La capa de ozono se recupera con altibajos

Por Redacción National Geographic
Sección transversal de la capa de ozono de la Tierra medida por el Ozone Mapper Profiler Suite del satélite Suomi NPP.

16 de diciembre de 2013

El año pasado, el agujero de la capa de ozono sobre la Antártida era sorprendente pequeño. Sin embargo, los científicos nos recomiendan que no nos entusiasmemos, porque más que una señal de recuperación, parece que la disminución del tamaño se debe a otro factor: la meteorología.

Efectivamente, según la investigación, el agujero seguirá aumentando y disminuyendo durante décadas, antes de cerrarse por completo.

El tamaño del agujero situado sobre la Antártida, una zona que se caracteriza por bajos niveles de ozono, alcanzó su máximo en años recientes, entre 21 y 27 millones de kilómetros cuadrados, es decir, más grande que América del Sur.

Hace más de 20 años el Protocolo de Montreal limitó el uso de productos químicos que dañaban la capa de ozono; sin embargo, puesto que estas sustancias tienen una vida de más de 100 años, siguen reduciendo la capa de ozono de la atmósfera superior, que es fundamental, pues protege la superficie de nuestro planeta de los rayos ultravioletas del Sol, que pueden provocar cáncer de piel y cataratas. Por eso, la recuperación y posterior recaída han supuesto una gran decepción para los expertos, que no saben qué pensar.

Dos de los agujeros más grandes y profundos de la pasada década se produjeron en 2006 y 2011; sin embargo, el de 2012 fue el segundo más pequeño en 20 años.

Ahora, Susan Strahan y sus colegas Anne Douglass y Natalya Kramarova, del Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA, creen haber dado con la respuesta: afirman que los cambios de tamaño se deben no solo al uso de productos químicos, sino también al viento.

Tradicionalmente, los científicos medían la cantidad total de ozono en la atmósfera, utilizando después las mediciones para producir un único indicador de recuperación de ozono. Sin embargo, a partir de nuevos datos de dos satélites, Strahan y Kramarova consiguieron observar lo que ocurre en el interior del agujero.

Para su sorpresa, descubrieron que en 2006 y 2011 el tamaño de los agujeros era el mismo, pero el nivel total de ozono dentro de ellos era distinto, aunque lo más impactante estaba por llegar: al parecer, en 2006 los vientos transportaron más ozono en la Antártida, pero también hubo más cloro; en 2011, en cambio, el viento transportó menos ozono, pero también hubo menos presencia de cloro, que contribuye a la destrucción de ozono.

Así, los efectos del viento se compensaron para crear en 2011un agujero del mismo tamaño que el de 2006, pero la cantidad total de ozono era mayor.

El año 2012 fue bastante más complejo. A pesar de que la disminución de ozono tuvo lugar en altitudes más bajas, los fuertes vientos transportaron mucho ozono a altitudes mayores, por lo que el resultado fue un agujero más pequeño.

En conclusión, los científicos esperan que el agujero de ozono empiece a mostrar signos de recuperación en 2025. Hasta entonces, seguirá habiendo años buenos y malos y muchos altibajos.

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