Descubiertas en ámbar garrapatas que se alimentaban de dinosaurios y aves primitivas

Entre los fósiles diminutos conservados en resina del Cretácico se encuentra un parásito que estaba lleno de sangre cuando murió.

Por John Pickrell
Publicado 13 dic 2017, 12:17 CET

Descubrir parásitos llenos de sangre atrapados en ámbar es algo que ha avivado la creatividad de muchos desde la década de 1990, cuando los dinosaurios resucitados de Parque Jurásico salieron de la novela de Michael Crichton para aterrizar en la gran pantalla. Ahora, los científicos dicen haber encontrado algo así, pero de verdad: unos fragmentos de ámbar birmano contienen garrapatas que se alimentaron de la sangre de los dinosaurios hace 99 millones de años.

Uno de estos parásitos está enganchado a la posible pluma de un dinosaurio descubierta dentro del ámbar. Otro fue descubierto en un fragmento separado de ámbar de la misma región y se había hinchado hasta superar ocho veces su tamaño original, lo que sugiere que podría haber estado lleno de sangre cuando murió.

El plumaje preservado probablemente perteneció a un dinosaurio con plumas o a un tipo de aves primitivas conocidas como enantiornitas. Estas abundantes aves antiguas, tenían dientes pequeños en el pico y se extinguieron junto con los dinosaurios no aviares hace 66 millones de años. 

Descubiertas en ámbar garrapatas que se alimentaban de dinosaurios
Puede ser normal encontrar garrapatas en perros, pero también se alimentaban de unos animales extintos: los dinosaurios. Los científicos han descubierto una pluma de dinosaurio en pedazos de ámbar del Cretácico, con una garrapata enganchada en el plumaje. Es la primera prueba directa de que las garrapatas también afectaban a los dinosaurios y a las aves primitivas. Una de las garrapatas estaba llena de sangre cuando murió, pero las probabilidades de extraer ADN de dinosaurio son ínfimas.

 «No podemos determinar cuál fue el huésped en concreto», afirmó el coautor del estudio Ricardo Pérez-de la Fuente, paleoentomólogo del Museo de Historia Natural de la Universidad de Oxford en Reino Unido. «Pero podemos descartar a las aves modernas, porque aparecieron 25 millones de años más tarde en comparación con la antigüedad del ámbar vietnamita».

El descubrimiento, descrito esta semana en la revista Nature Communications, supone la primera prueba directa de que los animales del pasado también tenían parásitos, criaturas como las garrapatas y los piojos. Estos bichitos diminutos probablemente habrían estado en muchos animales con plumas en los bosques del Cretácico en Birmania que producían la resina fosilizada.

«La mayoría de los animales salvajes estaban plagados de parásitos y aparentemente este nicho de chupasangres habría estado ocupado desde principio de la evolución de los vertebrados terrestres», afirma Jingmai O'Connor, profesora del Instituto de Paleontología de Vertebrados y Paleontología en Pekín, China. Añade que sus colegas y ella han buscado parásitos en los numerosos fósiles de aves y dinosaurios con plumas descubiertos en el noreste de China, pero todavía no han encontrado ninguno.

«Pese al excelente estado de conservación de las plumas, el nivel de detalle palidece en comparación con descubrimientos recientes en Birmania», añade.

Ryan McKellar, experto en fósiles conservados en ámbar del Royal Saskatchewan Museum en Canadá, está de acuerdo en que las garrapatas aportan pruebas convincentes de la existencia de este tipo de relación ecológica en el Cretácico. «Ver una garrapata conservada en el mismo flujo de resina que una pluma proporciona un ejemplo concreto de la relación ecológica, cuando la mayoría de las pruebas anteriores eran especulativas».

Moléculas frágiles

En el valle de Hukawng, en el extremo norte de Birmania, se han descubierto una serie de fósiles exquisitos en ámbar en los últimos años, entre ellos fósiles de lagartos, flores, insectos, alas de ave y –quizá los más impresionantes– la cola con plumas de un dinosaurio pequeño y los restos de una cría de ave enantiornita.

Las garrapatas más antiguas conocidas antes de este descubrimiento también en ámbar birmano con la misma antigüedad. Sin embargo, los estudios por ordenador del ADN de garrapatas modernas empleando un método conocido como datación basada en el reloj molecular sugiere que este grupo apareció por primera vez hace entre 200 y 300 años.

Las cinco garrapatas fosilizadas que examinaron los investigadores para este estudio se encontraron en cuatro fragmentos de ámbar donados por coleccionistas privados al Museo Americano de Historia Natural en Nueva York y al Museo Carnegie de Historia Natural en Pittsburgh.

Una de las garrapatas se describe como nueva especie, Deinocroton draculi. Su cuerpo estaba hinchado por haber ingerido sangre cuando murió. Lamentablemente para los fans de Parque Jurásico, las probabilidades de extraer ADN viable de un dinosaurio son prácticamente inexistentes. La garrapata se conservó cerca de la superficie del ámbar y no quedó completamente rodeada de resina de árbol, por lo que no está completa.

Los investigadores buscaron rastros químicos de hierro en los restos de sangre conservados que quedaran, sin éxito debido a que el hierro también es común en los contaminantes minerales presentes en estos fósiles.

El ADN es una molécula muy frágil y es muy improbable que se conserve en fósiles tan antiguos, según Pérez-de la Fuente. Añade que las condiciones de fosilización en ámbar, como la deshidratación extrema y los grandes cambios de temperatura, son muy desfavorables para la conservación del ADN.

En cambio, los investigadores están entusiasmados por estas muestras porque muestran a otro parásito. Junto con las garrapatas, el equipo descubrió pelos microscópicos de larvas de escarabajos de la alfombra, criaturas que suelen encontrarse en los nidos de las aves actuales.

«Una característica específica del ámbar es la capacidad de la resina para capturar pequeños fragmentos del entorno prácticamente sin modificaciones», afirma Pérez-de la Fuente. Basándose en los contenidos del ámbar, el equipo argumenta que los fósiles ofrecen pruebas sólidas de la conducta de anidación de los animales huéspedes.

«Nuestras garrapatas, que tienen pelos de larvas de escarabajo adheridos, habían visitado los nidos de los huéspedes antes de quedar sepultadas en resina».

Según McKellar, los resultados «demuestran lo mucho que se puede extraer de especímenes preservados con el nivel de detalle que proporciona el ámbar».

Galería relacionada: El ámbar conserva parte de la cola de un dinosaurio del Cretácico
 

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