Ocho especies de animales que volvieron de entre los muertos

Estas «especies Lázaro» son fascinantes e inspiradoras. Te explicamos cómo verlas de forma responsable.

Por Caitlin Etherton
Publicado 5 mar 2019, 16:39 CET
Calamón takahe
El colorido calamón takahe, un ave incapaz de volar y autóctona de Nueva Zelanda, se consideró extinta durante cincuenta años hasta que fue redescubierta. Puedes verla en estado salvaje (en kayak, desde una distancia segura) o visitarla en un santuario.
Fotografía de Mark Longley, Alamy Stock Photo

El cambio climático, la pérdida de hábitat y otros factores están poniendo en peligro a cada vez más animales y nos hemos acostumbrado a oír hablar de especies al borde de la extinción o ya extintas. Pero algunas criaturas astutas parecen haber vuelto del más allá. Presentamos el «taxón Lázaro», un equipo de casi 350 especies superestrellas que aparentemente volvieron de entre los muertos, como Lázaro en la Biblia.

Algunas estas especies siguen siendo tan esquivas que no hay modo de saber si su redescubrimiento es optimista o si debemos prepararnos para otro Solitario George. Otras se han recuperado de formas impresionantes. Mediante la concienciación, los cuidados exaustivos y el turismo responsable, podremos conservar a estos «fósiles vivos».

A continuación, te presentamos ocho especies Lázaro que nos encantan y te recomendamos formas de verlas.

Chelonoidis phantasticus (tortuga gigante de Fernandina)—islas Galápagos

El 17 de febrero de 2019, la Giant Tortoise Restoration Initiative descubrió una tortuga gigante de Fernandina hembra en su isla homónima. Se cree que tiene más de cien años y no se había observado un ejemplar de su especie desde 1906, de forma que ha permanecido oculta durante gran parte de su «extinción». Las huellas y olores en torno a la isla Fernandina indican que es improbable que esté sola. Esta damisela afortunada fue transportada al Centro de cría Fausto Llerena, donde estará a salvo de los erráticos flujos de lava de Fernandina y los amenazadores ratoneros de las Galápagos.

El crucero de ocho días de Adventuresmith Explorations ofrece la oportunidad de ver tortugas, pingüinos, iguanas marinas, tiburones, mantarrayas, caballitos de mar y tortugas marinas en torno a Fernandina. Fausto Llerena organiza visitas regulares a su centro de cría y la Estación de Investigación Charles Darwin de Santa Cruz.

Pterodroma cahow (petrel cahow)—isla Nonsuch, Bermuda

A pesar de que los consideraron extintos durante 330 años, en 1951 se redescubrieron 36 petreles cahow. Por suerte, tras medio siglo de gestión de nidos y control de plagas, el petrel cahow está aumentando: de 18 a 131 parejas reproductoras y 71 polluelos que lograron emplumecer el año pasado. «Es una recuperación en curso y un ejemplo de especie amenazada en un mundo y una época en que la invasión y la destrucción de los hábitats pone en peligro a más especies que nunca», afirma Jeremy Madeiros, encargado de conservación.

Puedes estudiarlos como un científico con la CahowCam, una transmisión en directo del nido de una pareja de petreles cahow en la isla Nonsuch:

 

Equus ferus caballus (caballo caspio)—Misuri y California

La historia de los caballos caspios es la habitual de una especie Lázaro: la estadounidense Louise Laylin se casa con un aristócrata iraní en 1957. Acaban en Teherán. Funda un centro ecuestre infantil. Los caballos locales son demasiado temperamentales, de forma que Louise y sus amigos emprenden una expedición a las remotas montañas del mar Caspio, donde descubren tres caballos considerados extintos y los llevan a Norouzabad.

Los pequeños y afectivos caballos caspios son un «primer caballo» ideal que permite que los niños lo acicale y lo monte. «También está la justificación de que, si se caen, hay menos distancia hasta el suelo», explica Mary Ellenberger, de Maefield Farm. A las afueras de San Luis, Misuri, Maefield ofrece paseos en caballos caspios con cita previa. Gene Gilbert, presidente de Caspian Horse Conservancy, también organiza visitas y paseos los fines de semana en Enterprise Farms, en Los Ángeles, California.

Coelacanthiformes (celacanto)—África meridional e Indonesia

Cuando la naturalista Marjorie Courtenay-Latimer rescató a un asombroso celacanto iridiscente de 57 kilos en un mercado de pescado de Sudáfrica en 1938, su hallazgo causó tal revuelo que solía bromear diciendo: «Ojalá hubiera tirado al puñetero pez por la borda».

