Coronando el Everest: la historia de Sir Edmund Hillary y Tenzing Norgay

National Geographic repasa la coronación del Everest en 1953, cuando se pisó por primera vez la cima más alta del mundo.

Por David Roberts
Sir Edmund Hillary y Tenzing Norgay
Edmund Hillary y el sherpa Tenzing Norgay coronaron el Everest el 29 de mayo de 1953, siendo los primeros en lograr esa hazaña.
Fotografía de Ap
Esta historia forma parte de 130 años de National Geographic, la exposición de una de las instituciones sin ánimo de lucro con mayor reconocimiento mundial: National Geographic Society. Una referencia en investigación, educación y conservación de la naturaleza. No te pierdas la exposición del 8 de noviembre al 24 de febrero. Más información aquí.

Extracto de “50 Años en el Everest”, por David Roberts, editor colaborador de National Geographic Adventure.

Según los estándares actuales, la expedición británica de 1953, liderada de forma casi militar por Sir John Hunt, fue extremadamente exagerada debido a toda la carga que tuvieron que arrastrar: 350 porteadores, 20 sherpas y toneladas de suministros como apoyo a un grupo de tan solo diez escaladores. “Nuestros escaladores fueron seleccionados por su potencial para llegar a la cumbre”, recuerda George Band, de 73 años, que formó parte de la expedición. Cincuenta años más tarde, los recuerdos de la campaña permanecen intactos en la memoria de Band. “El plan inicial consistía en dos intentos de alcanzar la cima, cada uno llevado a cabo por una pareja de escaladores, con opciones de un tercer intento si fuese necesario. En ese tipo de expediciones normalmente el líder decide qué pareja intentará llegar a la cima estando la expedición ya bastante avanzada, cuando se ha podido ver el rendimiento de cada uno”. La ansiedad provocada por ver quién sería elegido para el equipo que alcanzaría la cima sería un sello distintivo de las grandes expediciones al Everest en las décadas venideras. Pero las apuestas nunca más volverían a ser tan altas.

En la primavera de 1953, la ascensión a la montaña más alta del mundo se veía como inevitable. Cuando los británicos llevaron a cabo su primer intento en 1921, el Everest ya había rechazado al menos diez grandes expediciones y dos locos intentos en solitario. El descubrimiento en 1950 de una vía sur en la montaña en el recién abierto Nepal y el primer ascenso al año siguiente por la traicionera cascada de hielo de Khumbu abrió una vía que se conocería en los años 90 como la “carretera de ladrillos amarillos” hacia la cima.

Al principio parecía que los suizos se llevarían el premio a casa. En 1952 un equipo de élite que incluía al legendario alpinista Raymond Lambert habían sido los pioneros de la ruta de ascenso por el paso de la cara del Lhotse y consiguieron alcanzar el collado sur. Desde ese gran asiento en las alturas, Lambert y el sherpa Tenzing Norgay dieron un empujón hasta los 8.598 metros de la cresta sureste antes de dar la vuelta, probablemente habiendo llegado más alto de lo que nunca nadie había conseguido sobre la Tierra.

En aquel momento los británicos estaban determinados a utilizar cualquier medio a su alcance en su intento de la primavera de 1953. Incluso contrataron a Tenzing, de 38 años, como su sherpa principal o sirdar. Las expediciones británicas previas, aunque notables por sus logros, con cierta frecuencia tenían un aire encantadoramente informal. Por el contrario, el intrincado plan de asalto de Hunt era más perecido a un plan de negocio. “Llegas lo más rápido que puedas con el mayor número de gente que puedas”, comenta el especialista en montañismo Ken Wilson. “Tienes a un líder militar que está en total sintonía con esa filosofía y no piensa en ello como si se tratase de algún club de aficionados”.

Desde el comienzo, el apicultor de 33 años llamado Edmund Hillary (todavía no era conocido como Sir Edmund) era uno de los principales candidatos para un puesto en los equipos de ascensión a la cima. “Era su cuarta expedición al Himalaya en tan solo dos años y estaba en el mejor momento en cuanto a su forma física”, dice Band. Las montañas y los glaciares de su Nueva Zelanda natal habían demostrado ser el perfecto campo de entrenamiento para el Himalaya. Hillary se había ganado el respeto de la expedición liderando al equipo que forzó una ruta a través de la cascada de hielo de Khumbu. Era “un hombre de los que se remangaban la camisa y solucionaban los problemas”, como Willson le describe.

Sin embargo, los fallos logísticos, las dificultades de unos cuantos expedicionarios para aclimatarse y los problemas con algunos de los equipos experimentales de oxígeno entorpecieron enormemente la expedición. El equipo necesitó 12 complicados días para recrear la ruta suiza en la cara del Lhotse (en parte, quizás, porque los británicos no tenían tanta experiencia en los complicados hielos). Desesperado, Hunt comenzó a preguntarse si su expedición alcanzaría en algún momento el collado sur.

Finalmente llegaron al collado -el punto de partida necesario para un intento hasta la cima- el 21 de mayo. Era lo bastante tarde como para estar preocupados por el monzón, cuyas intensas nevadas harían imposible la escalada y que podría llegar tan pronto como el 1 de junio.

