El carbón limpio está que arde

Por Redacción National Geographic
Planta de Energía

21 de septiembre de 2010

Este artículo forma parte de una serie especial que explora temas relacionados con la energía. Para más información, visite The Great Energy Challenge.

En un esfuerzo multidisciplinario para impulsar el «carbón limpio», la Administración Obama ha anunciado un proyecto de mil millones de dólares para demostrar una nueva técnica de combustión, lanzado estudios que demuestran que el dióxido de carbono puede almacenarse bajo tierra y recomendaciones diseñadas para reducir las barreras reguladoras.

Pero muchos de los partidarios de la iniciativa de captura y almacenamiento de carbono (CCS) para abordar la contaminación de gases invernadero producidos por las plantas de carbón en EE.UU. dicen que el aluvión de iniciativas de la semana pasada no son suficientes para alcanzar la solución, que pasa por la adopción de un compromiso legal claro de los Estados Unidos para reducir de forma importante sus emisiones de combustible fósil.

Se puede construir un pequeño número de demostraciones, pero ¿es viable hacer un despliegue serio? «Esta iniciativa no tiene futuro sin la legislación pertinente», comenta George Peridas, científico del centro climatológico del consejo de defensa de los recursos naturales. «A menos que el gremio financiero tenga la certidumbre sobre lo que ocurrirá en el aspecto político, no asumirá riesgos».

NRDC no está de acuerdo, hasta cierto punto, con los grupos ecologistas que rechazan de plano el almacenamiento del carbono, argumentando que la minería del carbón es demasiado dañina o que las inmensas inversiones requeridas se gastarían mejor en energías no emisoras de dióxido de carbono. NRDC ha prometido más investigaciones sobre el CCS, aunque ha criticado los esfuerzos del sector carbonífero para bloquear la legislación sobre el clima que considera esencial para impulsar la inmensa inversión necesaria para solventar este problema.

La oposición a las leyes climáticas mostró su gran efectividad, ya que repetidos intentos para modificar la ley casi no aprobada por la cámara de representantes no obtuvieron los 60 votos necesarios para frenar la maniobra parlamentaria que evitó su votación en el Senado.

La iniciativa del carbón limpio se está deteriorando

Las implicaciones de esta brecha legislativa enervan no sólo a los ecologistas, sino también a empresas clave que buscan desempeñar un papel importante en la construcción de plantas termoeléctricas de nueva generación menos contaminantes. Al día de hoy, el 47 por ciento de la electricidad generada en los Estados Unidos procede del carbón, según los datos proporcionados por la U.S. Energy Information Administration. Esta es una cifra menor del 50 por ciento de hace cinco años. Mientras tanto, la parte de generación del gas natural, se ha incrementado de 18 a 21 por ciento. Y el U.S. Department of Energy estima que el 90 por ciento de las nuevas plantas termoeléctricas construidas en los próximos 20 años, quemarán gas natural.

« Observamos una tendencia definitiva a un futuro exento de nuevas plantas de carbón», añade Keith White, director del grupo tecnológico de gasificación de GE Energy, que se especializa en los proyectos de captación de carbono de ámbito comercial. «Esto se debe a la incertidumbre existente sobre la dirección que tomarán las leyes de control del dióxido de carbono. Actualmente, el sector se está deteriorando aceleradamente debido a la inacción gubernamental. Podemos incluso perder nuestra ventaja competitiva». La Administración Obama buscaba cambiar la percepción con su pronunciamiento del 5 de agosto en el que anunció una versión adaptada de la iniciativa bandera de CCS, el proyecto FutureGen que se había planificado para Mattoon, Illinois. En lugar de avanzar con dicho plan (inicialmente lanzado para su posterior archivado por la Administración Bush), el U.S. Department of Energy anunció que utilizaría mil millones de dólares de las ayudas gubernamentales para adecuar una obsoleta planta de combustión de petróleo situada a 225 kilómetros de Mattoon, en Meredosia, Illinois,  con una tecnología distinta.

