Este escalador nepalí ha encumbrado seis de las montañas más altas del mundo en un mes

Este exsoldado gurka ha hecho historia por sus rápidos ascensos de seis de los picos más altos del mundo. Su misión: completar los catorce ochomiles.

Por Freddie Wilkinson
Publicado 27 may 2019, 12:59 CEST
Nirmal Purja Magar posa en la cima del Everest el 22 de mayo de 2019. Este soldado nepalí convertido en escalador, que se hace llamar «Nims», ha encumbrado seis de los 14 picos de más de 8.000 metros en el último mes. También ha destacado en la comunidad de la escalada por su estilo descarado. (Esta foto, subida originalmente a la cuenta de Instagram de Nim, @nimsdai, se ha subido con su permiso.)
Fotografía de @nimsdai Project Possible

El 24 de mayo, Nirmal Purja Magar encumbró la quinta montaña más alta del mundol, el Makalu, en su Nepal natal. Al cierre de esta edición, su equipo de apoyo informó de que era el único que aún estaba volviendo a su campamento base. A nivel superficial, este logro podría considerarse algo vulgar según los estándares del alpinismo moderno; al fin y al cabo, había escalado por la ruta habitual empleando oxígeno y acompañado de un guía sherpa. Pero su logro se aclara verdaderamente si se tiene en cuenta que solo 48 horas antes había pisado la cumbre del Lhotse, la cuarta montaña más alta del mundo. Y 12 horas antes, había alcanzado la cima del Everest.

En total, Nimsdai o Nims —el sobrenombre que prefiere— ha encumbrado seis de las montañas más altas y peligrosas del mundo esta primavera —Annapurna, Dhaulagiri, Kanchenjunga, Everest, Lhotse y Makalu—, en poco menos de un mes. Supone un esfuerzo asombroso —algunos lo tacharían de locura—, pero para Nims, este hito marca la culminación de la primera fase de un proyecto mucho más ambicioso: hacerse con los 14 picos de más de 8.000 metros en un periodo de siete meses.

Desde que la leyenda del alpinismo Reinhold Messner completó los denominados «ochomiles» en 1986 (tras haber empezado su proyecto en 1970), esa lista ha sido la regla de oro en los currículos de gran altitud. En los 33 años transcurridos desde entonces, aproximadamente 40 alpinistas han seguido los pasos de Messner y muchos más han fallecido en el intento. La mayoría tardaron décadas en finalizar su misión; la marca de máxima velocidad actual (establecida por el legendario polaco Jerzy Kukuczka) es de siete años, 11 meses y 14 días.

Aunque se ha barajado la idea de completarlos todos en un solo año, ningún escalador ha asumido el reto con seriedad. Lograrlo representaría un cambio paradigmático en el mundo comercializado y relativamente estancado del alpinismo de altura. Ahora, parece posible que Nims pudiera completarlo para octubre. A pesar de que este logro sería espectacular, es probable que parte de la vieja guardia del alpinismo lo reciba con reticencia, ya que su estilo grandilocuente y su teatralidad descarada —y su imprudencia, añadirían algunos— no son admirados por todos los miembros de las élites en los círculos del alpinismo.

Cuando Messner y sus seguidores fundaron su club de los ochomiles, insistieron en que su forma de escalar las montañas importaba tanto como alcanzar la cima. En general, evitaban el uso de botellas de oxígeno, que otros fijaran sus cuerdas y que los sherpas los guiaran o transportaran su equipo y suministros. También creían que los escaladores debían emprender rutas en terrenos que exigieran habilidades de escalada técnica y, donde fuera posible, establecer rutas nuevas. Y cuando lograran su hazaña, se consideraba de mala educación hablar de ello indecorosamente con los medios.

Sin embargo, Nims adopta sin complejos las comodidades modernas, envía a sherpas escaladores con cilindros de oxígeno por delante de él para reunirse con ellos en los campamentos y su cuenta de Instagram parece una versión hollywoodiense de la escalada del HImalaya, una dramática orgía de tormentas, rescates y helicópteros revoloteando. Tampoco le falta orgullo. Un ejemplo de ello es la siguiente llamada a las armas, que subió tras empezar a escalar el Everest:

«...Os he dado tres cimas de las montañas más peligrosas y más raramente escaladas del mundo en tres semanas, con dos misiones de rescate no planificadas por encima de la zona de la muerte... Ahora, os daré la cima del Everest, el Lhotse y el Makalu en tres días. Intentaré batir mis propios récords del mundo».

