había diseñado y con todas ellas dotaron sus factorías.

    Mientras tanto, en la vieja Europa e incluso en los Estados Unidos, seguían usando maquinaria del siglo XIX y principios del XX.

    Operarios de Uralvagonzavod montando los motores de los carros T-34.
    Fotografía de Sovfoto

    Ingenieros americanos para las fábricas de Stalin

    Los ingenieros americanos se enorgullecían de las instalaciones que había en su país, pero no fue en América donde se levantaron las factorías más grandes de la historia.

    Los expertos extranjeros fueron a la URSS invitados por Stalin para diseñar allí los planos de las fábricas; después, los esclavos cavaban zanjas, levantaban muros y asfaltaban los caminos.

    Luego, llegaban inmensas grúas con la maquinaria más avanzada, los ingenieros extranjeros supervisaban su instalación, ponían a punto las máquinas y se marchaban. 

    Los extranjeros no salían de su asombro mientras veían como aquella mastodóntica instalación que habían diseñado para Stalin iba cobrando vida bajo su supervisión y se ponía en funcionamiento.

    Fue así como en los años 30 en la ciudad rusa de Nizhni Taguil, apareció de la nada Uralvagonzavod, el establecimiento industrial más grande del mundo hasta la fecha y que aún hoy sigue en funcionamiento bajo la bandera de la Federación Rusa.

    Una fabrica rusa de carros de combate hoy en día.
    Fotografía de wz.lviv.ua

    Las ciudades-fábrica

    Uralvagonzavod fue diseñada para producir vagones y tractores, pero rápidamente se dedicó sin descanso a la fabricación masiva de carros de combate. En menos de cuatro años de conflicto, Uralvagonzavod produjo 35.000 carros T-34, el mejor blindado de la guerra y probablemente el más efectivo de la historia.

    Para abastecer de metal a estas ciudades-fábrica, en los Urales se desplegó una enorme red de fundiciones y acerías cuyo principal cometido era producir acero blindado -como la denominada "ciudad de los metalurgos", Magnitogorsk- aunque esta región de Asia Central no fue la única especializada en la producción de material bélico.

    En la URSS no paraban de aparecer gigantescas instalaciones ultramodernas, pero no producían nada para satisfacer las necesidades de la gente. Los bienes de consumo más sencillos, cucharas, cacerolas, velas y ropa se convirtieron en artículos de lujo cuya demanda creaba interminables colas en las ciudades soviéticas.

    La propaganda soviética manipulaba la realidad para ofrecer una imagen de idílica existencia en las granjas colectivas.
    Fotografía de Sovfoto

    El precio del armamento pesado

    Stalin pagó la industrialización con la calidad de vida de su pueblo, llevándola a unos niveles incluso por debajo de la época del yugo tártaro-mongol.

    Cuando Stalin comenzó la industrialización del país, el proceso trajo unas consecuencias imprevistas para los caciques comunistas.

    La URSS contaba con algunas de las tierras más fértiles del mundo, con los pastos de Ucrania y el fértil valle del Don, y en aquel entonces el país tenía reservas de víveres, pero los campesinos no tenían prisa en vender o comprar nada.

    Sucedía que, después de años de labor, algunos campesinos con aspiraciones más elevadas habían ido acumulado dinero y grano en sus despensas, pero como no había nada en los estantes de las tiendas, no compraban cuando iban al mercado.

    La industria soviética era exclusivamente militar, no producían bienes de consumo para estos campesinos más pudientes que demandaban vajillas, calzado, muebles buenos y educación para sus hijos.

    Entonces, Stalin se halló ante dos posibles soluciones: reorientar parte de la industria para satisfacer las necesidades de sus campesinos más eficientes, o simplemente exterminarlos.

    Campesinos soviéticos leen las noticias en la prensa estatal.
    Fotografía de Sovfoto

    La hambruna de 1932-1933

    Mediante el robo y la destrucción de los víveres de los campesinos, la URSS impulsó una hambruna espantosa (1932-1933) que exterminó entre 6,5 y 9 millones de personas; antes de la guerra. La revolución mundial no necesitaba tantas bocas que alimentar, por lo que decidió deshacerse de ellas.

    Las granjas colectivas o koljozes, eran el instrumento de Stalin para la obtención de pan gratis, todo el que pudieran producir.

    Los soviéticos tenían una habilidad especial para el eufemismo; a esto lo llamaron “trasvasar los medios de producción de la agricultura a la industria pesada”.

    Irónicamente, mientras en el país se extendían los casos de canibalismo, la URSS batía récords año tras año en la exportación de cereales al mundo.

    Los titulares de la prensa libre se hicieron eco de los millones de campesinos soviéticos que murieron de hambre bajo la brutal hambruna impuesta por Stalin, como esta portada del Chicago American en 1935, que refleja las consecuencias del "holodomor", (en ucraniano, literalmente, matar de hambre).
    Fotografía de Chicago American

    ¿Para qué quería Stalin tantas armas?

    Entonces, hay que preguntarse para qué hizo Stalin todo eso. A través de la colectivización, la URSS pagó la industrialización. O dicho de otra manera, Stalin se deshizo de toda aquella gente que demandaba calidad de vida, porque sencillamente no iba a parar de producir carros de combate y obuses para hacer muebles.

    La industrialización trajo inmensas cantidades de armas y proyectiles, pero ¿Los produjo para defender a su pueblo? Rusia perdió en la Primera Guerra Mundial 2,3 millones de personas, pero Stalin, en tiempos de paz y para conseguir armarse, acabó con muchas más.

    El aumento vertiginoso de la capacidad militar soviética no fue una respuesta a una amenaza externa, ya que se produjo incluso antes de que Adolf Hitler llegara al poder en 1933.

    La industrialización de los Urales y el Extremo Oriente comenzó mucho antes de que Stalin ordenara el traslado estratégico de la industria hacia el este tras el ataque alemán; sólo así se explica la magnitud de la respuesta soviética desde lo más profundo de Asia.

    Fotograma de una película propagandística soviética que muestra a Stalin en 1946.
    Fotografía de Sovfoto

    Los Urales se convirtieron en la madriguera del oso soviético, donde años antes de que Hitler llegara al poder, Stalin se había dedicado incansablemente a producir ingentes arsenales que fueron acumulándose en las fronteras occidentales de la URSS y que posteriormente fueron abandonados ante el avance alemán en 1941.

    El ataque alemán impidió que el mundo comprobase para qué quería Stalin todas esas armas de carácter ofensivo y sin ninguna utilidad para la defensa, como demostró Hitler en 1941.

    La historiografía soviética se defiende diciendo que no estaban preparados para la guerra, pero los hechos demuestran que para lo que no estaban preparados los comunistas era para la defensa.

    Pero si Stalin no quería esas armas para defender su territorio, ¿Entonces para qué las quería?

    más popular

      ver más
      loading

      Descubre Nat Geo

      • Animales
      • Medio ambiente
      • Historia
      • Ciencia
      • Viajes y aventuras
      • Fotografía
      • Espacio

      Sobre nosotros

      Suscripción

      • Revista NatGeo
      • Revista NatGeo Kids
      • Disney+

      Síguenos

      Copyright © 1996-2015 National Geographic Society. Copyright © 2015-2024 National Geographic Partners, LLC. All rights reserved