Angela, a single mother who uses her wrestling money to pay for her son's education, says, "People need some reason to fight, and mine is my son." Her 12-year-old son comes to watch all of her matches.
Llamas salvajes pastan a las afueras de El Alto, Bolivia. Los glaciares que han proporcionado agua a la región durante siglos están desapareciendo, generando preocupación por la futura disponibilidad de agua.
Fotografía de Luisa DörrLa lucha libre ha sido un deporte popular en Bolivia desde los años 50, pero la entrada de las cholitas en el ring es un fenómeno más reciente. Mary Llanos Saenz, conocida como Juanita La Cariñosa en el cuadrilátero, dice que la lucha libre «es una forma de que las mujeres bolivianas demuestren su valor en un mundo de hombres». Las mujeres, discriminadas a lo largo de la historia, usan el cuadrilátero como otro escenario de su batalla por la igualdad, y ver a las mujeres derrotar a hombres luchadores es una de las atracciones principales.
Fotografía de Luisa DörrDos mujeres luchan mientras un árbitro las observa.
Fotografía de Luisa DörrLos domingos, turistas y lugareños acuden a presenciar las peleas en el centro deportivo Dolores de El Alto.
Fotografía de Luisa DörrWara, luchadora cholita de 19 años, frente a un edificio de El Alto, que comenzó como aldea principalmente agrícola.
Fotografía de Luisa DörrWara explica las dificultades de luchar con zapatos más elegantes que los de los hombres: «Es mucho más fácil para un hombre luchar con botas... Nos resulta más difícil trepar y saltar desde el cuadrilátero».
Fotografía de Luisa DörrLas mujeres luchan en un combate privado en un edificio diseñado por el arquitecto Freddy Mamani en El Alto.
Fotografía de Luisa DörrWara posa con su atuendo de luchadora.
Fotografía de Luisa DörrDebido a las barreras geográficas, La Paz ha alcanzado sus límites, de forma que el desarrollo se extiende a El Alto, donde están apareciendo edificios de ladrillo con más frecuencia que en el pasado.
Fotografía de Luisa DörrNoelia, cuyo nombre de luchadora es Elsita, ha sido aficionada a la lucha libre desde joven. Tras pasar años observando las peleas, decidió probar suerte. Su madre no lo aprobaba, ya que creía que era inseguro, pero ahora Noelia lleva tres años luchando.
Fotografía de Luisa DörrLas cholitas voladoras llevan bombines de estilo tradicional cholita.
Fotografía de Luisa DörrWara mira a la cámara con su bombín.
Fotografía de Luisa DörrUna vez al año en El Alto, Bolivia, las luchadoras participan en una pelea mixta a gran escala. Cualquiera que pretenda escapar de la pelea debe saltar la cerca alrededor del ring y la última persona que quede dentro, gana.
Fotografía de Luisa DörrSonia, propietaria de un salón de belleza, explica que «a veces nos hacemos daño y tenemos que dejar de luchar durante unos meses. Ya me he roto la muñeca, pero nunca tuve lesiones que me impidieran [luchar o trabajar] de nuevo».
Fotografía de Luisa DörrEl cuadrilátero en el centro deportivo Dolores de El Alto está cercado y, durante las peleas, lo rodean aficionados que gritan y animan.
Fotografía de Luisa DörrLas voluminosas faldas que los colonos españoles obligaron a llevar a las mujeres bolivianas durante siglos son ahora símbolos de orgullo e identidad.
Fotografía de Luisa DörrWara, luchadora de 19 años, dice que «gracias a la lucha libre, he viajado a muchos lugares de Bolivia. Para nosotras, esta es una profesión».
Fotografía de Luisa DörrCuando muchos miembros de la comunidad indígena de Bolivia fueron obligados a trabajar como sirvientes para los ocupantes españoles, les obligaron a llevar una vestimenta especial. Algunas de estas prendas, entre ellas las voluminosas faldas y los bombines, son ahora símbolos de orgullo para las cholitas.
Fotografía de Luisa DörrÁngela, como muchas cholitas voladoras, es madre soltera. Otras tienen parejas que también luchan.
Fotografía de Luisa DörrClaudina, una cholita voladora, procede de una familia de luchadores. «Mi padre era luchador. Mi hermano es luchador. Mi hermana es luchadora. Yo soy luchadora», afirma.
Fotografía de Luisa Dörr