Al convertirse en los primeros hombres en coronar la cima del Everest, Hillary y Tenzing ganarían un reconocimiento que apenas se ha desvanecido en 50 años. ¿Quién recuerda hoy en día a Tom Bourdillon y a Charles Evans? Sin embargo en los planes de Hunt figuraban Bourdillon, que había sido presidente del Club de Montaña de Oxford, y Evans, un neurocirujano, para que fuesen los primeros en intentar llegar a la cima.

A pesar de comenzar relativamente tarde y de los problemas con el equipo de oxígeno de Evans, Bourdillon y su compañero llegaron a la cima sur –a unos 8.748 metros de altura, tan solo 101 metros por debajo de la cumbre– a la 1 de la tarde del 26 de mayo. Pero Evans estaba exhausto, y los dos sabían que se quedarían sin oxígeno si lo intentaban. Acordaron dar la vuelta. Michael Westmacott, mejor amigo de Bourdillon en la expedición de 1953, dice: “Fue una decisión de la que Tom siempre se arrepintió”.

Así que tres días después Hillary y Tenzing partieron hacia la cima. No hubo nada casual en la elección de la pareja. “Hunt siempre tuvo intención, si era viable, de incluir a un sherpa en uno de los equipos que intentasen hacer cima para reconocer su incalculable contribución al éxito de esas expediciones”, dice Band. “Tenzing ya había demostrado que era capaz de alcanzar la cima gracias a sus logros el año anterior con Lambert. Además, ¡ya había estado cómo mínimo 1200 metros más arriba que ninguno de nosotros!”. De hecho Tenzing (quien murió en 1986) era el veterano con vida con mayor experiencia en el Everest, habiendo participado en seis intentos previos remontándose hasta 1935. Para los que critican la práctica de guiar a clientes de pago hasta el Everest, el fundador de Himalayan Experience y veterano guía del Everest Russell Brice tiene una respuesta ingeniosa, medio en broma: “¿Sabes quién fue el primer cliente de un guía en el Everest? Ed Hillary". 

Pero Hillary también había probado su valor, dando la impresión de hacerse más fuerte a medida que la expedición progresaba. Band destaca que Hillary también se había dado cuenta del buen equipo que haría con Tenzing. “Durante la expedición, a toro pasado, uno puede darse cuenta de que hizo un esfuerzo deliberado para desarrollar una buena relación con Tenzing”, dice Band. “Y ello mereció la pena. Hillary y Tenzing eran por lógica el segundo equipo para la cima. Pero no era algo decidido desde el inicio, sino meditado a lo largo del desarrollo de la expedición”.

Comenzando más temprano y desde un campamento a mayor altura que Bourdillon y Evans, Tenzing y Hillary alcanzaron la cima sur a las 9 de la mañana. Pero las dificultades estarían lejos de terminarse. Tras la cumbre sur, la cresta se hunde un poco antes de elevarse de forma abrupta en una espuela de unos 12 metros de altura justo antes de la auténtica cima. Arañando la nieve con su hacha, Hillary escaló entre este pilar de roca y un puente de hielo adyacente para vencer este abrumador obstáculo, que pasaría a ser conocido como El Escalón de Hillary. La pareja alcanzó el punto más alto de la Tierra a las 11:30 de la mañana del 29 de mayo de 1953.

Los dos se estrecharon la mano, como después escribiría Hillary, “según las buenas costumbres anglosajonas”, pero a continuación Tenzing abrazó a su compañero y le dio palmadas en la espalda. La pareja pasó tan solo 15 minutos en la cima. “Inevitablemente, pensé en Mallory e Irvine”, escribió Hillary en referencia a los dos escaladores británicos desaparecidos en las alturas de la cresta norte del Everest en 1924. “Miré a mi alrededor con la esperanza de encontrar alguna señal de que habían alcanzado la cumbre, pero no pude encontrar nada”.

Mientras los dos hombres descendían de vuelta al campamento, el primer escalador que se encontraron fue a su compañero George Lowe, también neozelandés. El legendario saludo de Hillary: “Bueno, George, ¡hemos acabado con ese bastardo!”.

Su fama ya había comenzado a extenderse incluso antes de que Hillary y Tenzing abandonasen la montaña. “Cuando nos acercábamos a Katmandú, había una atmósfera política muy fuerte, particularmente entre la prensa india y nepalí, que quería asegurarse de que Tenzing había sido el primero”, recuerda Sir Edmund hoy en día. “Eso demostraría que los escaladores indios y nepalíes eran como mínimo tan buenos como los extranjeros. En aquel momento nos sentimos muy incómodos con la situación. John Hunt, Tenzing y yo tuvimos una pequeña reunión. Acordamos no decir quien pisó la cima en primer lugar”.

“Para un montañero no tiene mucha importancia quién puso el pie en primer lugar. Muchas veces el que ha hecho el mayor esfuerzo en la escalada da un paso atrás y deja que su compañero tome la cima primero”. El pacto de la pareja se mantuvo hasta que años más tarde, cuando Tenzing desveló en su autobiografía, El Tigre de las Nieves, que en realidad Hillary le había precedido. Ninguno de los dos hombres anticipó con cuánta fuerza, gracias a su éxito, brillaría esa parcela de nieve a más de 8.000 metros de altura. “Tanto Tenzing como yo pensamos que, una vez escalada la montaña, probablemente nadie querría intentarlo de nuevo,” admite hoy en día Sir Edmund. “No podríamos haber estado más equivocados”.

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