Y, con todo, a pesar de su bravuconería, Nims parece capaz de sacar adelante su aventura. Hasta ahora, ha cumplido sus promesas con seis cumbres importantes, se ha ganado el respeto de los trabajadores sherpas con los que comparte la montaña y ha cultivado una ansiosa comunidad de fans, sobre todo entre escaladores asiáticos, que acuden en bandada al Himalaya como nunca antes.

Nims contempla la cima del Annapurna desde su campamento base a principios de este mes. Con seis ochomiles nepalíes tachados en su lista, centrará su atención en el K2 y al Nanga Parbat de Pakistán, la segunda y novena montañas más altas del mundo.
Fotografía de @nimsdai Project Possible

«No se anda con rodeos y habla sin complejos y de forma directa, normalmente sin filtros», afirma el alpinista canadiense Don Bowie, que se se unió a Nims en el Annapurna, su primera cumbre de más de 8.000 metros del año. «Pero es de sonrisa rápida y encantadoramente amistoso, y parece emitir un entusiasmo constante y contagioso que da energía a todo el que le rodea. Cuesta no admirar este tipo de autenticidad tan rara».

Una primavera épica

Aproximadamente 12 horas antes de salir hacia la cima desde el campamento base del Everest, Nims me recibió en su tienda desordenada para tomar una taza de café.

«¿Qué tal?», me preguntó con un saludo casual. «Me siento bien, hermano», me anunció antes de que pudiera responder.

Con una altura de casi 1,70, es más bajo de lo que esperarías basándote en su heroico perfil en redes sociales y habla inglés con un vago acento de clase trabajadora que está plagado de «mates», «brothers» y «buds». Parece relajado, aunque un equipo mediático arma bullicio en el fondo, escribiendo en sus ordenadores portátiles y jugueteando con sus cámaras.

«Lo más importante del proyecto, hasta ahora, han sido los rescates», declaró. «No estaban planificados. Aparte de eso, todo bien, tío. Rescatar a gente desde 8.450 metros de altura cuesta mucho más que escalar una montaña».

De hecho, el triplete de montañas que Nims acababa de encumbrar cuando lo entrevisté —Annapurna, Dhaulagiri y Kanchenjunga— se considerarían puntos culminantes de su carrera en casi cualquier circunstancia. Y las circunstancias de las ascensiones de Nim distaban mucho de ser las ideales. Un ejemplo es el Annapurna, donde el escalador Wui Kin Chin, médico de China, desapareció el mismo día que Nims llegó a la cima:

«Volvimos al campamento base sobre las 10 de la noche. Y claro, como ya había llegado a la cima, había unos cuantos amigos esperándonos y nos dieron whiskey y bebimos hasta las 3:30 de la mañana. El helicóptero llegó a las 6:00 de la mañana y nos dijeron que el médico estaba vivo. Así que reuní a mi equipo... Nos llevaron hasta el campamento 3 en helicóptero grúa. A partir de ahí, el tiempo hasta donde estaba era de más de 16 horas. Lo logramos en cuatro».

Chin fue evacuado con éxito a Katmandú y, a continuación, a Singapur, donde falleció días después.

Desde el Annapurna, Nims viajó en helicóptero al Dhaulagiri, una escalada aún más compleja debido al mal tiempo. «Encumbramos el Dhaulagiri sobre las 6:30 de la tarde, en unas de las peores condiciones que existen. Fue difícil». Nims y su equipo de otros cuatro escaladores nepalíes descendieron en la oscuridad para llegar a un helicóptero del campamento base la mañana siguiente, que los llevó a Katmandú.

«Pasamos una noche en Katmandú y no descansamos mucho, ya que muchos amigos querían tomarse una cerveza», contó Nims, guiñando el ojo. «Y al día siguiente, fuimos al Kanchenjunga».

