Esta nueva reserva marina en el Atlántico será una de las más grandes del mundo

Ballenas, tiburones, focas, decenas de millones de aves marinas y menos de 300 humanos viven en los islotes que componen el archipiélago de Tristán de Acuña.

Por Sarah Gibbens
Publicado 13 nov 2020, 11:27 CET
Un ave marina sobrevuela la isla de Tristán de Acuña

Un ave marina sobrevuela la isla de Tristán de Acuña. La región es una importante reserva de aves marinas y alberga decenas de millones de albatros, pingüinos y otras especies. Su reciente declaración como zona de protección marina protegerá las zonas de alimentación que necesitan las aves para sobrevivir.

Fotografía de Dan Myers, National Geographic Pristine Seas

Las aguas que rodean una de las islas deshabitadas más remotas del mundo, situada en medio del Atlántico Sur, se convertirán en la cuarta área marina protegida más grande del mundo y la más grande del Atlántico.

Tristán de Acuña, un territorio británico, se encuentra a 3700 kilómetros al este de Sudamérica y a 2575 kilómetros al oeste de Sudáfrica. Para llegar hasta ahí hay que viajar en barco desde Sudáfrica durante siete días y, al llegar, «sientes que estás en el fin del mundo», cuenta Jonathan Hall, director de la unidad de la Real Sociedad para la Protección de las Aves (RSPB, por sus siglas en inglés) del territorio de ultramar británico.

Ahora, este archipiélago de cuatro islas será el emplazamiento de una reserva marina con una superficie de 687 245 kilómetros cuadrados, el triple que la del Reino Unido. El gobierno de Tristán de Acuña anunció ayer que el 90 por ciento de las aguas que rodean el conjunto de islas se convertirán en una «zona de veda» en la que estarán prohibidas la pesca, la minería y otras actividades.

Los conservacionistas explican que esto no solo podrá fortalecer una pequeña pesquería de langostas fuera de la reserva, sino que también protegerá las zonas de alimentación de decenas de millones de aves marinas que anidan en las islas, como los albatros chlororrinco y pingüinos saltarrocas, y un hábitat para focas, tiburones y ballenas.

La nueva área protegida se unirá al Blue Belt Programme del Reino Unido que, a día de hoy, protege casi siete millones de kilómetros cuadrados de ecosistemas marinos en todo el mundo. La nueva reserva es el producto de la colaboración entre los gobiernos de Tristán de Acuña y del Reino Unido y otros grupos de conservación como la RSPB, que lleva 20 años trabajando en la región, y la iniciativa Pristine Seas de la National Geographic Society.

El Edimburgo de los Siete Mares

En un artículo de 2014 que apareció en la revista National Geographic Traveler, el escritor Andy Isaacson describió Tristán de Acuña —o Tristán, como la suelen llamar— como una mezcla entre Escocia y la región californiana de Big Sur.

De la isla principal sobresale un volcán activo cubierto de nieve en invierno y marcado por acantilados abruptos donde los albatros construyen sus nidos. Junto a las playas hay colonias de focas y pingüinos, y cerca de la costa hay bosques de Laminaria ochroleuca, un tipo de alga. Solo existe una especie de árbol en la isla, el Phylica arborea.

Unas 245 personas de ascendencia escocesa, estadounidense, holandesa e italiana viven en el único pueblo de Tristán, Edimburgo de los Siete Mares.

La isla, descubierta por el explorador portugués Tristão da Cunha en 1506, no estuvo habitada hasta 1816, cuando destinaron allí a un destacamento británico para impedir que los franceses rescataran al emperador exiliado Napoleón de la isla de Santa Helena, a 2161 kilómetros al norte.

Los descendientes de aquellos marineros británicos y de otras personas empezaron a poblar la isla, criando ovejas, cultivando patatas y pescando langostas.

Aunque los humanos escasean, la fauna y la flora abundan en Tristán de Acuña, cuyas poblaciones de aves marinas ascienden a decenas de millones de ejemplares.

Cada tarde, «el aire parece llenarse de humo negro cuando las aves descienden», cuenta Hall. «La escala de la vida es impresionante».

Durante una expedición de 2017 para investigar el archipiélago, científicos del proyecto Pristine Seas de National Geographic también descubrieron una gran población de tintoreras, una especie que ha sufrido la sobrepesca por sus aletas.

