Enseñanzas desde el terreno: la conservación en Boston

Por Redacción National Geographic
Skyline de Boston

5 de septiembre de 2010

No está precisamente en una zona en la que el agua escasee, así que es posible que resulte sorprendente el hecho de que Boston, en Massachusetts, destaque como una de los mayores éxitos en cuanto a conservación urbana dentro de los Estados Unidos.

Un email que pasó por mi pantalla a principios de 2005 anunciaba que el uso total de agua en la región de Boston había disminuido hasta llegar a la cantidad más baja en 50 años, un logro sorprendente, sobre todo si se tiene en cuenta el buen momento de su economía durante las últimas décadas. La demanda de agua de la región ha seguido cayendo: para 2009, había bajado un 43 por ciento respecto al máximo registrado en 1980.  

¿Cómo y por qué consiguió esta capital de Nueva Inglaterra apuntarse ese tanto? Los motivos ofrecen algunas lecciones importantes para los ciudadanos y las comunidades en el país y por todo el mundo.

En los años ochenta, Boston se enfrentaba a un problema conocido: su demanda de agua superaría pronto las posibilidades de suministro de su sistema de agua. Su depósito de 1560 millones de litros rondaba siempre la mitad o un cuarto de su capacidad, con lo que la zona de Boston tendría graves problemas en caso de que llegara una sequía. La región estaba utilizando alrededor de 1320 millones de litros al día por aquel entonces, cuando se consideraba que un nivel de consumo seguro era de 1130 millones.

Las autoridades de suministro de agua respondieron del mismo modo en que lo habrían hecho la mayoría de proveedores, es decir, buscando nuevas fuentes para aumentar el suministro.

La mejor opción parecía la de desviar agua desde el río más grande de Nueva Inglaterra, el Connecticut, que va desde el extremo norte de New Hampshire hasta el estrecho de Long Island. El desvío propuesto trasvasaría nuevas reservas al depósito de Quabbin, que se había construido décadas atrás mediante la colocación de una presa en el río Swift, en el oeste de Massachusetts, inundando cuatro pueblos.

Los acueductos llevan agua potable a lo largo de más de 100 km, desde el brillante río Quabbin hasta los servicios y grifos del área de Boston, pasando por el depósito de Wachusett en su camino.

Cuando los rumores del trasvase llegaron a los oídos de los ciudadanos y los grupos ecologistas, éstos no tardaron en manifestar su preocupación acerca del impacto ecológico, incluido el daño que causaría a los esfuerzos llevados a cabo para devolver el salmón atlántico al río Connecticut. Presionaron en busca de un enfoque diferente, consistente en reducir la demanda de agua de Boston, en lugar de aumentar sus reservas.

Como respuesta, la Autoridad para los Recursos de Agua de Massachusetts (MWRA), creada poco antes y proveedora de agua para 2,5 millones de personas y más de 5.500 grandes industrias de Boston y las comunidades de sus alrededores, comenzó con un agresivo programa de conservación. Se dispuso a detectar y reparar fugas en las anticuadas tuberías del sistema de distribución de agua. Modernizó alrededor de 350.000 hogares mediante la instalación de materiales eficientes de fontanería, como cabezales de ducha de bajo caudal. Llevó a cabo inspecciones de grandes instalaciones industriales y reformó los contadores de agua para poder seguir la pista de cuánta agua vende esta agencia a las distintas comunidades. La MWRA también subió el precio del agua y reforzó la educación pública en lo que respecta a la importancia de conservar el agua.

En 1988, un año después del comienzo del programa,  llegó un nuevo estímulo, al convertirse Massachusetts en el primer estado del país que exigía aseos de poco volumen en todas sus construcciones y reformas. Esta iniciativa resultó ser precursora importante de los estándares federales de eficiencia que se aprobaron cuatro años más tarde.  

En lo que supone un acuerdo excepcional, la MWRA también financia un grupo de control ciudadano llamado el Water Supply Citizens Advisory Committee (Comité Asesor de los Ciudadanos respecto al Suministro de Agua), con sede en Hadley, una ciudad de Massachusetts no muy lejana del Depósito de Quabbin. Con la ayuda de una participación ciudadana activa, el programa de conservación supuso una disminución rápida y constant del consumo de agua en la zona de Boston: el volumen total utilizado en 2009 era de 268,5 millones de metros cúbicos al año, un 43 por ciento por debajo del máximo de 474,9 millones registrado en 1980.

En la actualidad, el Depósito de Quabbin está rebosante de agua, y la idea del trasvase desde el río Connecticut ya no está sobre la mesa. 

El programa de conservación demostró también ser rentable, y ahorró a los residentes de la zona de Boston el gasto estimado de 500 millones de dólares del trasvase.  

Pero la historia no se acaba ahí. Existe una gran polémica sobre qué hacer con el excedente de agua del Quabbin. Dado que sus consumidores utilizan ahora mucha menos agua por persona, la MWRA  busca la forma de dividir los costes fijos entre más clientes. Durante los últimos seis años ha incorporado cinco comunidades más a su área de servicio. Por otro lado, los grupos ecologistas preferirían que el excedente de agua se utilizase para restaurar las corrientes del río Swift de forma que afectara positivamente a piscifactorías y otros elementos del ecosistema.  

 

Generado gracias al éxito de las conversaciones, el debate sobre el mejor uso para el excedente de agua es el mismo que les encantaría tener a un gran número de ciudades de todo el país con escasez de agua.

Sandra Postel dirige el Proyecto Independiente sobre Política Global del Agua y da clase, escribe y asesora sobre asuntos internacionales relativos al agua. Postel es autora de varios libros elogiados por la crítica, incluido el clásico Último Oasis, y también trabaja como experta de referencia en asuntos de agua para la Iniciativa Agua Dulce de la National Geographic Society. Postel es becaria del programa Pew Scholars de Conservación y Medio Ambiente, y en 2002 fue nombrada una de los”50 Científicos Americanos” por su contribución a las políticas de abastecimiento de agua. 

 

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