Hallan ADN de oso cavernario extinto en osos pardos vivos

El descubrimiento supone el primero de su clase fuera del linaje humano.

Por Michael Greshko
Publicado 29 ago 2018, 15:35 CEST
Un oso grizzly, también conocido como oso pardo norteamericano, olfatea en busca del olor de la comida o el peligro. Es probable que parte del ADN de este oso se remonte a los osos cavernarios extintos que se cruzaron con los osos pardos hace miles de años.
Fotografía de Paul Nicklen, National Geographic Creative

Tras vagar por Europa y Asia durante más de 100.000 años, los osos cavernarios se extinguieron hace unos 24.000 años, tras una espiral mortal que duró milenios, posiblemente provocada por la caza, el cambio climático natural y la competencia con los humanos por el hábitat.

Ningún oso cavernario se ha despertado de esta hibernación final, pero el ADN de los animales perdura. Un nuevo estudio confirma que entre el 0,9 y el 2,4 por ciento del ADN de osos pardos vivos se puede rastrear hasta esta especie extinta.

El hallazgo, publicado el lunes en Nature Ecology and Evolution, supone la segunda ocasión en que los investigadores han descubierto los genes de una criatura extinta de la Edad de Hielo dentro de un pariente vivo. Los humanos son el primer ejemplo conocido: entre el 1,5 y el 4 por ciento del genoma humano no africano procede de los neandertales, producto del cruce entre nuestra especie y nuestros parientes primitivos.

«Desde cualquier punto de vista, [los osos cavernarios] están extintos, pero no significa que su acervo génico haya desaparecido, ya que permanece en los genomas de estos animales vivos», afirma Axel Barlow, investigador posdoctoral en la Universidad de Potsdam y uno de los autores principales del estudio.

El estudio también refuerza las pruebas de que algunas especies se cruzaban de forma regular. El ADN de yaks y ganado vacuno tibetano, por ejemplo, muestra señales de cruces, así como las especies de cerdos cuyos ancestros comunes vivieron hace millones de años. Existen varios casos de cruces entre osos pardos con osos polares. La semana pasada, un equipo de investigadores desveló a la hija de una mujer neandertal y un hombre denisovano, un ejemplo de una posible hibridación extendida entre homínidos primitivos.

«La idea anticuada de especie [es que] está aislada reproductivamente de otras especies», afirma Rasmus Nielsen, genetista de la Universidad de California, Berkeley, que no participó en el estudio. «Este trabajo forma parte de una serie de artículos científicos que afirman que la concepción del mundo es errónea».

¿Reproducción entre osos?

Para determinar por qué se extinguieron los osos cavernarios, Barlow y su equipo de investigación intentaron estudiar cómo las poblaciones de estos animales aumentaron y descendieron, algo que pudieron deducir a partir del ADN de oso cavernario extraído de los huesos del oído de cuatro ejemplares que habían vivido hace más de 35.000 años.

Primero, los investigadores compararon los genomas totales de los osos cavernarios con el de los osos polares y los osos pardos. Como era de esperar, las dos especies vivas estaban más emparentadas entre sí que con los osos cavernarios. Pero la complejidad aumentó cuando los investigadores empezaron a contar las variantes de genes individuales en los osos.

Como los genomas de animales son enormes, existe un amplio margen para que se produzcan variaciones aleatorias en determinados genes. Solo por azar, los mismos genes de animales que son parientes lejanos pueden parecer similares, y los mismos genes de animales estrechamente relacionados pueden parecer diferentes. En ausencia de cruces, estas peculiaridades se acumulan en cantidades casi iguales, como echándolo a cara o cruz, algo que los investigadores no observaron en los osos.

El majestuoso oso grizzly y su apetito insaciable
¿Peludos y adorables o fieros y agresivos? Como muchos animales, los osos grizzly pueden ser todo lo anterior. Estas maravillas de Norteamérica son una subespecie de oso pardo que en su día ocuparon vastas zonas del Oeste de Estados Unidos. Auqnue todavía son habituales en Alaska y Canadá occidental, su población ha disminuido en los Estados Unidos contiguos. Su hábitat varía mucho, de bosques densos a praderas alpinas, de llanuras abiertas a la tundra ártica. Recorren la tierra buscando alimentos y cazando, y su comida depende de la estación y la disponibilidad de alimentos. Son depredadores en la parte superior de la cadena trófica, pero gran parte de su dieta comprende fruta, hierbas e insectos. Algunos de los rasgos físicos de los osos grizzly se centran en localizar y devorar su comida. Tienen garras largas y menos curvas que las del oso negro, idóneas para excavar plantas y roedores. Y con un hocico más sensible que el de un sabueso, los grizzly pueden detectar comida a kilómetros de distancia. Su joroba característica es una gran masa muscular que les aporta más fuerza cuando cavan. También es uno de los rasgos que los distinguen de sus parientes, los osos negros.

 «Si tenemos un exceso de posiciones en el genoma donde los osos cavernarios y los osos pardos muestran más parecido entre sí que con los osos polares, tiene que haber ocurrido algo», afirma Barlow. «Y ese algo es la hibridación entre ambas especies».

Los investigadores no solo observaron señales de cruce, sino que también confirmaron que los osos híbridos podían aparearse con ambas especies. Cuando Barlow y su colega James Cahill repasaron los genomas de la especie parte por parte, descubrieron que los osos pardos y los osos cavernarios tenían fragmentos del ADN del otro.

«Creo que el concepto de osos pardos y osos cavernarios que hibridan no es sorprendente y, en realidad, tiene sentido. En general, tienen un aspecto bastante similar y coincidieron en el tiempo y el espacio», escribe en un email Blaine Schubert, paleontólogo de la Universidad Estatal de Tennessee Este. «Sin embargo, esta posibilidad era solo una especulación hasta el estudio actual».

La inmortalidad genética de los osos cavernarios se parece a la influencia de los neandertales en el genoma humano. Pero los investigadores insisten en que también existen diferencias importantes.

Una investigadora sostiene el cráneo de un oso cavernario (Ursus spelaeus). Los osos cavernarios eran más grandes que los osos pardos vivos y solían comer más plantas.
Fotografía de Andrei Posmoșanu

Por ejemplo, los humanos modernos y los neandertales son parientes más cercanos que los osos pardos y los cavernarios. También es mucho más fácil estudiar a los humanos y a sus parientes extintos más cercanos, gracias a la enorme cantidad de ADN humano secuenciado. La falta de datos dificulta demostrar si los osos pardos usaron las variantes genéticas de los osos cavernarios. En humanos, el ADN de nuestros parientes arcaicos afecta a nuestra inmunidad, la estructura capilar y la capacidad para vivir a gran altitud, entre otros rasgos.

Pero aun con datos limitados, a Barlow le maravilla lo que pueden revelar los osos cavernarios a los científicos, decenas de miles de años después de su desaparición: «Creo que es genial, porque nos obliga a pensar a nivel filosófico lo que significa la extinción de una especie».

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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