«Es un lugar que posee un ecosistema único que no se encuentra en ningún otro lugar», cuenta Enric Sala, explorador residente de National Geographic. A lo largo de miles de kilómetros, es la única región con ecosistemas costeros como bosques de kelp y es un criadero fundamental para las tintoreras.

Las ventajas de la protección marina

A pesar de ser tan remota, la conservación de Tristán de Acuña peligra. Los ratones invasores que traen los barcos que están de paso matan a casi dos millones de aves cada año. El primer programa de erradicación tendrá lugar en 2021.

Un buzo de la expedición de Pristine Seas de National Geographic trabaja en el bosque de Laminaria ochroleuca en la costa de la isla de Tristán de Acuña. En 2017, la National Geographic Society colaboró con la Real Sociedad para la Protección de las Aves y el gobierno de Tristán de Acuña para poner en marcha una expedición de investigación en la región.

Fotografía de Roger Horrocks, National Geographic Pristine Seas

Los delfines nadan por las aguas del territorio.

Fotografía de Roger Horrocks, National Geographic Pristine Seas

Hall, de la RSPB, dice que ha habido buques de pesca ilegales en la región. Los residentes de Tristán de Acuña gestionan una pesquería de langosta que cuenta con un certificado de sostenibilidad del Marine Stewardship Council. La nueva reserva marina excluye las zonas de pesca designadas no muy lejos de la costa de varias islas. Dentro de la reserva marina no se permitirá pescar.

Un informe de 2017 de Pristine Seas empleó datos por satélite para rastrear los buques de pesca de la zona entre 2014 y 2016. La mayoría de los 253 busques registrados parecían estar de paso, pero 11 mostraron una actividad que concordaba con la pesca. La pesca industrial puede hacer que las aves marinas, los tiburones y otras especies importantes se queden capturadas accidentalmente en redes o sedales.

Hall señala que, con la protección del Blue Belt Programme del Reino Unido, Tristán de Acuña recibirá más recursos para patrullar sus aguas en busca de actividad pesquera ilegal.

Los expertos consideran que las áreas marinas protegidas (AMP) son la panacea de la conservación. Un estudio publicado el martes en Proceedings of the National Academy of Sciences corroboró las evidencias científicas confirmadas de que las AMP protegen las fuentes de alimento al producir mayores rendimientos. Los caladeros que no sufren molestias pueden producir un efecto de «derrame» en el que una abundancia de peces de un área protegida se «derrama» en los focos de pesca. El estudio desveló que expandir la red actual de áreas protegidas solo un cinco por ciento podría aumentar las capturas globales de peces en al menos un 20 por ciento.

«El aumento de la demanda de productos del mar por parte de una población humana en expansión, además de las repercusiones negativas previstas del cambio climático en muchas pesquerías, incrementa la necesidad de gestionar y proteger bien las poblaciones de peces», cuenta Reniel Cabral, ecólogo de la Universidad de California en Santa Bárbara y uno de los autores del estudio.

Queda mucho por hacer

En torno al ocho por ciento de los océanos del mundo se han declarado áreas marinas protegidas, pero solo el 2,6 por ciento prohíben totalmente la pesca.

Los polluelos de albatros anidan en la isla de Tristán de Acuña. Aunque la nueva reserva marina protege las aguas que necesitan los albatros para alimentarse, los polluelos se enfrentan al peligro de los ratones invasores que viven en la isla. El año que viene comenzará una iniciativa de erradicación.

Fotografía de Dan Myers, National Geographic Pristine Seas

La Campaign for Nature Initiative de la National Geographic Society ha solicitado que se proteja un 30 por ciento del océano, una cifra que, según demuestra su investigación, permitiría que los ecosistemas aporten beneficios, como grandes poblaciones de peces. Señalan que proteger ese porcentaje del océano también ayudará a proteger a especies en peligro crítico de extinción.

«Tenemos 10 años para proteger el 30 por ciento del océano si queremos detener la extinción de las especies», afirma Sala.

Sostiene que estas áreas protegidas deberían estar en grandes zonas prístinas como las aguas que rodean Tristán, pero indica que el mundo necesita una mayor cantidad de AMP pequeñas en partes del mundo con pesquerías comerciales más activas, como Estados Unidos y el Mediterráneo.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.
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