El verdadero origen de los exorcismos que no te cuentan las películas

Los exorcismos son una fascinación frecuente para la industria cinematográfica, y puede resultar difícil separar la realidad de la ficción.

Por Melissa Sartore
Una niña colombiana grita de dolor y miedo al ser supuestamente poseída por demonios

Una niña colombiana grita de dolor y miedo al ser supuestamente poseída por demonios durante un ritual de exorcismo realizado en una iglesia casera. Cientos de creyentes cristianos, unidos en grupos anónimos, se reúnen cada semana en iglesias caseras sin nombre dispersas por las afueras de la ciudad, para llevar a cabo oraciones de liberación y exorcismo.

Fotografía de Jan sochor, Latincontent, Getty Images

Para la mayoría de la gente, la palabra "exorcismo" probablemente evoca imágenes de sacerdotes católicos (impulsados por el poder de Cristo, el viento de una fuente desconocida soplando, velas parpadeando a su alrededor) expulsando criaturas demoníacas y espíritus malignos de una persona o, en algunos casos, de un lugar. Películas como El exorcista (1973) destacan el uso del agua bendita, la oración e incluso la razón para expulsar a una fuerza nefasta, todo ello mientras la épica batalla entre el bien y el mal se desarrolla ante los ojos de los espectadores. Pero... ¿es eso cierto?

Los exorcismos ocurren de verdad, y lo que está en juego durante uno de ellos puede que no se aleje demasiado de lo que la cultura pop nos quiere hacer creer. La película de 2023 El exorcista del Papa, basada en las memorias del verdadero sacerdote católico y exorcista Padre Gabriele Amorth, por ejemplo, ofrece una versión muy ficticia de la perspectiva de un exorcista real. Al centrarse en los aspectos terroríficos del exorcismo contemporáneo, lo que la cultura pop como El exorcista del Papa no ofrece es una comprensión clara de cómo surgió realmente el exorcismo como práctica.

El verdadero padre Gabriele Amorth sentado ante un crucifijo en Roma.

Fotografía de TANIA, CONTRASTO, Redux

Los exorcismos son reales, pero ¿cómo eran los primeros?

Los exorcismos realizados por la Iglesia católica son probablemente los más conocidos, pero en el corazón de cualquier exorcismo está la batalla duradera contra el mal. Sin embargo, la definición del mal es maleable y depende del sistema de creencias, la práctica y el contexto. Por ello, el mal puede adoptar la forma de un demonio, una impureza espiritual o una simple tentación. El exorcismo, como arma para combatir el mal, expulsa, limpia o protege de cualquier fuerza nefasta que esté en juego.  

En Mesopotamia, durante el primer milenio a.C., los proveedores de magia llamados ašipu ahuyentaban y expulsaban a los demonios que traían la enfermedad y el caos. Como sanadores espirituales, los ašipu eran protectores estimados que utilizaban amuletos, realizaban elaborados rituales y, cuando era necesario, involucraban en sus esfuerzos a figuras demoníacas ayudantes. La antigua palabra griega daimon (de la que deriva el moderno "demonio") se refería a espíritus divinos y fuerzas sobrenaturales. Aunque un daimon podía ser bueno o malo, este último era una fuerza malévola que había que expulsar o exorcizar. El historiador Josefo, del siglo I d.C., relató la historia de Eleazar, un hombre que liberó a otros de un demonio sacándoselo de las fosas nasales e invocando repetidamente el nombre del rey Salomón.

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    Este librito mesopotámico de bronce presenta un antiguo exorcismo y se conserva en el Museo del Louvre de París.

    Fotografía de Photo Josse, Bridgeman Image

    Un medio para unir a los primeros cristianos

    Con el crecimiento del cristianismo durante los tres primeros siglos d.C., los temas establecidos del exorcismo se afianzaron aún más. Los exorcismos se convirtieron en un medio para unir a los fieles cristianos y reivindicar sus creencias tras la persecución religiosa. La difusión del cristianismo hizo que el paganismo adquiriera una connotación maligna, transformando las creencias no cristianas en algo que debía ser exorcizado.