El proyecto FutureGen original habría convertido el carbón en un gas que después se quemaría para generar electricidad: el dióxido de carbono emitido por el proceso se captaría y almacenaría posteriormente. Pero FutureGen 2.0, como lo llama la actual Administración, apunta a ser la primera planta de oxicombustión de escala comercial del mundo. La esperanza radica en que la combustión del carbón en oxígeno puro, producirá unas emisiones de dióxido de carbono puro, lo que reducirá los costes y la energía necesarios para limpiar los contaminantes ambientales y el mercurio.

El nuevo plan tiene un papel reservado para Mattoon, como sitio de almacenamiento subterráneo del dióxido de carbono captado. Pero el grupo de desarrollo económico en Mattoon ha rehusado almacenar el carbono de la planta de Meredosia, lo que demuestra que el tramo final del proceso CCS es igual de polémico y controversial que su parte inicial.

En busca de sitios de almacenamiento

Pero la Administración Obama intentó abordar el problema de almacenamiento esta semana, anunciando un proyecto de 21,3 millones de dólares para estudiar la factibilidad del aislamiento del dióxido de carbono bajo tierra en 15 emplazamientos de 12 estados. Los proyectos estudiarán cinco tipos diferentes de formaciones minerales donde se podría almacenar el dióxido de carbono captado: rocas porosas saturadas con agua salada conocidas como formaciones salinas profundas, vetas carboníferas que no se pueden explotar, pozos gasíferos y petrolíferos agotados, esquistos orgánicos con petróleo o gas y áreas de roca volcánica llamada basalto.

¿Quién sería el responsable de cualquier daño causado si parte del dióxido de carbono llegara a filtrarse a la superficie? Este es sólo uno de los asuntos legales que un comité interdisciplinario federal intentó abordar en un informe de 233 páginas publicado esta semana. Sobre el tema de la responsabilidad legal, el comité emitió recomendaciones en contra de las indemnizaciones federales indefinidas contra el sector en caso de que ocurran accidentes, como algunos han sugerido. En su lugar, el comité sugirió que el enfoque híbrido con aseguradoras privadas que limita la responsabilidad civil del sector nuclear es un modelo válido a seguir para asegurar los riesgos del almacenamiento del CO2 a largo plazo. La conclusión alcanzada indica la necesidad de que las agencias realicen más estudios al respecto, junto con el Ministerio de Justicia.

GE Energy hizo una declaración indicando su «decepción» con el informe elaborado por el comité, por no haber abordado el impedimento más grave para el avance del proyecto CCS: la falta de señales al mercado que «reducirían los costes o crearían incentivos financieros» para que la empresas inviertan en estas tecnologías.

A fecha de hoy, aunque el dióxido de carbono se ha aislado en entornos industriales y plantas químicas, se están llevando a cabo esfuerzos en todo el mundo para desarrollar y demostrar la mejor tecnología para hacerlo en una planta generadora de electricidad. Ya se han cancelado varios proyectos previstos debido a la ausencia de financiación. Pero se sigue trabajando en dos proyectos de demostración en los Estados Unidos, una planta energética de Duke Energy en Edwardsport, Indiana, que se consideraría preparada para almacenar carbono y una planta de carbón de American Electric Power en New Haven, Virginia occidental,  donde el objetivo residiría en limpiar el carbono de las chimeneas mediante el amoníaco.

Peridas, del NRDC, dice que los fondos y la voluntad política son los verdaderos problemas del CCS, y no la falta de conocimientos.

«Lo más importante que la gente debe comprender es que el motivo de la inacción es la voluntad política y los precios, y no la incertidumbre sobre la viabilidad de la tecnología misma», añade Peridas. «Esto no es fusión nuclear. Esto sí sabemos hacerlo pero la cuestión radica en establecer las condiciones propicias para que las corporaciones lo lleven a cabo.

Sonja Elmquist es reportera del servicio de noticias Medill en Washington, D.C.

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