
Dentro de la pirámide funeraria, los trabajadores instalan un puente de madera a través de la escalera central. Esto ofrecerá a los investigadores un acceso más fácil a la cámara del fondo, cubierta por dos enormes losas de piedra inclinadas unas sobre otras. No se han encontrado huesos en esa cámara, ni en la habitación con los murales. "Por lo que vemos, es posible que los huesos fueran retirados en la época prehispánica", dijo Robles García. El edificio en sí muestra signos de destrucción deliberada.
Fotografía de Héctor Montaño, INAH Dos elementos que se repiten en las cámaras –un grupo de puntos negros, y lo que parece a ojos modernos como una L mayúscula de color amarillo- "Los puntos pueden representar motivos felinos", dijo Robles García, arqueólogo del Instituto de Antropología e Historia Nacional de México ", y el motivo de color amarillo parece mostrar la forma característica de un juego de pelota".
Fotografía de Héctor Montaño, INAH Un detalle de la cámara con un fresco que muestra el número 12, expresado mediante una serie de puntos y barras, así como un glifo que puede representar un caimán. Aunque la zona central (no se muestra) de este muro está parcialmente destruida, los arqueólogos creen que una vez que haya aparecido el nombre del dueño de la tumba.
Fotografía de Héctor Montaño, INAHC oronando una colina con vistas a los picos de la Sierra Juárez, la pirámide funeraria en Atzompa se alza 6,6 metros (21,6 pies). En el interior se encuentran las tres cámaras, una sobre la otra, conectadas por una escalera central. Las habitaciones muestran las características habituales de las tumbas zapotecas, pero aquí, curiosamente, aparecen en una estructura independiente. En otros sitios zapotecos, las cámaras de este tipo se han encontrado en los pisos de los palacios.
Fotografía de Héctor Montaño, INAH Una de las tres tumbas descubiertas recientemente apiladas en una pirámide, esta cámara con colores vivos es única entre la arquitectura funeraria zapoteca, según anunciaron los arqueólogos mexicanos a finales de julio. Data de alrededor del año 650 a 850, el complejo funerario fue parte de un barrio de elite de los zapotecas, una civilización agrícola que prosperó en el actual estado mexicano de Oaxaca.
Fotografía de Héctor Montaño, INAH