    Como resultado, la renuncia al paganismo como mal se convirtió en un requisito para el bautismo en la fe cristiana. Caer de nuevo bajo la influencia de una creencia pagana era, por tanto, similar a la posesión. En este contexto, el exorcismo era un mecanismo voluntario utilizado para fortalecer tanto la fe cristiana como la comunidad cristiana.

    El exorcismo servía para legitimar el cristianismo y, en el siglo IV d.C., se utilizaba ampliamente en contextos prebautismales. Los conversos y los aspirantes a cristianos se sometían a exorcismos matutinos diarios antes del bautismo. El día del bautismo, un obispo les expulsaba literalmente las influencias malignas mediante un proceso llamado exuflación. En los momentos previos al bautismo, el individuo era ungido con aceite que había sido exorcizado.  

    Fuera del bautismo, los eclesiásticos practicaban el exorcismo imponiendo las manos a los poseídos y ordenando a los espíritus malignos que abandonaran sus cuerpos. Los cristianos de la Antigüedad tardía y la Edad Media temprana podían exorcizarse a sí mismos, por así decirlo, invocando a un santo como intercesor, acudiendo a un santuario y pidiendo ayuda a una entidad sagrada para acercarse a Dios y alejarse del mal.

    Obra del siglo XIII de la catedral italiana de Bari que ilustra un exorcismo.

    Fotografía de Illustration via DEA, A. Dagli Orti, Contributor via Getty Images

    Después llegó la Edad Media

    No fue hasta aproximadamente el siglo XII cuando el exorcismo experimentó una transición significativa. Esto se debió al auge de las sectas heréticas del cristianismo. Grupos como los cátaros defendían la lucha dual entre el bien y el mal, una afrenta a la doctrina y la jerarquía católicas. Para los fieles católicos ortodoxos (y, lo que es más importante, para los dirigentes católicos) esta herejía presentaba un nuevo beneficio del exorcismo: como un mecanismo esencial por el que los cristianos podían liberarse de las pecaminosas creencias heréticas a las que estaba dando lugar la época.

    Demostrar la propia dedicación al cristianismo encontró formalización a través del exorcismo, con oraciones personales que adoptaron la forma de "autoexorcismo". Además, teólogos de la talla de Santo Tomás de Aquino (1225-1274 d.C.) se ocuparon de temas como la demonología y ayudaron a definir y aclarar el propósito del exorcismo en el proceso.

    Tras la publicación del primer libro sobre exorcismo en torno al año 1400 d.C., la Iglesia católica sufrió una crisis que duraría décadas, si no siglos. En el siglo XVI, la Reforma protestante dividió la Cristiandad Occidental (que englobaba a la mayoría de reinos de Europa occidental) y significó que el otro demonizado estaba quizás más presente de lo que nunca había estado desde la perspectiva del Vaticano. Como consecuencia, las instituciones persecutorias como la Inquisición adquirieron tintes de exorcismo. En este contexto, el primer rito oficial de exorcismo fue sancionado por la Iglesia Católica.

    En 1614 se instituyó el Rituale Romanum, que permaneció prácticamente inalterado durante la primera mitad del siglo XX. Incluía De Exorcismis et Supplicationibus Quibusdam  [De los exorcismos y ciertas súplicas] y, tras las reformas emprendidas por el Concilio Vaticano II (1962-1965), fue la última parte del Rituale Romanum en ser revisada. La versión actualizada se publicó en 1999.

    La estructura y las fórmulas de las versiones de 1614 y 1999 de De Exorcismis et Supplicationibus Quibusdam son muy similares, aunque esta última refuerza la conexión entre bautismo y exorcismo. Como resultado, los exorcismos contemporáneos no sólo siguen reflejando a sus antiguos predecesores, sino que, en muchos sentidos, han cerrado el círculo.

    ¿Y dónde queda la cultura pop? Las películas pueden ser un lugar divertido y catártico para ver interpretaciones modernas de los exorcismos, pero para conocer la verdadera historia, siempre es mejor recurrir al dogma.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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