Este superdepredador antártico ha cambiado su dieta

La vida de las focas leopardo está cambiando debido al calentamiento del continente y la reducción de la banquisa.

Por Craig Welch
Publicado 27 may 2019, 11:41 CEST
Fotografía de Hostile Planet, National Geographic

Unos solitarios superdepredadores empezaron a congregarse de repente en la punta norte de una pequeña isla rocosa de la Antártida.

Antes de 1996, apenas se observaban más de dos focas leopardo a la vez en torno al cabo Shirreff de la isla Livingstone, separada de la península antártica por el ventoso estrecho de Bransfield. Ya a principios del siglo XIX, los cazadores comerciales de lobos marinos que masacraron a estos mamíferos marinos por sus pieles mantenían registros minuciosos de los animales que observaban. Las focas leopardo, de fuertes mandíbulas, bocas puntiagudas y dientes amenazantes, no figuraban entre ellos.

Sin embargo, en los últimos años, media docena de focas leopardo hambrientas surcan esas aguas al mismo tiempo. Suelen salir a la superficie en el cabo para echarse una siesta. Hasta 60 u 80 pueden nadar por la zona en cualquier estación. En una ocasión, un equipo de investigadores observó 30 a la vez tumbadas en la zona.

«Aunque no parezcan muchas, debemos tener en cuenta que estamos hablando de un gran superdepredador», afirma Doug Krause, biólogo de fauna silvestre y experto en focas leopardo de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica estadounidense. «Es como si hubiera 80 osos grizzly adultos alimentándose en tu playa local».

¿Qué hacen juntos estos animales solitarios? Alimentarse de recién nacidos en una colonia de lobos marinos importante a nivel regional. De hecho, este cambio conductual en una de las criaturas más esquivas de la Antártida ha alterado drásticamente la vida de los lobos marinos de Livingstone. Las poblaciones de lobos marinos se han desplomado más de un 80 por ciento en 15 años.

En una parte remota del planeta que cambia más rápido que en cualquier otro lugar aparte del Ártico, depredadores y presas aún tratan de encontrar un equilibrio en un mundo que nosotros hemos reconfigurado.

Animales «más bien misteriosos»

En muchos sentidos, las focas leopardo son un enigma. Las manchas de su piel, como las aletas de la cola de los cachalotes, son tan únicas que pueden utilizarse para identificar a ejemplares individuales. Con todo, estos animales pasan tanto tiempo en el mar que no sabemos cuántos hay. Sabemos que los machos se mecen en el agua y cantan melodías inquietantes para atraer a hembras, pero no sabemos los detalles sobre su apareamiento y solo existen unas cuantas observaciones documentadas de focas leopardo con crías.

Son cazadoras feroces que despedazan pingüinos, y una acabó con la vida de un científico británico en 2003. Pero las focas leopardo suelen mostrar un lado juguetón, amable y casi familiar cuando las observan los fotógrafos submarinos.

«Son más bien misteriosas», afirma Carolina Bonin Llewallen, profesora adjunta de ciencia marina en la Universidad Hampton de Virginia, que estudia la genética de las focas leopardo. «Normalmente, solo vemos una parte de sus vidas, una instantánea».

Pero estamos aprendiendo mucho.

Gran parte de la vida de una foca leopardo está vinculada a la caza. Casi la mitad de la dieta de una foca leopardo está compuesta de peces y kril, crustáceos del tamaño de un meñique que componen la base de la cadena trófica antártica. En general, los machos también consumen pingüinos. Las hembras suelen recurrir a las focas, sobre todo tras haber tenido crías. Normalmente, las hembras pesan más que los machos y a veces llegan a pesar 500 kilos y medir 3,6 metros.

Y no siempre devoran a sus presas de inmediato.

Las ardillas almacenan la comida para más adelante. Los leones matan cebras y se quedan sobre ellas para protegerlas de otros depredadores. Los jaguares y los leopardos esconden los cadáveres en árboles. Las focas leopardo, según han aprendido los científicos, hacen muchas cosas similares.

Una foca leopardo se llevó a un pingüino muerto, lo arrastró a tierra con ella, lo defendió de los ataques de aves carroñeras y, más adelante, lo devoró. «Ahora contamos con ejemplos documentados de focas leopardo que capturan pingüinos, lobos marinos o elefantes marinos y los almacenan debajo de rocas», cuenta Krause. «La variedad de la ocultación de su comida no tiene precedentes».

Esto tiene sentido. Algunas cámaras fijadas por científicos a focas leopardo las han filmado robándose comida las unas a las otras bajo el agua.

Pero últimamente, los humanos parecen haber alterado inconscientemente la forma y el lugar en el que las focas leopardo obtienen su comida.

Un cambio rápido

Las temperaturas del aire durante el invierno en el oeste de la península antártica han aumentado 5,5 grados Celsius en los últimos 60 años, aproximadamente. A finales de los años 70, la banquisa cubría el océano alrededor de la península durante tres meses más que en la actualidad.

Esto es relevante para las focas leopardo, ya que se consideran animales dependientes del hielo. Las hembras dependen del hielo a la deriva para dar a luz y amamantar a sus crías. «Necesitan ese hielo para prosperar y están perdiendo ese hábitat», explica Krause. «No hemos observado pruebas de que tengan suficiente flexibilidad como para aparearse en tierra».

Los científicos sospechan que la falta de témpanos de hielo en la costa, donde se encuentra su comida favorita —crías de foca cangrejera—, podrían haber empujado a las focas leopardo a la isla Livingstone. Allí han encontrado una dieta constante de crías de lobo marino, que estaban recuperándose después de que la caza comercial las acercara a la extinción en el siglo XX.

«Pueden verse ocho focas leopardo devorando crías y pingüinos alrededor del cabo, y seis horas después, hay otras ocho focas leopardo alimentándose», afirma Krause.

La alimentación no es precisamente bonita, pero es bastante impresionante.

Las crías de lobo marino suelen pasar el rato en pozas de marea, inconscientes del peligro cuando aparece una foca leopardo. «Si caminas por la playa, ves que aparece una cabeza de la nada. En cierto modo, las acechan, como un león con sus presas», afirma Llewallen. «Si esperas lo suficiente, quizás las veas abalanzarse sobre la cría y arrastrarla. Después miras hacia arriba y ves a la cría a dos metros de altura. Tras capturar a las crías, las lanzan y les rompen los huesos, y después las despedazan».

Algunos años, las focas leopardo pueden llegar a devorar a la mitad de las crías de lobo marino recién nacidas. Han hecho que las poblaciones desciendan una media de un 11 por ciento al año. Pero en 2018, Krause y sus colegas de la NOAA documentaron el mayor descenso anual de lobos marinos: más de un 30 por ciento en un año.

¿Cómo afectará este desplome a las focas leopardo que viven cerca de la punta occidental de la península? Cuesta saberlo. Pero uno de los objetivos de Krause es emplear cámaras en drones para intentar documentar su población, sobre todo en la península, donde se cree que las densidades de focas son las más altas y donde la banquisa antártica desaparece a más velocidad.

Planeta Hostil - El leopardo de las nieves
Nueva serie documental presentada por el experto en supervivencia Bear Grylls, producida por Tom Hugh Jones (“Planet Earth”) y filmada por la lente del director de fotografía Guillermo Navarro, ganador del Oscar por “El laberinto del Fauno”. Estreno el 27 de abril en National Geographic.
Nota: Este artículo se ha actualizado el 2 de mayo y se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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