Descubierta una nueva especie de simio en una tumba real de China

La criatura supone una prueba poco frecuente de las extinciones provocadas por humanos.

Por Maya Wei-Haas
Publicado 22 jun 2018, 13:17 CEST
Este fragmento de cráneo pertenece al Junzi imperialis, un gibón extinto de China descrito recientemente.
Fotografía de Samuel Turvey, ZSL

La tumba de la Dama Xia es sin duda algo digno de contemplar. Excavada en 2004, la tumba perteneció a la abuela del primer emperador de China, Qin Shihuang. Dentro había una amplia variedad de riquezas: jade, oro, plata y cerámica grabada, así como dos carruajes con 12 caballos, según los medios estatales chinos.

Doce fosas de la tumba también contenían huesos de fieras exóticas, entre ellas un oso tibetano, un leopardo, un lince, una grulla y un gibón de aspecto inusual. El cráneo de este pequeño simio es tan extraño que los investigadores creen que esta mascota de alto nivel pertenece a un género y una especie nuevos, ya extintos.

Los investigadores han apodado a la criatura Junzi imperialis, un guiño a las raíces reales del cráneo y al papel común del gibón como «caballero erudito» en la mitología de la antigua China.

Y lo más importante: el descubrimiento del gibón proporciona pruebas de la explotación humana temprana de las criaturas, lo que ayudará a los científicos a entender el alcance de nuestra influencia en las extinciones de primates en el pasado, según argumentan en un nuevo estudio publicado en la revista Science.

«Tenemos muy poca información sobre las extinciones de primates, casi ninguna», afirma el coautor del estudio James Hansford, investigador posdoctoral de la Sociedad Zoológica de Londres. Los restos de gibones en Asia se limitan sobre todo a dientes y pequeños fragmentos óseos, por lo que el registro fósil de estos animales dista de estar completo.

«Establecer que existió es algo muy importante», afirma Hansford.

Una gran sonrisa

Debido a la importancia arqueológica del cráneo, los investigadores no pudieron estudiar el ADN, para lo que se requiere la destrucción de parte de los preciados huesos. En lugar de eso, recurrieron a lo que se conoce como análisis morfométrico, el estudio de la forma y los ángulos específicos del cráneo y los dientes.

Para el ojo inexperto, el antiguo cráneo del gibón puede parecerse mucho a las cabezas de los simios modernos. «Suelen tener un aspecto bastante similar, especialmente con todo ese pelo», afirma Susan Cheyne, vicepresidenta de la sección de pequeños simios del Grupo de Especialistas en Primates de la UICN, que no participó en la investigación.

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    Un gibón de mejillas blancas sostiene a su hija adolescente.
    Fotografía de Doug Gimesy

    De este modo, el equipo reunió una base de datos de dimensiones de cráneos y dientes de los cuatro géneros vivos de gibón, empleando láseres para medir un total de 789 dientes de 279 ejemplares, así como 477 cráneos. Esta base de datos les permitió comparar al simio imperial con las especies conocidas. «Lo que descubrimos a partir de eso es que tiene diferencias extraordinarias», afirma Hanford.

    La frente es más pronunciada y el entrecejo está menos marcado, explica la coautora del estudio Alejandra Oritz, investigadora posdoctoral de la Universidad del Estado de Arizona. Y luego están los dientes. En pocas palabras, tiene dientes muy grandes, según Hansford.

    «Los molares inferiores están escondidos», afirma John Fleagle, anatomista de primates en la Universidad de Stony Brook que no participó en el estudio. Fleagle está de acuerdo con la distinción de las autoras de la criatura como nuevo género y especie y alaba la rigurosidad de su comparación, que incluyó a cientos de especímenes.

    «Parece que usaron todo lo que podían medir», afirma.

    Señala que una vida en cautividad podría explicar algunas de las formas óseas inusuales, ya que «los animales criados por humanos y que comen alimentos raros a veces tienen esqueletos extraños». Pero añade que es poco probable que dichos efectos produzcan unos dientes tan grandes.

    «Es sin duda un espécimen raro», afirma.

    ¿Condenados por el comercio?

    Hoy en día, todos los gibones chinos están en peligro crítico de extinción, la categoría más alta de la lista roja de la UICN. Las criaturas, en peligro por la deforestación y la caza furtiva, ahora se extienden por una fracción del terreno que antaño fue su hogar.

    Algunos investigadores creen que este tipo de devastación de primates es un asunto reciente. «Existía la idea de que los simios en el pasado han sido resistentes a las presiones antropogénicas y la pérdida de hábitat incidental», afirma Oritz en un email. Pero el descubrimiento del gibón imperial sugiere que ese no era el caso.

    La mayoría de las grandes extinciones probablemente ocurrieron en parte debido a cambios climáticos drásticos. Hace unos 11.000 años, la última glaciación empezó a deshacer su dominio helado. Los glaciares disminuyeron, las temperaturas se hicieron más cálidas y muchos animales empezaron a dirigirse hacia la extinción: los perezosos gigantes, los mamuts lanudos y los dientes de sable, entre otros.

    Pero los gibones resistieron. El hallazgo del fósil sugiere que se balanceaban en los árboles de Shaanxi, en la región central de China, hace unos 2.000 años, durante un periodo de clima estable. Parecieron prosperar en estos bosques hasta hace solo unos pocos siglos, cuando desaparecieron de la región, según los registros históricos.

    ¿Qué les pasó? La mayoría de señales apuntan a la intromisión humana.

    Durante esta época, la necesidad de tierras de labranza aumentó con el crecimiento demográfico, y los bosques sufrieron. Los gibones prefieren vivir lejos del suelo y la pérdida de su hogar arbóreo les afecta. Sumemos a esto su captura y su venta como mascotas de clase alta —como prueba el gibón de la tumba— y las criaturas no tuvieron ninguna posibilidad.

    La situación de los gibones no es muy diferente en la era de Internet, que no ha hecho más que agravar algunos de los problemas, según explica Cheyne. «En Twitter, Instagram y Facebook, se oferta abiertamente la venta de gibones», afirma.

    Muchas de estas criaturas están al borde del abismo. Hansford y sus colegas trabajan para proteger a una de esas especies, el gibón de Hainan (Nomascus hainanus), del cual solo quedan 26 individuos.

    «Lo que empezamos a ver es que [las especies modernas de gibón son] un vestigio de lo que quizá fue una expansión mucho más amplia de los gibones y los primates en Asia», afirma Hansford. «Hemos ido perdiendo cada vez más. Ni siquiera podemos cuantificar los que hemos perdido, porque no tenemos registros».

    El descubrimiento del gibón imperial es una prueba de esta larga historia de desapariciones, y pone de relevancia la importancia de las protecciones actuales. «Lo fundamental es que podemos aprender de nuestro pasado e intentar cambiar nuestro futuro», afirma Cheyne.

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