Katherine Johnson, cuya labor fue esencial para llegar a la Luna, gana la medalla Hubbard

Katherine Johnson, la matemática pionera de la NASA, ha ganado la medalla Hubbard por los cálculos que posibilitaron la exploración espacial 51 años después de que se la concedieran a los astronautas de la Apolo.

Por Tucker C. Toole
Publicado 9 oct 2020, 14:24 CEST
Katherine Johnson

La científica espacial y matemática de la NASA Katherine Johnson (fotografía de 1962) era conocida como «computadora humana» debido a sus cálculos matemáticos precisos. El jueves, 8 de octubre de 2020, Johnson ganó la medalla Hubbard de la National Geographic Society por sus aportaciones destacadas a la ciencia y la exploración.

Fotografía de NASA, Donaldson Collection/Getty Images

Mucho antes de que se inventara la tecnología actual, Katherine Johnson era conocida como «computadora»: calculaba trayectorias de vuelo a mano para el programa espacial de Estados Unidos.

Sin la brillantez de una mente como la de Johnson, quizá John Glenn nunca habría sido un pionero de las misiones espaciales y puede que el dubitativo Neil Armstrong jamás hubiera sido el primer humano que pisó la superficie lunar.

Sus cálculos precisos garantizaron que los astronautas viajaran al espacio y volvieran a la Tierra sanos y salvos.

Por sus aportaciones a la exploración espacial, se le ha concedido a Katherine Johnson, que falleció en febrero de 2020 a los 101 años, la medalla Hubbard de la National Geographic Society de 2020 por sus logros en la investigación, el descubrimiento y la exploración. Aunque no exploró el espacio físicamente, sin ella podría no haber habido exploración.

En 1969, los astronautas de las misiones Apolo recibieron el mismo premio. Ahora, se celebra el excelente trabajo de Johnson, que posibilitó la misión.

«Nos honra conceder a Katherine Johnson la medalla Hubbard, el máximo reconocimiento de la National Geographic Society, por sus extraordinarias aportaciones en los campos de la ciencia y la exploración», declaró Jill Tiefenthaler, consejera delegada de la National Geographic Society, esta semana. «Hace 50 años, los astronautas de la Apolo 11 recibieron la medalla y nos honra reconocer a la matemática cuyos cálculos precisos posibilitaron esos vuelos. El legado de exploración, innovación e inspiración de Katherine perdura y nos asombran sus logros notables».

El legado de inspiración perdura en Kavita Gupta, profesora de química en el Instituto Monta Vista en Cupertino, California. Gupta dice que Johnson es su heroína. «Katherine Johnson, la computadora humana, fue la tercera mujer afroamericana que obtuvo un doctorado, ayudó a la NASA a llevar a un astronauta a la órbita y después contribuyó a llevarlos a la Luna. Me inspira con su legado pionero, por haber traspasado barreras y desafiado las normas como profesora y mujer de color», afirma Gupta.

Como narra la película nominada al Óscar Figuras ocultas, Johnson formaba parte de un grupo de mujeres negras que trabajaron como «computadoras humanas» en la NASA —entonces llamada Comité Asesor Nacional para la Aeronáutica— calculando a mano las trayectorias de vuelo espacial.

Su labor excepcional como matemática sirvió de guía para la misión de 1961 en la que Alan B. Shepherd se convirtió en el primer estadounidense en el espacio. Un año después, sus habilidades de cálculo ayudaron a John Glenn a convertirse en el primer estadounidense que orbitó alrededor de la Tierra. En particular, en 1969 calculó las trayectorias que llevaron la Apolo 11 a la Luna, uno de los grandes hitos científicos de Estados Unidos.

Johnson ha sido descrita como genio matemática. Entró en el instituto a los diez años y se graduó cuatro años después. A continuación, se matriculó en el West Virginia State College, una universidad históricamente negra, y se graduó a los 18 años.

Johnson tuvo la suerte de acceder a unas escuelas y una educación que en aquella la época estaban fuera del alcance de la mayoría de los afroamericanos. En su ciudad natal, White Sulfur Springs, en Virginia Occidental, los estudiantes negros en el sistema educativo segregado no podían pasar de sexto de primaria. Por eso el padre de Johnson, Joshua Coleman, trasladó la familia a 200 kilómetros a la ciudad de Institute, también en Virginia Occidental, donde ella y sus hermanos recibieron una educación completa.

En 1939, Johnson fue la primera mujer negra a la que admitieron en la escuela de posgrado de la Universidad de Virginia Occidental, donde cursó un máster en matemáticas.

En 1952, Johnson se unió a la NASA y a su grupo de matemáticas negras.

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    Katherine Johnson, a la que vemos en 1965, formó parte del comité asesor de medidas en favor de los grupos desfavorecidos de la NASA. Johnson colaboró con sus colegas para que la agencia cumpliera sus metas.

