Una cámara trampa graba a un sigiloso glotón

En un nuevo estudio, se ha logrado grabar a un inusual glotón, uno de los 300 en los Estados Unidos continentales, devorando carroña y olfateando la cámara trampa.

Por Kitson Jazynka
Publicado 30 jul 2018, 9:54 CEST
Una cámara trampa graba a un sigiloso glotón

En una mañana fría, un glotón peludo se desplaza entre la densa capa de nieve. Su olfato lo ha traído hasta un árbol, en lo alto de una cordillera ventosa en la reserva india Wind River, en Wyoming.

Normalmente, se pasaría por alto la presencia de este esquivo depredador. Pero la pasada primavera, este lugar salvaje de las Rocosas del norte, donde se unen los montes Absaroka y Owl Creek, una cámara capturó todo el asunto.

La vasta reserva alberga borregos cimarrones, alces y uapitíes de invernada, además de otras criaturas grandes y pequeñas. Los biólogos del Servicio de Pesca y Vida Silvestre de los Estados Unidos, que emprendieron una misión para determinar si los glotones también viven allí, colocaron el cadáver de un ciervo en un árbol a modo de cebo, lo que al parecer funcionó a las mil maravillas.

Los glotones devoran dicha carroña, pero también se alimentan de plantas y bayas, y cazan presas pequeñas como conejos o roedores. Se sabe que persiguen animales más grandes, incluso del tamaño de un caribú, especialmente si están debilitados o heridos.

Tras arremeter contra el ciervo, el glotón desciende para olfatear la cámara. A continuación, con aparente confianza, la gira ligeramente hacia la derecha.

Una criatura curiosa

 «Es difícil no antropomorfizarlos», afirma el director interino del proyecto y biólogo del Servicio de Pesca y Vida Silvestre Pat Hnilicka, que afirma que es probable que el animal esté en edad reproductora. «Como biólogo, intentas no hacerlo. Pero cuando le ves en vídeo ajustando la cámara es como: “¡Madre mía! ¿Qué está haciendo?”. Fue sorprendente».

El momento grabado en vídeo es «tan singular y raro» como el propio glotón, según Hnilicka. Es la primera vez que han grabado en vídeo a un glotón en esta reserva. Y dichos momentos no son precisamente habituales en ninguna parte de los Estados Unidos continentales, donde quedan unos 300 glotones, según las estimaciones más recientes. (Sin embargo, las estimaciones incluyen un área biogeográfica, de forma que el número real podría estar entre los 249 y los 626 ejemplares.)

No es una especie en peligro de extinción, pero vive en densidades muy bajas en áreas desoladas y remotas.

«Los glotones son como fantasmas», afirma Hnilicka. «Grabar a uno en vídeo, incluso sacarle una foto, sería emocionante. Captar ese comportamiento en vídeo fue espectacular».

Este avistamiento ha inspirado la colocación de más cámaras para respaldar el estudio, que forma parte de una colaboración en curso para ayudar a las tribus shoshone oriental y arapahoe del norte a gestionar la fauna salvaje de la zona.

Es probable que la misma curiosidad e impulso que llevaron al glotón a investigar la cámara le ayude a sobrevivir en este duro entorno, según el explorador de National Geographic Gregg Treinish, que rastrea a los glotones de las Rocosas del norte y en Mongolia, trabajando como biólogo de campo. Según él, «es un tipo de curiosidad por necesidad».

Siempre explorando

Los glotones, también conocidos como carcayús, son el miembro más grande de la familia Mustelidae, que incluye a comadrejas y tejones. Se sabe que son fuertes, tenaces y duros, viven en un entorno brutal y hacen lo que sea por encontrar comida, según explica Treinish, fundador del grupo de conservación Adventure Scientists.

«Son exploradores consumados. Escalan laderas heladas, llegan a la cima de una montaña durante una tormenta o atraviesan cualquier paisaje escarpado y salvaje para comer».

«Cuando investigaba la cámara, es probable que buscara una fuente de alimento, empleando uno de los dones evolutivos que obtuvo: su curiosidad», añade.

Este glotón también tenía una especie de presencia escénica. El vídeo final muestra cómo vuelve al cadáver más tarde para una segunda comida.

Desgarra la piel congelada del ciervo con facilidad y a continuación se deja caer en el suelo para comer. Vuelve a subir y bajar de nuevo varias veces con la ayuda de sus impresionantes garras semirretráctiles. Tras echar un último vistazo al festín congelado, se convierte en bola de nieve y sale de escena.

«Quizá se sintiera bien por tener el estómago lleno de carne», afirma Hnilicka.

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