Esta nueva especie de carnívoro extinto era más grande que un oso polar

Hace unos 22 millones de años, el Simbakubwa era un depredador feroz con dientes temibles.

Por Catherine Zuckerman
Publicado 22 abr 2019, 16:32 CEST
El Simbakubwa kutokaafrika, un carnívoro gigante que se conoce a partir de la mayor parte de su mandíbula, partes del cráneo y partes de su esqueleto descubiertas en Kenia, formaba parte del grupo extinto conocido como hienodontes.
Fotografía de Mauricio Antón

Una serie de fósiles misteriosos permanecieron sin estudiarse durante décadas en un cajón del Museo Nacional de Nairobi, en Kenia. Pero ahora, el análisis de los restos ha revelado que pertenecieron a un mamífero carnívoro gigante más grande que un oso polar, una nueva especie llamada Simbakubwa kutokaafrika.

El fuerte depredador, descrito esta semana en Journal of Vertebrate Paleontology, vagó por la Tierra hace unos 22 millones de años. Aunque Simbakubwa significa «gran león» en suajili, este gigante no era un gran felino. Es el miembro más antiguo que se conoce de un grupo de mamíferos extintos llamado hienodontes, un nombre otorgado por su similitud dental con las hienas, aunque los grupos no están relacionados.

El hallazgo ayuda a unir algunos puntos evolutivos de este grupo de carnívoros gigantes, que estaban cerca de la cima de la cadena trófica en los mismos ecosistemas africanos donde evolucionaron los simios y monos. El fósil podría ayudar a los científicos a comprender mejor por qué estos superdepredadores no lograron sobrevivir.

El hallazgo «nos presenta una muy buena oportunidad para que saquemos a la superficie a estos depredadores carnívoros menos conocidos», afirma Jack Tseng, biólogo evolutivo y paleontólogo de vertebrados en la Universidad de Buffalo que no participó en el estudio. «Antes de los predecesores de los carnívoros modernos que nos resultan tan familiares —leones, hienas, lobos—, antes de que evolucionasen, el panorama de depredadores global estaba dominado por los hienodontes».

Armado hasta los dientes

En 2013, el paleontólogo Matthew Borths estaba investigando en el museo de Nairobi para su tesis sobre los hienodontes y pidió al comisario si podía observar los especímenes. Allí, descubrió los insólitos fósiles en una vitrina que formaba parte de una colección llamada «hienas».

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    Un cráneo de león moderno de Kenia (arriba) junto a la mandíbula izquierda del carnívoro de 22 millones de años Simbakubwa kutokaafrika.
    Fotografía de Matthew Borths

    Los fósiles se habían excavado entre 1978 y 1980 en un yacimiento del oeste de Kenia llamado Meswa Bridge. Borths contactó con Nancy Stevens, paleontóloga de la Universidad de Ohio y becada de National Geographic, que había descubierto un importante yacimiento fósil en Tanzania que solo era un par de millones de años más antiguo. Su destino quedó sellado cuando Stevens contó a Borths que había abierto el mismo cajón cuando trabajaba en Nairobi y se había preguntado qué contenía.

    «Fue como si los dos nos compadeciéramos y pensáramos “esto es alucinante, tenemos que hacer algo”», cuenta Borths. Más adelante, Stevens pidió a Bortsh que se uniera a su laboratorio como investigador posdoctoral y juntos volvieron al Museo Nacional de Nairobi en 2017 para empezar a analizar y describir los especímenes, que incluían la mayor parte de la mandíbula del animal, así como fragmentos del esqueleto, el cráneo y los dientes.

    Los carnívoros suelen destacar por sus caninos delanteros, con los que atrapan a sus presas, pero sus dientes traseros también son importantes.

    Una ilustración muestra la comparación de un humano moderno y un Simbakubwa kutokaafrika.
    Fotografía de Mauricio Antón

    «El corte de la carne tiene lugar en la parte posterior de la cabeza», afirma Borths. Todos los carnívoros modernos —gatos, perros, mapaches, lobos y osos incluidos— tienen un par de estos dientes para cortar carne. Los hienodontes tenían tres pares.

    «Este animal tenía muchas cuchillas», afirma Borths.

    Aparte del factor miedo, los dientes eran fundamentales para ayudarlos a comprender a esta especie extinta. Según Borths, no contar con buenos dientes «es como tener las piezas de lados diferentes del puzle pero nada para conectarlas por el medio».

    El Simbakubwa «reúne la información dental, un poco de información craneal y un poco de la información esquelética para unir el material separado. Ayuda a contextualizar a este grupo de carnívoros», afirma.

    «La ciencia es impresionante», añade Tseng. «Cada vez que tienes un registro nuevo de algo tan grande en la fauna y en la cadena trófica ecológica, hace que te reconsideres cómo eran las interacciones entre depredador y presa».

    Adaptarse o morir

    Uno de los objetivos de la investigación, financiada parcialmente por la National Geographic Society, era colocar al Simbakubwa en su árbol familiar, según Borths.

    «Una vez deduces las relaciones entre estos animales, puedes empezar a hacer cosas como estimar el tamaño aproximado del antepasado de estas criaturas o cómo era el mundo en el que vivía ese teórico antepasado común», afirma. «Puede experimentarse con los datos para averiguar cómo se traducen estos grandes cambios evolutivos en otros cambios, como el cambio climático y la deriva continental».

    Cuando África se acercó a Eurasia hace 20 millones de años, los animales empezaron a mezclarse en los continentes y crearon un intercambio ecológico que «desató todo tipo de horrores», afirma Borths. Y conforme los continentes se desplazaban y el rift de África oriental empezaba a aumentar, las corrientes oceánicas también cambiaron.

    «Todas estas piezas son experimentos naturales fascinantes sobre la adaptación de grupos diferentes», afirma Borths.

    A pesar de ser grandes y dominantes, los Simbakubwa no lograron sobrevivir e incluso sus parientes se extinguieron para finales del Mioceno, hace unos cinco millones de años. Pero ¿por qué?

    El animal «no estaba hecho para fracasar», afirma Borths, y sobrevivió durante mucho tiempo después de que los hienodontos evolucionasen en África y se expandiesen a Asia y Europa. Pero como hipercarnívoro, que por definición es un animal que obtiene más del 70 por ciento de sus calorías de la carne, parece que el depredador fue una víctima probable de cambios medioambientales rápidos.

    Los hipercarnívoros modernos, como leones, hienas, tigres y lobos, «figuran entre los mamíferos más amenazados que tenemos y parte del motivo es que son muy sensibles a la alteración medioambiental», afirma Borths. Como las poblaciones de hipercarnívoros son relativamente pequeñas frente a las de otros organismos, sufren más la desestabilización de la cadena trófica.

    «Algo llevó al límite [ al Simbakubwa]», afirma Borths. «La situación cambió demasiado rápido, las poblaciones de presas no se recuperaron lo bastante rápido y ellos se extinguieron».

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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