Desde el Kanchenjunga, Nims y uno de sus principales compañeros de escalada, Mingma David Sherpa, decidieron intentar el ascenso de una sola vez desde el campamento base, saliendo a la una de la tarde y encumbrándolo después de las 11:00 de la mañana del día siguiente. Por el camino, se les unió un segundo escalador sherpa como apoyo, Gesman Tamang. Durante el descenso, se toparon con un escalador indio que tenía dificultades, Biplab Baidya, y su guía Dawa Sherpa. Ambos se habían quedado sin botellas de oxígeno a 8.450 metros. Dieron a los dos hombres dos de sus cilindros de oxígeno de repuesto y los ayudaron a descender, pero se toparon con un segundo escalador indio, Kuntal Karar, que también se había quedado sin oxígeno y había abandonado. Nims le dio su propio cilindro de oxígeno.

«Empezamos a pedir ayuda un millón de veces, tío... Empezamos a pedir rescate, refuerzos y decían que habían enviado a alguien. A las siete ya había oscurecido y no veíamos linternas», contó.

Karar falleció poco después de que el oxígeno que Nims le había dado se agotara. El equipo siguió ayudando a Baidya a descender hasta que, uno a uno, los dos compañeros de Nims, Mingma David y Gesman, empezaron a mostrar síntomas de un leve edema cerebral de gran altitud y se vieron obligados a descender.

Baidya falleció a menos de 200 metros del campamento 4, donde decenas de personas estaban acampadas. Cuando hablé con él una semana después, resultaba obvio que los acontecimientos aún frustraban a Nims. «Esta gente se autodenomina experta de gran altitud, escaladores en solitario, todo eso, tío, pero nadie acudió para ayudarnos... Lo más triste es que mintieron, dijeron que habían enviado a gente. No enviar información precisa es muy grave».

A pesar de las consecuencias, Nims cree que vivencias como las que experimentó en el Kanchenjunga son una validación de su estilo de escalada. «Si no hubiera escalado con oxígeno, no habría podido darles oxígeno», afirma.

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    Durante el descenso desde la cima del Everest y cuando se dirigía a escalar el adyacente Lhotse, Nims fotografió el atasco de escaladores del famoso paso Hillary. Subió esta foto a Instagram con la captura: «El 22 de mayo, encumbré el Everest a las 5:30 de la mañana y el Lhotse a las 3:45 de la tarde a pesar del tráfico (unas 320 personas)».
    Fotografía de @nimsdai Project Possible

    Fuerza y astucia

    Nims aún no es famoso en los círculos del alpinismo por una buena razón: hasta este año, era un soldado a tiempo completo al servicio del gobierno británico como integrante de los famosos gurkas y, posteriormente, el Special Boat Service (SBS). De hecho, probablemente sea más fácil entenderlo como soldado, no como alpinista, y después de tomar café con él en el campamento base del Everest, me invitó a volver a su tienda aquella noche para cenar y hablar de su carrera militar.

    «Nací en Nepal, crecí en los gurkas y me convertí en un hombre en el SBS», me contó mientras me servía una cerveza animosamente, aunque no bebió porque siete horas después partiría para empezar sus escaladas consecutivas del Everest y el Lhotse.

    Nims se alistó en los gurkas con 18 años. Los gurkas, un vestigio de la era colonial, son un regimiento de soldados reclutados en Nepal para luchar por y servir al ejército británico. Con una orgullosa historia de cien años combatiendo por todo el mundo y la garantía de una pensión y prestaciones por parte del gobierno británico, la unidad es una opción popular entre los ambiciosos jóvenes nepalíes y su selección es muy competitiva. Tras seis años de servicio en los gurkas, Nims aprobó el proceso de pruebas aún más extenuante de seis meses para el SBS, una unidad de élite de las Fuerzas Especiales británicas. Su lema: By Strength and Guile («Con fuerza y astucia»).

    «¿Como los Navy Seals?», pregunté.

    «No, tío, como el Seal Team Six», respondió Nims.

