Tus vacaciones pueden estar apoyando el tráfico ilegal de animales

Unos inocentes souvenirs o algunas fotografías con animales exóticos pueden convertir tu viaje en cómplice del tráfico ilegal de animales salvajes.

Por Cristina Crespo Garay
Publicado 14 ago 2018, 12:40 CEST

Un ajetreado mercado local en una de las calles principales más ruidosas de Bangkok, aquel puesto de souvenirs tras la ruta guiada por la selva de Kenia, un paseo en elefante por Bali o unos tarros medicinales en la plaza Yamaa el Fna de Marrakech. Tras escenarios tan comunes e inocentes como estos se abre el telón a una de las mayores mafias del mundo: el tráfico ilegal de animales salvajes.  

Esta descorazonadora práctica que esquilma nuestro planeta ocupa, tras las drogas y las armas, el tercer puesto de crimen organizado a nivel mundial. Además de la comercialización de animales vivos para ser vendidos como mascotas, gran parte de este sangriento negocio procede del dinero que mueven los productos obtenidos a cambio de su vida. Según las cifras del World Wildlife Crime Report, realizado por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), alrededor de 30.000 elefantes, 100 tigres y más de 1.000 rinocerontes, entre otras muchas especies, son asesinadas cada año por sus huesos, sus colmillos, su piel o sus cuernos.

El tráfico nacional es uno de los grandes problemas para atajar estas costumbres, como en el caso de Indonesia, donde tener aves exóticas es un símbolo de estatus. Pero el mercado internacional, a menudo procedente del turismo que desconoce esta realidad, arrasa con la diversidad de flora y fauna de cientos de países, poniendo además en riesgo el equilibrio de aquellos lugares a los que viaja de vuelta introduciendo nuevas especies.

La desinformación es la llave que ofrece esta oportunidad de oro a los traficantes: miles de turistas que desconocen lo que implican sus acciones son partícipes de la segunda mayor causa de pérdida de biodiversidad en el mundo, tras la destrucción de hábitat.

Los regalos y souvenirs que compramos cuando visitamos otras ciudades en el extranjero pueden tener un coste muy alto para la naturaleza. Evitando comprar productos de origen animal o vegetal durante las vacaciones eliminamos gran parte del riesgo, ya que ciertos objetos pueden haber sido fabricados con partes de plantas o animales protegidos y ser ilegales a pesar de estar a la venta en un comercio. Ante la duda, no compres.

“Así estarás ayudando a conservar la naturaleza, a luchar contra las mafias del tráfico de especies y evitarás, a tu regreso, desagradables sorpresas en la aduana, que podrían convertirse en sanciones que pueden llegar hasta la pena de cárcel”, advierten desde WWF en un decálogo donde presentan las buenas prácticas del viajero responsable.

El marfil, presente en cientos de figurillas y artículos enfocados al turismo, mata cada año a más de 20.000 elefantes por sus colmillos. Lo mismo ocurre con las pieles de animales como los tigres, los jaguares, leopardos, ocelotes, focas, osos polares y nutrias. El impacto generado por la codicia de las pieles tiene consecuencias como que hoy en día haya más tigres en cautividad que en libertad.

En muchos mercados tradicionales por los que pasees, encontrarás diversos animales vivos que se venden como mascotas. Loros, cacatúas, guacamayos, lagartos, tortugas o iguanas son algunos de los más típicos, pero muchos de ellos son especies protegidas que serán incautados en la aduana, con su correspondiente sanción, y llevados a centros de rescate.

Como ocurre con el Carey, a menudo las joyas y bisutería están hechas de caparazón de tortuga, animal protegido en cualquiera de sus siete especies marinas. El comercio internacional de sus productos, como en el caso de la sopa de tortuga, cremas o pieles, está totalmente prohibido.

En el caso de los reptiles, aunque hay granjas autorizadas para ello, muchos son capturados ilegalmente en libertad, por lo que se deben evitar igualmente para eliminar el riesgo.  El coral, las almejas gigantes y algunas especies de caracolas y conchas son otros de los artículos que más llaman nuestra atención en el extranjero y que pueden estar apoyando el tráfico.

“Algunas plantas (particularmente orquídeas, cactus y plantas tropicales) pueden requerir permisos”, advierten desde WWF. “Algunas especies están prohibidas por ser invasoras y todas las importaciones deben estar libres de tierra, enfermedades y plagas. Otro producto muy popular entre los viajeros son los palos de lluvia. Evita comprar este souvenir, ya que está fabricado con un tipo de cactus protegido”. En cuanto a los bálsamos medicinales, aconsejan revisar bien las etiquetas y evitar cualquier producto derivado de animales. También son muy comunes los objetos de decoración fabricados con maderas protegidas, como el ébano o el palo de rosa. Para asegurarte de la correcta procedencia de la madera, asegúrate de que el producto lleva el sello FSC que certifica su procedencia.

Más allá de la compra de productos, nuestras actividades también pueden estar apoyando este mercado. Estampas donde los turistas se hacen fotografías con animales exóticos subidos a sus hombros o con estrellas de mar sacadas de su hábitat, tours ilegales de nado con delfines y ballenas o paseos a lomos de elefantes que pueden esconder detrás prácticas ilegales e inmorales.

Conocer lo que implican las actividades que realizamos, así como qué hay tras aquello que compramos, se vuelve un imperativo para atajar este grave problema y asegurarnos de no ser cómplices de un mercado negro que devasta cada vez a más especies amenazadas.

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