Tenemos dos años para cumplir el objetivo de protección marina. ¿Podremos lograrlo?

Proteger el 10 por ciento del océano para el 2020 era un pequeño paso para crear un océano más sano. Un estudio ha descubierto que ni siquiera estamos a medio camino de conseguirlo.

Por Sarah Gibbens
Publicado 4 jun 2018, 16:32 CEST

La ONU se está acercando al objetivo de una década de proteger el 10 por ciento del océano global para 2020. Pero el mundo podría quedarse corto.

Los científicos están de acuerdo en que las áreas marinas protegidas, o AMP, son fundamentales para la salud del medio ambiente: garantizan caladeros sanos evitando el agotamiento de recursos; protegen a las especies en peligro de extinción; hacen a los ecosistemas más resistentes ante el cambio climático, y mantienen la biodiversidad.

En una conferencia de la ONU celebrada el pasado junio, la secretaria ejecutiva del Convenio sobre la Diversidad Biológica anunció que aproximadamente el 5,7 por ciento del océano estaba protegido. Pero un estudio publicado en Marine Policy pinta un panorama menos optimista.

Según el estudio, a principios de 2018, a solo dos años del objetivo de la ONU, el mundo ni siquiera está a medio camino. (La evaluación contó con el apoyo del proyecto Pristine Seas de la National Geographic Society.)

Los científicos descubrieron que la cifra del 5,7 por ciento también incluía regiones que se encontraban en varias fases del proceso para convertirse en áreas marinas protegidas (AMP). En algunos casos, las áreas solo habían sido propuestas. En otros, todavía se estaban debatiendo y no estaban del todo aprobadas.

«Decir que una zona donde se permite la pesca comercial está “protegida” es como decir que una concesión de explotación forestal es “un bosque protegido”. Es peor que un eufemismo: es una mentira», afirma Enric Sala, autor del estudio y explorador residente de National Geographic que dirige el proyecto Pristine Seas.

En su propia evaluación, los investigadores determinaron que solo el 3,6 por ciento del océano estaba en un área marina protegida ya oficial y que solo el 2 por ciento del océano estaba en una AMP con un acceso totalmente restringido.

«AMP es un término comodín. Existen muchas categorías diferentes dentro de las AMP. Podría ser de todo, desde un santuario marino nacional que permita la pesca comercial hasta la protección completa, que está totalmente cerrada a todas las actividades destructivas», afirma Kirsten Grorud-Colvert, ecóloga de la Universidad del Estado de Oregón y autora del estudio.

Según ella, clausurar por completo una región permite a los científicos usarla como control experimental. De ese modo, pueden evaluar mejor los daños en las áreas marinas que siguen sometidas a la influencia humana.

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«La mayoría de los datos son concluyentes respecto a que se producen efectos positivos cuando cierras un área», añade.

La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza establece las directrices internacionales para AMP. A continuación, la Comisión Mundial de Áreas Protegidas (CMAP) de la UICN actúa como sistema de registro de quién se adhiere a dichas directrices y dónde. Esta información se documenta en la Base de Datos Mundial sobre Áreas Protegidas (WDPA, por sus siglas en inglés).

«El problema es que la WDPA debe informar de cualquier cosa que notifiquen los países», afirma. «Quizá anuncien [una AMP], pero están en las primeras fases [del proceso]. Es parte de lo que provoca algunos de los desafíos a la hora de acceder de forma precisa al porcentaje protegido del océano».

Como remedio, el estudio sugiere que más transparencia y rendición de cuentas podrían ayudar a que estas grandes organizaciones internacionales distingan los ardides publicitarios de la conservación tangible.

«Los países tienen prisa por “cumplir” sus compromisos, y muchos países... hacen trampas y afirman que tienen protección, pero en realidad no están protegiendo nuevas áreas», afirma Sala. «El mundo no debe aceptar afirmaciones falsas. No traerán de vuelta a la vida marina».

Grorud-Colvert señala que es improbable que el actual dos por ciento protegido aumente a un ocho por ciento en solo dos años. Pero si todas las áreas propuestas entraran en vigor, el 7,3 por ciento del océano estaría protegido.

Estimulando los cambios

«Mi opinión personal es que es improbable que se logre», afirma Rashid Sumaila, economista medioambiental de la Universidad de la Columbia Británica. «Si no llegamos al 10 por ciento, estaremos lejos de lo necesario».

El 30 por ciento, según señala, es la cantidad real de protección que según los científicos debería implementarse en los océanos. El objetivo de la ONU de alcanzar el 10 por ciento es un pequeño paso para lograrlo.

Para entender por qué muchos países no han actuado para crear AMP, Sumaila dice que debemos observar la parte económica de la conservación marina.

En regiones remotas —como el atolón de Midway, la primera AMP estadounidense creada bajo el gobierno de Obama, por ejemplo—, la pesca no es una operación a gran escala.

En regiones con industrias pesqueras gigantescas, establecer una AMP es más difícil.

Un estudio publicado el mes pasado mostró que la pesca industrial por sí sola ocupa más de la mitad del océano global, por eso el conflicto con la industria pesquera y los conservacionistas suele ser una fuente de fricción.

«Quieren que aumenten los beneficios», dice sobre los gobiernos que se resisten a implementar AMP. «En las comunidades pesqueras, la vida es dura. Los ingresos ya suelen ser bajos en general».

Sugiere que los subsidios serían una forma de aliviar esa carga. Si se distribuyen de forma eficiente, Sumaila afirma que sus propios datos económicos han demostrado que los países recibirían un retorno de la inversión a largo plazo.

«Es posible biológica y económicamente», añade. «La cuestión es cómo organizarlo».

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