    Fotografía de Imago History Collection / Alamy Stock Photo

    Kathy Moore, su hija pequeña, cuenta que Johnson no tenía la intención de romper barreras.

    «Era una matemática ante todo, pero no lo exhibía. Simplemente lo hacía».

    Las dos hijas supervivientes de Johnson han seguido los pasos de su madre y se han convertido en matemáticas. Joylette Hylick empezó a trabajar para la NASA tras graduarse por la Universidad Hampton en 1962. Moore tuvo una carrera de 33 años como profesora de matemáticas y asesora. Ambas están jubiladas. Su tercera hija, Constance Goble Garcia, falleció en 2010.

    «Era intrépida»

    Moore dice que su madre fue un modelo de valentía cuando sus hermanas y ella eran niñas.

    «Imagínate, en los años treinta, cuarenta y cincuenta», dice Moore. «Formar parte de la población activa ya era difícil para las mujeres, pero para figurar en un campo como la investigación y las matemáticas, tuvo que ir tanteando. Lo que creo que la ayudó a superarlo fue que era intrépida».

    Hylick recuerda que su madre les decía a ella y a sus hermanas que hicieran lo necesario para hacer bien su trabajo. «Mi madre decía: “Sed firmes, no agresivas”. No hay que hacer mucho ruido, solo hacer lo que hay que hacer».

    «La gente pregunta si John Glenn o los astronautas conocían a mi madre», dice Hylick. «Creo que habían oído hablar de ella. Conocían su reputación, pero probablemente no hubiera más respeto que eso, porque cuando la jornada terminaba se iban a su mundo blanco. Nosotras nos íbamos a nuestro mundo. Teníamos todo lo que necesitábamos salvo dinero y oportunidades», añade.

    El esfuerzo de Johnson abrió puertas a los demás y sentó las bases para mujeres astronautas como Christina Koch, que batió el récord del vuelo espacial más largo realizado por una mujer tras finalizar su primera misión a bordo de la Estación Espacial Internacional en marzo de 2019. En la siguiente misión, en octubre, Koch y su compañera Jessica Meir completaron el primer paseo espacial solo de mujeres.

    «Cuando pienso en mis experiencias y en las de Katherine Johnson, estoy maravillada», afirma Koch. «Superó muchos prejuicios abiertos, muchos más desafíos que los que yo he afrontado jamás. Pero sí veo similitudes; a ambas nos motivaba un amor verdadero por algo que considerábamos nuestra vocación».

    En 2016, la NASA le puso su nombre al Computational Research Facility, un centro de investigación de 30 millones de dólares y 3700 metros cuadrados.

    Charlie F. Bolden, exdirector de la NASA y astronauta, dice que nunca oyó hablar de Katherine Johnson cuando era niño ni más adelante, durante su carrera profesional.

    «Cuando el presidente Obama decidió concederle la Medalla Presidencial de la Libertad, me dije que debía asistir. Literalmente lloré durante toda la ceremonia, porque era una figura icónica a la que por fin tenía la oportunidad de conocer».

    La influencia en los estudiantes negros de hoy

    El trabajo y el legado de Johnson influyen en los niños y niñas negros que aspiran a ser científicos o a entrar en el campo de las CTIM, las siglas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas.

    El 24 de noviembre de 2015, el presidente Barack Obama entregó a Katherine Johnson la Medalla Presidencial de la Libertad en la Casa Blanca, en Washington D.C.

    Fotografía de The Photo Access/ Alamy Stock Photo

    Morgan Wellons (12), de Atlanta, Georgia, se siente inspirada por Johnson. Ella y sus hermanas Madison (10) y Monroe (7) se disfrazaron de las mujeres de la película Figuras ocultas. «Lo que la hacía especial es cómo consiguió todas esas cosas mientras la gente que la rodeaba dudaba de lo que decía y hacia», cuenta Wellons. «Katherine Johnson me ha enseñado que debo creer en mí misma y no buscar la aprobación de los demás, sobre todo de los hombres».

    Madison Wellons dice que Johnson le aporta la seguridad en sí misma para conseguir todo lo que se proponga. «Katherine Johnson era especial porque era la persona más brillante e inteligente de la sala, y lo sabía, pero también era humilde al respecto», cuenta Madison. «Katherine Johnson me enseñó que no debo permitir que nadie me hunda y que las mujeres son capaces de hacer lo que quieran».

    Cuando pregunté qué significa la medalla Hubbard para la familia Johnson, sus hijas Moore y Hylick me respondieron que su madre se habría sentido complacida por que la reconocieran con un galardón tan prestigioso.

    «Creo que ese premio se ha concedido a astronautas, a deGrasse Tyson y a personas reconocidas como innovadores», afirma Moore. «Ella era como un trueno emocionante pero silencioso que logró abrir el mundo del espacio, pero creo que en lo que a la medalla se refiere no se lo habría creído. Creo que se sentiría honrada por estar en presencia de o en la misma lista que esas personas».

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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