Ocho cachorros de león mueren supuestamente envenenados

Los envenenamientos son una grave amenaza para la supervivencia de los leones salvajes cuando los humanos invaden su hábitat.

Por Jani Actman, Rachael Bale
Publicado 16 abr 2018, 18:57 CEST
Cachorro de león
Este cachorro es uno de los ocho que murieron esta semana en el parque nacional de la Reina Isabel, en Uganda, probablemente por envenenamiento.
Fotografía de Alexander Braczkowski

El pasado 10 de abril, las autoridades ugandesas a cargo de la vida silvestre descubrieron 11 leones muertos por un supuesto envenenamiento en el parque nacional de la Reina Isabel, en el suroeste del país. Los leones fallecidos, ocho cachorros y tres leonas adultas, formaban parte de una manada que también incluía a tres machos.

La manada había sido grabada junto a otros leones del parque para un programa de televisión centrado en la conservación y que mostraba su hábito de trepar y descansar en las ramas de los árboles candelabro. Este inusual comportamiento ha atraído a visitantes al parque, ansiosos por observar las acrobacias de los grandes felinos. La mayoría de leones no trepa a los árboles, aunque hay otra manada del parque que deleita al público trepando a higueras y también se han observado otros leones trepadores en Sudáfrica.

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Alex Braczkowski, explorador de National Geographic que ha investigado y grabado a los leones trepadores de Uganda, estaba en Las Vegas para asistir a una convención de fotografía cuando su ayudante lo llamó y le contó la noticia.

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    Fotografía de Jimmy Kisembo

    «Me vine abajo y empecé a llorar», cuenta Braczkowski, que vive en Durban, Sudáfrica. «Me había encariñado con ellos porque los seguía todos los días en coche mientras los grababa».

    Jimmy Kisembo, guarda de la Uganda Wildlife Authority y supervisor de leones, dirigió un equipo que descubrió algunos de los cadáveres, varios de los cuales habían sido devorados por las hienas. «Estaba muy afectado», cuenta. «Todos allí empezamos a llorar. Teníamos la moral por los suelos». Añade que ahora están trabajando duramente para averiguar cómo proteger a los leones restantes.

    Braczkowski explica que los cadáveres y los huesos, descubiertos cerca de una aldea pesquera llamada Hamkungu, se enviaron a una localidad de la región, Mweya, para analizarlos.

    Sospecha que los leones fueron envenenados con aldicarb, un insecticida más conocido como Temik que, según él, es barato y de fácil acceso. El aldicarb es un carbamato, que evita que una enzima específica descomponga las sustancias químicas que transmiten los impulsos nerviosos. La acumulación de esta sustancia en la sinapsis nerviosa puede provocar vómitos, opresión torácica, dificultades respiratorias y la muerte. Normalmente, la asfixia es la causa de la muerte.

    Jimmy Kisembo, guarda de la Uganda Wildlife Authority, observa a una leona. Ella también fue asesinada en un supuesto envenenamiento.
    Fotografía de Alexander Braczkowski

    La Uganda Wildlife Authority cree que los leones fueron envenenados en represalia por matar al ganado vacuno de los aldeanos. Pero, según Brackowski, todavía no hay sospechosos, por eso se mantiene en contacto con las autoridades del parque.

    El aldicarb se ha usado en otras ocasiones para envenenar a animales domésticos y salvajes. Los ladrones de Sudáfrica lo usan para envenenar a los perros y que no ladren, y se ha informado de su uso para envenenar a rinocerontes, buitres, leopardos y leones.

    El envenenamiento intencionado de vida silvestre es habitual en toda África oriental, a medida que aumenta el contacto entre pastores de ganado y grandes carnívoros como los leones. En 2015, tres miembros de la famosa manada Marsh de Kenia murieron tras comer carne de una vaca cuyo cadáver había sido envenenado con pesticida. El evenenamiento fue probablemente una venganza contra los leones por haber matado a las vacas de los ganaderos. También murieron 11 buitres tras devorar los restos de carroña.

    Dos de los ocho cachorros que fallecieron se relajan en un árbol candelabro. La manada era célebre por relajarse sobre los árboles, lo que la convirtió en una atracción turística.
    Fotografía de Alexander Braczkowski

    Hay una serie de aldeas pesqueras dentro de las fronteras del parque nacional de la Reina Isabel. En una, Hanjungu, los propietarios de ganado a veces dejan que sus animales vayan más allá de los límites de la aldea, donde los pastos son mejores. Los leones de la zona ven a presas fáciles entrar en su territorio y las atacan.

    En el último recuento, en 2008, el parque tenía unos 120 leones, pero Braczkowski, que también ha supervisado la población, dice que pronto tendrán cifras actualizadas.

    En Hamkungu, un veterinario llamado Ludwig Seifert dirige el Uganda Large Carnivore Program, que investiga y supervisa la vida silvestre. También realiza programas de conservación comunitarios que pretenden, entre otras cosas, compensar a los ganaderos a coste de mercado por cualquier vaca asesinada por los depredadores.

    Braczkowski dice que cuatro leones del parque de la Reina Isabel murieron envenenados en 2017 y teme que, si las matanzas continúan al ritmo actual, el parque se quedará sin leones dentro de cinco años.

    Una de las leonas vigila desde un árbol. Como la mayoría de las leonas tienen una camada de cachorros cada año —y contribuyen a la población general—, la pérdida de una hembra reproductora es más devastadora que la pérdida de un macho.
    Fotografía de Alexander Braczkowski

    Las autoridades del parque planean endurecer su postura ante el ganado que pasta en el parque y están considerando traer a leonas adultas de otra manada para fomentar la reproducción y aumentar el número de leones.

    La población de leones de África ha descendido un 90 por ciento en los últimos 75 años como resultado de la pérdida de hábitat y el mayor contacto con humanos, según la Iniciativa Big Cats de la National Geographic Society.

    Los leones pueden reproducirse relativamente rápido y el ecosistema del parque nacional de la Reina Isabel puede apoyarlos, según Braczkowski. «El hábitat sigue ahí. Las presas siguen ahí. Todavía hay esperanza».

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