Los científicos creían que el género se había extinguido, víctima del mismo cataclismo que hace 66 años erradicó a los dinosaurios. Pero dos de las 90 especies de celacantos documentadas en el mundo todavía nadan por las profundidades en la actualidad. Para verlos, puedes visitar la exposición interactiva de Two Oceans Aquarium en Ciudad del Cabo. Después, busca unas aletas, porque los submarinistas han observado celacantos en la costa de Tanzania, Kenia, Madagascar, Mozambique, las Comoras, la bahía de Sodwana y el parque marino nacional de Bunaken, en Indonesia.

Porphyrio hochstetteri (calamón takahē)—Nueva Zelanda

El calamón takahe de Nueva Zelanda —un ave autóctona incapaz de volar— desapareció durante casi 50 años hasta que unos exploradores lo redescubrieron cerca del lago Orbell, en el parque nacional de Fiordland. Desde entonces, el Takahē Recovery Programme ha creado refugios para estas preciosidades de pico rojo en siete islas y varios lugares que aceptan visitas. En 2018, liberaron 30 calamones takahe por primera vez en 100 años.

Puedes ir en kayak para observar calamones takahe en Motutapu o acudir desde Auckland para visitar el Tiritiri Matangi Open Sanctuary, que también fue el hogar del infame «Greg». La voluntaria Kay Milton recuerda a los visitantes que nunca deben dar comida humana a los animales y que deben revisarse la ropa y los zapatos en busca de plantas o insectos invasores antes de entrar en la isla.

Phoboscincus bocourti y Correlophus ciliatus (gecko crestado)—Nueva Caledonia

El archipiélago francés de Nueva Caledonia, en la costa de Australia, posee la concentración más diversa de arrecifes del mundo, pantanos de manglares con forma de corazón y no una, sino dos especies Lázaro. El Phoboscincus bocourti, recogido en torno a 1827 por última vez, fue avistado en 2003 en un pequeño islote frente a la isla de Pines. Por su parte, el gecko crestado fue redescubierto en 1994 (también en la isla de Pines) un siglo después de supuesta extinción. También se los ha visto en las selvas de Grande Terre. Si quieres encontrar a estos reptiles, ve en kayak o practica senderismo en torno a la isla de Pines.

Gastrotheca cornuta (rana marsupial cornuda)—bosque de Chocó, Ecuador

Las ranas marsupiales cornudas viven solo en la cubierta forestal prístina, autóctona y cubierta de bromelias del bosque de Chocó, un punto caliente de biodiversidad que el biólogo Alejandro Arteaga describe como «exótico, lleno de animales coloridos y fotogénicos y que necesita conservación urgente». El 60 por ciento de las 350 especies de anfibios del Chocó son endémicas y muchas aún no han sido descubiertas (Arteaga ha descrito 18 nuevas especies).

Aunque estas ranas marsupiales cornudas fueron fotografiadas en el Jardín Botánico de Atlanta, sus primas salvajes pueden observarse durante excursiones al bosque ecuatoriano de Chocó.
Fotografía de Brad Wilson, Getty Images

Los integrantes de la iniciativa de conservación Tropical Herping redescubrieron a la rana marsupial cornuda en 2018. Las hembras de esta insólita especie llevan a los embriones en una «bolsa» a la espalda. El «100-species tour» de 10 noches de Tropical Herpings lleva a los visitantes por Mindo, el Chocó y el Amazonas para observar las 1.065 especies de animales de Ecuador. (El cinco por ciento del coste del tour se destina a la protección de 56 hectáreas del bosque de Chocó.) Los «paseos de ranas» son mejores durante la estación lluviosa o durante la luna nueva.

Catagonus wagneri (pecarí quimilero, taguá o pecarí del Chaco)—Gran Chaco

Como el celacanto, la existencia del taguá (o pecarí quimilero) solo se conocía gracias a los registros fósiles del Holoceno. En 1974, un profesor de biología de la Universidad de Connecticut llamado Ralph M. Wetzel redescubrió a este animal endémico en una expedición de investigación de National Geographic en Gran Chaco, una región remota que comparten Paraguay, Argentina y Bolivia.

Aunque no hay taguás en peligro de extinción en la naturaleza, sus territorios pueden ocupar hasta 970 hectáreas y suelen colocarse entre la maleza para protegerse de los jaguares, los pumas y los cazadores locales. Puedes verlos en el santuario de taguás del centro de conservación CCI en el Chaco paraguayo.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.
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