Explora la misteriosa «terra incognita» de Groenlandia

Quizá este vasto paisaje gris y blanco parezca yermo, pero los científicos afirman que la vida se esconde en las aguas árticas.

Por Sarah Gibbens
fotografías de Jean Gaumy
Publicado 31 ago 2018, 12:56 CEST
Un iceberg en Groenlandia
Un iceberg en Groenlandia.
Fotografía de Jean Gaumy, Magnum Photos

En la Groenlandia ártica, el paisaje está vacío. Mires donde mires, los tonos son grises o azules. Cuando el viento levanta la nieve sobre un campo helado, es difícil diferenciar la tierra del cielo. El fotógrafo Jean Gaumy la describe como una «abstracción». Para el ecólogo francés Frédéric Olivier es una terra incognita, o territorio inexplorado.

A lo largo de los últimos años, los dos se han aliado para explorar la región junto con el ecólogo Laurent Chauvaud.

Olivier y Chauvaud esperan documentar la fauna salvaje poco estudiada de la región, mientras puedan. La región del Ártico está sufriendo algunos de los efectos más drásticos del cambio climático. El pasado julio, un fragmento de hielo del tamaño de Manhattan se separó del glaciar Helheim en Groenlandia. Les preocupa que el creciente deshielo afecte a su laboratorio de campo prístino.

Lo que más interesa a los dos científicos es lo que yace bajo la superficie. Algunas de las regiones más biodiversas del mundo prosperan en aguas árticas frías. Investigan la zona béntica, las mayores profundidades del océano, plagadas de moluscos, gusanos, crustáceos, artrópodos y estrellas de mar. Toman muestras del agua para buscar especies desconocidas.

Se han descubierto más de 2.000 especies diferentes en el Ártico, pero Olivier estima que la cifra real podría ser más del doble. En aguas tan gélidas, recopilar datos no es tarea fácil.

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    Laurent Chauvaud, ecólogo marino del CNRS, se sumerge bajo la banquisa para tomar muestras.
    Fotografía de Erwan Amice, CNRS, LEMAR-Bebest

    El proceso es laborioso y peligroso. A veces, los osos polares vagan por la región y las condiciones meteorológicas son impredecibles. Las recompensas no son inmediatas y, a menudo, no obtienen ninguna. Olivier, Chauvaud y otros miembros de su equipo de investigación llevan trajes secos para sumergirse en las aguas gélidas bajo el hielo. Una vez recopilan sus muestras, las llevan al laboratorio para analizarlas. Puede transcurrir uno o dos años hasta averiguar si han encontrado o no una nueva especie.

    «Toda muestra plantea una lucha real contra las duras condiciones y el tiempo con el que contamos para analizarla», afirma Olivier.

    Pese al paisaje gélido y el terreno yermo, Olivier afirma que la vida en las profundidades bajo el hielo es una de las más diversas que ha visto nunca, más que en cualquier otra región del Ártico. Estudiando a los bivalvos, un tipo de molusco, el dúo cree que puede entender mejor los organismos que viven en las profundidades árticas y cómo podrían estar afectados por el cambio climático.

    En su estación de Daneborg, los científicos deben retirar la nieve varias veces al día para acceder a las instalaciones.
    Fotografía de Jean Gaumy, Magnum Photos

    Pero Olivier y Chauvaud no solo han estudiado la misteriosa zona béntica de Groenlandia. La región también presenta una oportunidad para estudiar el ruido, o la ausencia del mismo.

    Los animales marinos, y los mamíferos en particular, son sensibles a los sonidos fuertes. Las ballenas, por ejemplo, se comunican con vocalizaciones largas en grandes distancias, pero el ruido submarino procedente de grandes barcos o actividades como la perforación submarina pueden alterar su comunicación y el lugar al que se desplazan.

    Desde el aire, resulta posible ver lo extensa y vacía que es la región, algo que enmascara la abundancia de vida que yace bajo la superficie.
    Fotografía de Jean Gaumy, Magnum Photos

    A diferencia de otras regiones árticas, que experimentan un aumento del tráfico de barcos turísticos y buques portacontenedores, el noreste de Groenlandia todavía está relativamente aislado. Durante sus expediciones, Olivier y Chauvaud grabaron los sonidos subacuáticos de esta región intacta. Esperan usar las grabaciones algún día para compararlas con el ruido de fondo de otras regiones.

    Dicho esto, puede ser extenuante tomar muestras de la que, por ahora, es una región ártica prístina. Para Gaumy, de 70 años, vale la pena traspasar los límites para documentar su investigación.

    «Suele ser difícil hacer que concuerden los movimientos y el ritmo de trabajo con las necesidades de tiempo y viaje del equipo», afirma Gaumy. «Ese es mi reto».

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