    Pero extrañamente, puso reparos cuando le pedí detalles sobre sus años de servicio. «Hice unas cuantas operaciones con los gurkas, las fuerzas especiales, pero no puedo hablar de ello... no sobre las fuerzas especiales, las cosas del trabajo», me contó. Le pregunté en qué países ha servido y me respondió: «Solo diré que me han enviado a zonas sensibles, eso es todo».

    «Lo más importante que aprendí de estar en las fuerzas especiales es el proceso de toma de decisiones y la voluntad de no rendirse», continuó Nims. «Debes tener una mentalidad determinada. Yo diría que es una mentalidad positiva».

    Nims sí se ha hecho famoso entre el público general por su célebre fotografía del atasco en el paso Hillary del Everest, que había encumbrado «a las 5:30 de la mañana […] a pesar del tráfico», escribió en su cuenta de Instagram. La fotografía enseguida apareció en prensa y telediarios de todo el mundo.

    De soldado a escalador

    Con ese empeño, Nims dio el mayor salto de su carrera: abandonar el ejército para convertirse en alpinista profesional.

    «Llevaba 16 años en el ejército británico, solo me quedaban seis años para conseguir mi pensión completa, que es de unas 500.000 libras... pero yo nunca trabajé por dinero», me contó. «El trabajo no me hubiera permitido hacerlo porque era demasiado arriesgado. Sacrifiqué mi pensión y dejé mi trabajo por esto».

    Nims ha bautizado su misión de los ochomiles como Project Possible y, cuando su patrocinador inicial lo dejó, se dedicó a recaudar fondos en enero. «Empecé a escribir emails a todos mis conocidos y en 10 semanas conseguí recaudar 250.000, pero fue épico. Fue lo más difícil que he hecho jamás». El dinero fue suficiente para llevar a Nims a los seis picos de Nepal, pero le hacen falta unos 300.000 dólares (267.900 euros) para financiar su siguiente fase en Pakistán, que comenzará el 7 de junio. «Tengo 10 días para tomar una decisión», dijo Nims.

    Los problemas financieros de Project Possible no son ninguna sopresa. Normalmente, un deportirsta tarda años en establecer relaciones para conseguir un patrocinador y un apoyo económico de seis cifras. Nims solo lleva seis meses en el mundillo. Aunque los fondos llegaran milagrosamente, no hay garantías de que vaya a tener el mismo éxito en los cinco monstruos de 8.000 metros de Pakistán —entre ellos el K2 y el Nanga Parbat, la segunda y novena montañas más altas del mundo— que debe escalar para tener una oportunidad real de finalizar su misión.

    Pero mientras me servía otra cerveza, se me ocurrió que con éxito o fracaso, Nims ya ha demostrado ser algo: un personaje original. Quizá no sea Ueli Steck —el flemático fenómeno suizo de la escalada de velocidad—, pero si los proveedores comerciales van a guiar a clientes con cualificaciones dudosas por picos de más de 8.000 metros, ese cliente bien puede ser un Nims, apareciendo en el momento adecuado para fijar cuerdas durante tormentas, transportando a personas enfermas montaña abajo y organizando una buena fiesta en el campamento base antes de partir en helicóptero hacia el atardecer.

    Las nubes forman un halo alrededor de las cimas de tres de los picos de 8.000 metros: el Everest (centro), el Lhotse (derecha) y el Makalu (más a la derecha). El escalador italiano Reinhold Messner fue el primero en encumbrar los 14 ochomiles. Unos 40 alpinistas han logrado ese hito y varios han fallecido en el intento.
    Fotografía de Alamy

    La mentalidad positiva de Nims no da cabida a dudas: «He rehipotecado mi casa por esto; he dejado mi trabajo por esto; he asumido todos los riesgos posibles con mis propias manos. Si no lo consigo, diré: “Nims, has dado el 100 por 100 de lo que podías dar. Y eso es todo lo que una persona puede dar en la vida...”. Y me conformaré con eso, tío».

    Nota: El escritor Freddie Wilkinson está informando desde el campamento base del Everest en Nepal y la región circundante. Enviará más reportajes sobre la temporada de escalada 2019, ¡no te los pierdas!
    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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