Miles de grullas emprenden el vuelo en una de las grandes migraciones de la Tierra

Estas grullas llevan migrando por Nebraska miles de años y varias iniciativas actuales quieren garantizar que puedan continuar haciéndolo.

Por Elaina Zachos
Publicado 24 abr 2018, 16:05 CEST
Miles de grullas emprenden el vuelo en una de las grandes migraciones de la Tierra

A través de vientos implacables y lluvia gélida, un ave gris de patas largas bate sus alas a lo largo del nublado cielo de Nebraska. En sus graznidos resuena una antigua llamada que ha hecho eco en esta tierra durante miles de años. El ave se dirige a una nube oscura en la distancia, una compuesta por innumerables aves como ella, grullas canadienses (Grus canadensis) para ser exactos.

Cada primavera, unas 600.000 grullas canadienses emprenden su migración anual por Nebraska a través de la Ruta central norteamericana, una ruta que emplean otras aves migratorias como patos, gansos y aves limícolas. La ruta tiene forma de reloj de arena, extendiéndose tan al sur como México y tan al norte como Siberia, y se estrecha en una franja de 129 kilómetros en Nebraska. Aproximadamente el 80 por ciento de las grullas canadienses migratorias se congregan en partes de esta franja, donde alcanzan su mayor densidad.

Esta parada en el valle del río Platte central se considera una de las últimas grandes migraciones animales del planeta. Aunque las grullas llevan realizando este trayecto durante generaciones, hoy la pradera se ve amenazada por la invasión humana. Solo el 10 por ciento del hábitat es adecuado para las grullas canadienses, según Bill Taddicken, director del Iain Nicolson Audubon Center en el Santuario Rowe, en Gibbon. El uso agrícola y el desarrollo humano han afectado a las antaño abiertas y prósperas praderas junto al río.

Hasta ahora, las grullas se han adaptado, pero no está claro cuánto tiempo puede durar su tradición migratoria si persiste la pérdida de hábitat. En los últimos años, un ecosistema agotado las ha obligado a extender su migración hacia el este, lo que alarga ligeramente su viaje y lo hace más estresante. Las iniciativas de conservación pretenden resucitar el valle del río Platte, en peligro, para que estas resilientes aves continúen su migración en el futuro.

«Creo que las cuatro palabras más tristes son “tendrías que haberlo visto”, y tenemos que decirlas con demasiada frecuencia», afirma Taddicken. «No quiero que mi hijo, o sus hijos, tengan que decir “Tendrías que haber visto a las grullas del río Platte”».

 

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